Ana duerme sola.

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Ana y Miguel comenzaron a salir al año de haberse conocido. Trabajaban juntos, pero hasta ese momento sólo habían mantenido charlas casuales, triviales en su mayor parte.
Se sentían bien juntos. Disfrutaban la compañía del otro de ese modo casi adolescente que acompaña siempre los primeros tiempos de encuentros; los primeros besos, los primeros paseos tomados de la mano. Ambos coincidían en un punto central, el cual fue puesto en palabras, por vez primera, por Ana: «Los años pasan, los hijos se van… y ya estoy cansada de dormir sola». Miguel asintió y reconoció que sentía exactamente lo mismo. Sólo había un punto de discrepancia entre ellos, el cual estuvieron de acuerdo en evitar: Ana es una ferviente seguidora de la iglesia evangélica mientras que Miguel no cree en nada. Absolutamente en nada.
De todos modos, eran tantas las cosas buenas que tenían en común que eso no parecía un problema insoluble, aunque al final lo fue. Una tarde Ana le dijo a Miguel que todo había sido un error y sus razones –se dio cuenta Miguel– eran un cúmulo de lugares comunes: «Yo necesito a un hombre de Dios»; «Un hombre que me acompañe en mi camino» y otras frases por el estilo. Miguel lo supo de inmediato y Ana lo reconoció: ella le había pedido consejo al Pastor de su congregación. Éste, haciendo gala de cristianos sentimientos no solo juzgó a un hombre que no conocía, sino que lo condenó como si fuese un hijo directo del mismo demonio. También la condenó a Ana, pero eso ya venía haciéndolo desde hacía tiempo; desde que comenzó a adoctrinarla en el miedo al infierno y en que solo él sabía lo que era bueno para ella.

Nada sabe Miguel qué es lo que siente Ana hoy; pero está seguro de que no es feliz, al igual que él, durmiendo sola.

4 comentarios el “Ana duerme sola.

  1. Dessjuest dice:

    Pues me alegro por Miguel, el pastor le hizo un favor, cuanto menos lazo les uniera más fácil desatarse, esto mismo pudo suceder después, siempre habría alguien que le dijera cosas a ella y es evidente que ella acabaría haciéndoles caso.

    Cosa que no es que tenga que ser así por narices, mi santa es religiosa practicante y yo ateo, mas no fue eso excesivo problema nunca.

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    • Borgeano dice:

      En mi caso también fue así y durante doce años no tuvimos problemas. En éste caso en particular pienso que igual que tú; de manera indirecta el pastor le hizo un favor, pero cuando Miguel me contó la historia estaba más indignado por la actitud del pastor que dolido por la estupidez (o debilidad, vamos a ser más amables) de ella.
      Gracias por pasar por acá
      Un abrazo.

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  2. Duro relato, pero muy real, el fervor aniquila y los consejos de los fervorosos aniquilan más…

    Un abrazo.

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