[…] Le pedí a un doctor español, un tal Miquis, mi g. p. habitual, que me hiciera la valona. Se resistió. Me pidió una explicación. Sólo le dije:
—Por amor.
—¿Amor?
—Tengo que conquistar a una muchacha.
Sonrió con complicidad amistosa. Me dio el certificado. En esto, los hispanos nos entendemos por completo. Oponerle obstáculos al amor es un delito superior a extender un falso certificado de enfermedad. La latinidad, cuando no es ejercicio que perfecciona la envidia, es complicidad nutrida por el sentimiento de que, siendo culturalmente superiores, recibimos trato de segundones en tierras imperiales.
Carlos Fuentes. El amante del teatro.
¿Qué significa balona? GRACIAS 🙂
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En el lengaje coloquial mexicano, «hacer la valona» es «hacer un favor». Yo tengo entendido que es con «v», pero en el original figuraba con «b». Ahora me entró la duda y lo corregiré, tal comentí un error al tipear. ¡Gracias por hacérmelo notar!
Besote agradecido.
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Yo no sé si es con «v» o con «b» te pregunté porque no sé su significado, nunca había oído esa palabra, tienes que perdonar mi ignorancia en este caso :).
BESOTE LLENO DE ENERGIA 🙂
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No querida, no digas eso. Tampoco para mí tenía significado alguno y tuve que buscarlo. Cada país tiene sus modismos y localismos, así que es imposible saberlos todos. Por suerte tenemos una amplia base en la que podemos apoyarnos para comunicarnos con claridad, aunque a veces haya que aclarar algún punto.
Un beso enorme y que pases un lindo domingo.
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Digo, digo…no hay problema, el caso es aprender lo que una no sabe :). Te entendí 🙂
¡Muchas gracias por todo! UN DOMINGO BUENO PARA TI TAMBIEN!
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Los favores siempre se terminarán cobrando… Gracias por compartir tus letras.
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Sí, lo dices bien, Borgeano: «hacer la valona» es hacer un favor pero tiene un matiz de complicidad, de guiño de ojo. No sé en qué contexto lo dijo Fuentes, a qué se refería, pero el cierre de la cita es fuerte: en efecto, en España los latinoamericanos somos ciudadanos de segunda clase…
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Es un fragmento de un cuento donde el personaje, como lo explica en el diálogo, necesita un par de días para enamorar a una muchacha. Lo que me gustó fue la pequeña digresión que se permite Fuentes para cerrar el párrafo. Y sí, es cierto, lo latinoamericanos somos de segunda clase para el «mundo libre» 🙂
Lo curioso es que cuando vienen a nuestras tierras se los trata como a iguales. En lugar de reconocer ese gesto me da la sensación de que refuerza su postura: los recibimos como a iguales porque, al ser segundones, les damos el trato preferencial que se merecen.
Lo mismo pasa en EE.UU. Allí debes hablar inglés porque (cito textualmente a una empleada de hotel en Tampa, Florida): «We are in The United States, Sir…» Ahora, cuando son ellos los que salen de su país también son los demás quienes deben hablar inglés porque ellos son «los turistas» y no van a aprender la lengua de ningún salvaje para pedir una habitación…
En fin, que siendo superiores… larga vida a las letras de Carlos Fuentes.
Abrazo latinoamericano (léase: De esos que no se fungen).
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Diría que cuando vienen a nuestros países no los tratamos como a iguales sino como a superiores, lo cual demuestra nuestro complejo de inferioridad. Ni hablar, vale más estar conscientes de ello para empezar a cambiarlo. Buena cita la de Fuentes y veraz como nada…
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Tuve una experiencia que me llamó la atención. Oficiando como intérprete aquí en Argentina durante una visita de tres meses de un grupo de norteamericanos, se produjo alguna confusión lógica en la confrontación de dos modos de ver la vida. La simpatía de una telefonista argentina en una empresa, que se alegró de ver al americano con quien sólo había hablado muchas veces por teléfono, espontáneamente se acercó a darle un beso de bienvenida y él se abalanzó sobre ella abrazándola demasiado efusivamente interpretando que ella lo estaba «avanzando». Luego, en una cena, ante la simpatía que demostraba otra chica, le pidieron, arengándola, a que se pusiera a bailar sobre una mesa, costumbre que, al menos públicamente, no se estila en nuestro país. Reitero: son dos maneras de interpretar la realidad, pero me parece que también tiene que ver con este asunto de primer mundo civilizado versus segundones «buenos salvajes»
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Rafael; antes que nada, gracias por tu comentario.
Yo viví seis años en EE.UU. y he podido comprobar –con otros matices, en otras situaciones– lo que dices. La mirada que nos brindan los locales, al menos en un alto porcentaje, es la que dices: la del «civilizado» frente al «buen salvaje». No pocas veces he visto miradas de asombro y –no exagero– de desconcierto, cuando uno tiene la posibilidad de llevarla relación un poco más allá y se encuentran con personas inteligentes o sensibles. No es que sea impensable para ellos que eso exista, pero les resulta algo «llamativo» que una persona común posea estas características. Para ellos somos una masa indiferenciada de trabajadores silenciosos, algo vagos, algo torpes, algo inocentes. La sensibilidad y la inteligencia la suponen en una minoría culta (artistas, por ejemplo).
Creo, también, que parte de la responsabilidad es nuestra, ya que muchas veces somos nosotros los que permitimos esas miradas sin oponer la suficiente resistencia. Será cuestión, entonces, de empezar a educar a las nuevas generaciones en una seguridad y orgullo (orgullo bien entendido) por el ser, ya sea como persona, como Argentino y como latino.
Me permito –y perdón por la autorreferencia– dejarte un enlace a un poema que subí hace unos días, donde precisamente termino diciendo eso mismo.
Un abrazo, y, nuevamente, gracias.
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