La puntualidad del viento.

pano.

Cuenta la anécdota que Kant era tan puntual en sus rutinas que, al verlo pasar en su habitual paseo de la tarde, la gente podía poner sus relojes en hora. En La Quiaca, una pequeña ciudad al norte de Argentina, ya lindando con Bolivia, encontré en la naturaleza la misma asombrosa puntualidad. La Quiaca es una ciudad de casas bajas y costumbres pueblerinas. Hay que caminarla despacio y con una botella de agua en la mano; ya que al estar ubicada a casi 3.500 metros sobre el nivel del mar se corre el riesgo de sufrir serios inconvenientes físicos. Mal de altura o deshidratación son los más comunes. El clima es curioso; las tardes son tórridas y hacen que los pobladores busquen refugio en sus casas y en la infaltable siesta; pero en cuanto el sol se pone la temperatura cae por debajo de los cero grados. Aún así, nada se compara con la curiosidad que despierta la puntualidad del viento. En un primer momento, cuando me lo dijeron, lo atribuí a una de esas clásicas exageraciones locales; pero pude comprobarlo por mí mismo en cada uno de los días que pasé allí: a las cinco de la tarde, sin falta, un fuerte viento cruzaba la ciudad levantando nubes de polvo y silbando entre las ramas de los pocos árboles que allí viven. Durante una hora, aproximadamente, la pequeña ciudad se ve barrida de la pesadez con que el calor del mediodía la había vestido; y cuando el viento se va, llega, poco a poco, el frío que la cobijará durante toda la noche. Me pregunto si algo tan intangible como el viento podría llegar, alguna vez, a ser una atracción turística; para mí, sin duda, lo fue.

17 comentarios el “La puntualidad del viento.

  1. La naturaleza siempre tiene sus misterios… Gracias por comparitr y al mismo tiempo inivtar a conocer…

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  2. La naturaleza no deja de sorprendernos…
    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Imagino que tú, quien también ha viajado mucho, habrás visto cosas como ésta u otras no menos curiosas. Como dije en el comentario anterior, a veces mirar las cosas con absoluta inocencia nos permite notar cosas que de otro modo pasarían desapercibidas.
      Un abrazo.

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  3. Shira Shaman dice:

    Aquí bien podría caber ( si me permites querido Borgeano) ese poema de Pessoa:

    «El viento, el viento alto

    El viento, alto en su elemento

    Me hace más solo -no me estoy

    Lamentando, él se tiene que lamentar.

    Es un sonido abstracto, insondable

    venido del elusivo fin del mundo.

    Profundo es su significado.

    Me habla el todo inexistente en él,

    Cómo la virtud no es un escudo, y

    Cómo la mejor es estar en silencio.»

    Fernando Pessoa.

    Que el viento te lleve un fuerte abrazo y besos 🙂

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    • Borgeano dice:

      ¿Si te permito? ¿De dónde sale eso? Ésta es tu casa y puedes entrar cuando gustes y sin avisar. No conocía el poema de Pessoa y te agradezco que me lo hayas dejado aquí. Es perfecto para la entrada (Pessoa es uno de esos poetas a los que relaciono, de alguna manera, con la perfección).
      Abrazos y besos.

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  4. Loretta Maio dice:

    Gracias por permitirme conocer el mundo a través tuyo.
    Abrazo enorme, querido amigo.

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    • Borgeano dice:

      Pues nada me causa más placer que el saber que es de tu agrado Loretta; vos sabés bien las reservas que tenía de escribir estas entradas y creo que tal vez así, de un modo un poco más impersonal, pueda hacerlo. En serio, me hacés sentir más que bien con tus palabras.
      Un fuerte abrazo y seguiremos contando estas cosas por un tiempo más.

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      • Loretta Maio dice:

        Lo es, Borgeano, lo es y mucho.
        Sí, lo sé, y me alegra ver el luminoso curso que van tomado cada una de ellas. Tu lenguaje transmite, con sobriedad y calidez, el mapa de tus experiencias; yo disfruto mucho con ellas. Vendrías a ser algo así como mi ventana al mundo…
        Me hace feliz saber que te hago sentir bien con mis palabras (es mutuo); gracias por hacérmelo saber.
        Abrazo fortísimo para vos. Cuidáte. Espero tu próxima entrada.

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  5. DescodificadorMan dice:

    Genial historia gracias!

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  6. Aquileana dice:

    «Kant era un hombre muy metódico. Se levantaba, comía y se acostaba todos los días a la misma hora. E igual de puntual era su paseo vespertino, a las cinco de la tarde, ni un minuto más ni un minuto menos (sólo la lectura del Emilio de Rousseau le hizo olvidarse de su paseo diario durante algunos días). Tanto es así que, aunque un poco en broma, se decía que sus paseos les servían a los vecinos para poner en hora sus relojes»…
    Muy buen post!. Me encanta tu escritura. Gracias por conectar conmigo. Aquileana 😀

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    • Borgeano dice:

      Exacto Aquileana, a eso apuntaba con la anécdota de Kant, sólo que preferí no incluirla entera porque se me iba la entrada para otro lado. Agradezco tus palabras; viniendo de alguien con un blog soberbio no puedo menos que sentirme más que satisfecho. Poco a poco me voy poniendo al día con las entradas y los blogs amigos; así que en cualquier momento me tienes por allí.

      Un abrazo.

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  7. Leyla dice:

    Me encantan tus letras, lo sabias? Un abrazo Borgeano, muy fuerte..
    .. me quedo en la lectura 🙂

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