Cartagena de Indias, Colombia. Por la mañana camino por la Ciudad Antigua (también conocida como Ciudad Vieja o Ciudad Amurallada); debo atravesarla para ir a la playa y lo hago todas los días siguiendo rutas diferentes. La Ciudad Antigua esconde belleza en cada una de sus calles, en cada uno de sus portales y en cada una de las personas que la habitan. Al cruzar por una de las tantas plazas veo a una mujer dormida; viste un traje típico, con los colores de la bandera de su país y, frente a ella, la fuente de frutas frescas que vende cortada y preparada en el momento. No puedo evitar sacar la cámara y tomar una foto que no salió como yo esperaba. Hay mucha gente susceptible en estos lugares y uno sabe que los turistas con sus cámaras no son bien vistos en muchos sitios. Lo que temo ocurre: la mujer despierta y me habla con tono imperioso. No entiendo lo que me dice pero me apresuro a disculparme y, no lo niego, le miento: «No te estaba tomando a ti» «Sí que me estabas tomando a mí —Me dice—. Y no me molesta; sólo que no quiero que me tomes dormida». No puedo más que reír. Enseguida quiere venderme un plato de frutas, lo cual agradezco pero a lo que me niego. Hablamos un par de minutos y sigo rumbo a la playa.
Cuatro horas después vuelvo al hostal como siempre, paseando por alguna calle estrecha, con balcones de los que cuelgan flores y grandes portales adornados con magníficas aldabas de bronce. A lo lejos veo que viene caminado una de las tantas mujeres con uno de esos vestidos rojos, azules y amarillos. Preparo la cámara mientras nos acercamos; cuando la tengo a unos metros, ella me ve con la cámara en la mano y posa con esa gracia propia de las mujeres colombianas. Cuando nos reconocemos reímos abiertamente ante el hecho casual de habernos encontrado otra vez. Ahora sí, le compro un plato de frutas y lo como allí mismo mientras charlamos con la naturalidad propia de viejos conocidos. Julia tiene la espontaneidad y la seguridad de quien no tiene la necesidad de fingir nada. Vende sus frutas en la Plaza Majagua, todos los días, hasta las cuatro de la tarde. Y por allí paso cada mañana, camino de la playa, y mientras como un plato de frutas frescas charlamos de cualquier cosa; el tema ya no tenía ninguna importancia.
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Qué bellas fotografías y qué relato tan exquisito. Me encanta la piel de tu modelo y los colores que la visten ¡pura vida!; los luce maravillosamente. Preciosa entrada, Borgeano. Cariños.
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Gracias Loretta. Julia era «todo un personaje», como decimos por allá; pero en Colombia la gente tiende a ser así: extrovertida, directa, divertida. Cada vez que hablo del tema me dan ganas de volver en ese mismo instante.
Cariños.
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Cariños.
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Me encantó este relato porque sí las palenqueras son el alma de Cartagena y con su presencia colorean de tradición y folklore de la zona caribe de mi país.
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Gracias Lú, sin duda, tu país es algo especial y me alegra poder haberlo visto por mí mismo. Gracias también por recordarme el término palenquera, el cual había olvidado.
Un abrazo.
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Me alegro que te gustara, yo estoy descubriendo otros mundos, pero siempre mi Colombia en el corazón. Me gusta mucho tu blog, un saludo
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Que belleza de piel y de expresión!
Creo que has conseguido captar más de lo aparente.
Besetes, Borgeano.
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La «relación» con Julia fue muy particular, ya que a raíz de esa coincidencia pasaba a verla todos los días; pero la gente de Colombia invita a eso, al diálogo y a la amistad. Tengo otras muchas anécdotas parecidas de ese país, pero Julia creo que las sintetiza a todas.
Besos mil, querida María.
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Qué rico tu relato, querido, entrañable como la imperdible Cartagena. Y luego, qué preciosa tocaya me ha tocado, con esa cara y ese porte.
Abrazos de la Julia mexiana que quisiera vivir en Cartagena.
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Entre tantas cosas que compartimos, querida D., sé que Colombia tiene un lugar preferencial. Tal vez lo sea porque estamos hablando, básicamente, de gente; y ambos sentimos una especial unión con nuestros iguales. Los colombianos, además, tienen esa rara cualidad de ser encantadores casi por definición. Julia –sí, tu tocaya, algo que me gustó mucho– fue, tal vez, la síntesis de todos los colombianos. Ella reunía todas esas bellas virtudes, a las que les sumaba una sonrisa y un humor increíbles.
Ay, Colombia, Colombia… que ganas de volver a verte…
Abrazo, mi querida mexicana.
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Así es, a los dos nos gusta la gente, el calor de una conversación y el estallido de una carcajada, todo lo cual se encuentra exponenciado en la preciosa Colombia. Celebro mucho a mi tocaya.
Abrazos a quien tiene dos Julias que lo aprecian harto
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Me gusta tu viaje por Colombia y me gusta esa mujer, Julia. Ella es un ejemplo como tú dices, de los que hace más falta hoy en día, la naturalidad, la vida en sí misma sin más adornos.
UN ABRAZO VIAJERO HASTA COLOMBIA!! 🙂
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Gracias Día, de acuerdo contigo: la naturalidad es la mejor carta de presentación que podemos tener. Por cierto ¡ya he llegado a México! De todos modos se agradece el abrazo y se acepta gustoso. Otro para ti.
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¡Que imagen mas preciosa!
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Gracias Alex. Hace poco dije que más que paisajes o sitios, me alegraba haber llegado con la mochila llena de gente. Julia es una de ellas.
Un abrazo.
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¡Momento! ¿Andas de viaje por Colombia y no has venido a mi Cali pachanguero?…
Por cierto, me gustan los vestidos de las palenqueras, muy coloridos… hace años no voy a Cartagena.
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¡Estuve en Cali Kaldina! Preciosa ciudad, magnífica y con una gente increíble (como en toda Colombia, para ser exactos). No sabía que eras de allí; una pena. Ahora estoy en México (voy subiendo recuerdos o momentos del viaje de manera indistinta), pero si vuelvo –lo cual algún día va a ser inevitable– te aviso.
Un abrazo.
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Pues me siento indignada!!!… MENTIRA!! Puro cuento, que rico ese viaje tuyo, tengo ganas de hacer uno yo, aunque por ahora me queda un poco difícil. Nos chismoseas cómo te va y por supuesto, si vuelves me avisas
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Pues ya subiré alguna foto de Cali, Kaldina. Los paseos por la orilla del río hasta el zoológico o el centro, la plaza central (que no me acuerdo cómo se llama… perdón por ello)… vaya, ahora que lo pienso ¡mira si nos hemos cruzado por allí! Quién sabe, «La naturaleza imita al arte» Dijo Wilde…
Si vuelvo (ganas no me faltan, créeme); te aviso, dalo por hecho.
Abrazo.
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Buenos días Borgeano:
Que bello relato verídico y que colorido más hermoso, me ha encantado. La verdad eres una persona afortunada, sin duda alguna.
Un abrazo para ti y otro para tu bella protagonista.
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¡Hola Gaviota! Sí, reconozco que soy una persona afortunada y doy gracias a menudo por ello. Ahora estoy algo lejos, pero nada me gustaría más que sentarme a charlar otra vez con Julia. Si tengo la oportunidad de hacerlo (espero que sí), voy a mostrarle esta entrada y todos sus comentarios.
Abrazo enorme querida G.
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Abrazos bella persona.
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Maravillosa mujer, la vanidad ante todo 🙂 que gusto encontrase con una sonrisa como la de Julia y en un lugar como ese. Sin duda a veces algunas personas iluminan nuestros días.
Besos querido
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¡Tú eres una de ellas Shira! Sí, debo agradecer todas estas cosas que he ido encontrando a lo largo de mi camino. son momentos que no deberían olvidarse.
Cariños.
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Pues que os adoro!! A ti y a Julia, que se llama como mi madre. Por seguir siendo preciosa y querer serlo. Besos y mi admiración para ella
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Pues por lo visto nos alegramos el día mutuamente. Siempre dije que si algún día regreso a Cartagena de Indias (y espero que así sea), voy a buscarla para mostrarle la entrada y todo lo que la gente ha dicho de ella. Es curioso cómo esas personas se nos quedan prendidas en el alma.
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Y se nos quedan prendidas porque nuestras almas están compuestas de personas como Julia o como Doris. Y entendemos su valor y lo apreciamos, porque sabemos que no son como el resto, son seres especiales y nosotros los escritores, nos nutrimos de estos seres y al final, una pequeña parte de ellos se queda para siempre con nosotros.
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