Llevo, con la publicidad, una relación de amor-odio profundamente marcada. Por un lado –siendo, quien esto escribe, un partidario de eso que se llama anti-sistema–, creo que es un instrumento con gran poder dañino; pero, por otro lado; y como no todo debe ser o bien blanco o bien negro, en una dicotomía elemental y empobrecedora, a veces me encuentro con que la publicidad me gusta, y mucho. A veces simplemente por su calidad, aunque estén vendiendo un producto cualquiera; otras veces porque esa herramienta dañina puede convertirse en una útil forma de acercarnos a problemas que no por ya de todos conocidos son tratados con la asiduidad o el rigor que le corresponde.
Encontré esta publicidad como siempre, mirando por aquí y por allá y hallando sin buscar. Vale la pena verla:
Luego vendrá la discusión, las problemáticas reales, el qué fue primero, si el huevo o la gallina (me refiero a que en un programa de T.V. una mujer limitaba el problema de la prostitución a que los hombres la buscaban. El problema es la demanda).
El problema no es sencillo; de hecho, hasta ya se han creado fracturas dentro del mismo movimiento feminista. Claro, ello hablando del tema de la prostitución, porque cuando hablamos de la trata de personas, aquí ya no hay división alguna; y no sólo dentro del movimiento feminista; cualquier persona bien nacida debería oponerse a esta aberración.
Quien esto escribe cree que el problema no se resolverá en poco tiempo. También cree que el problema viene de una visión religiosa extrema de la sexualidad, y que ella se encuentra tan arraigada en nuestra cultura (menuda victoria de la repugnante casta sacerdotal), que hasta los mismos laicos son renuentes a romper los viejos moldes. La castidad como virtud, la oposición a la educación sexual, el matrimonio (hasta que la muerte los separe), la misoginia, etc. ¿Cuánto tiempo nos llevará romper con los viejos dogmas?