Ésa puerta.

Jorge Luis Borges dice, en su poema Límites: «Para siempre cerraste alguna puerta / y hay un espejo que te espera en vano.» Lo que nos dice Borges en esos versos es que siempre, sin saberlo,  estamos despidiéndonos de algo; que en todo momento hay cosas, es decir, meros objetos, que quedan en nuestro pasado y que nunca más volveremos a ver ni a encontrar. Llevando esta idea un paso más allá, nos damos cuenta de que también dejamos atrás a personas (y no menos importante: que, a su vez, somos dejados); seres que sienten y que pueden haber dejado en nosotros algo más que un simple recuerdo o una anécdota.

Ésa puerta que quien lee tiene frente a sí es la misma que tengo yo y es por ella por quien cada uno de nosotros a entrado a éste sitio en el que nos encontramos. Ésa puerta es igual a todas las puertas, sin importar si está hecha de madera, de metal, de vidrio o si es un simple trozo de tela en una humilde casa construida con adobe. Ésa puerta es igual que todas las puertas porque se abre a nuestras posibilidades. Cuando la abrimos y pasamos a través de ella no nos deja otra opción que elegir; la puerta nos obliga a optar por uno de los infinitos caminos que tenemos por delante y está bien, entonces, que dentro de esas opciones se encuentren aquellas palabras de Borges; que podamos olvidar para siempre a aquella puerta y que, también, podamos ser olvidados por ella.