Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges.
Leo esta frase de Winwood Reade:
“El salvaje, el hombre primitivo, vive en un mundo extraño, un mundo de providencias especiales y de interposiciones divinas, que no tienen lugar espaciadamente, muy de vez en cuando y en aras de una gran finalidad, sino a diario, casi a cada hora… La muerte, en sí misma, no es un evento natural. Tarde o temprano, los hombres enfurecen a los dioses y son asesinados. Para quienes no han vivido entre los hombres primitivos, es difícil entender con total perfección el alcance de su fe. Cuando se le señala que sus dioses no existen, el hombre primitivo se limita a reír, maravillándose, sin más, de que se haga tan extraordinaria observación… Su credo está en armonía con su intelecto, y no puede ser modificado si antes no se modifica su intelecto.”
Bien, estoy de acuerdo con esta explicación de Reade. No creo que nadie pueda oponerse a ella. El punto es que no veo razón alguna por la que esta frase no pueda ser aplicada a cualquier tipo de creyente. ¿Será porque el “salvaje” siempre es el otro? ¿Será porque uno siempre encuentra tan fácil justificarse que no puede ver ni siquiera un poquito más allá el alcance de sus propias palabras? Cuando leí esto recordé los versos de Borges con los que abrí esta entrada. Si el salvaje siempre es el otro ¿qué sucede cuando el otro soy yo?
Muy acertado y enriquecedor tu matiz descentrando el texto de dios.
Un abrazo.
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Descentrar es una costumbre saludable, Alberto; es algo que hago a menudo y puedo asegurar que es algo magnífico. No siempre lleva a que la idea descentrada sea la correcta; pero en esos casos lo que se hace es confirmar la idea primera. Es decir, es un ejercicio saludable y enriquecedor. En éste caso en particular, además, es sólido.
Un abrazo.
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Sos jodido, che. Mirá cómo nos venís a desbaratar tanta conformidad, tanto pensamiento de bien y tan «cerrado». Con lo bien que viene que la culpa (y todo lo demás) sea ajena. El tipo, no; tenía que marcar el error.
Tus reflexiones me apremian (además de gustarme,claro).
Un beso.
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Me dibujaste una sonrisa con tu comentario Verónica; para marcar errores soy mandado a hacer pero, por fortuna, al primero que se los marco es a mí mismo. Sobre todo, claro está, si son errores de pensamiento; en ese caso no tengo ningún problema en reconocer mi error y cambiar lo que tenga que cambiar. Espero que estas modestas reflexiones impulsen a algún otro a repensar estas cosas (y a marcarme el error, si lo hubiera).
Estoy fuera; así que volveré a conectarme en cuanto pueda.
Un abrazo.
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Me hago un café, lo pienso bien y te digo.
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Bien; espero los resultados del café.
Abrazo.
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Aún no me tomé el café…
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Esos versos de Borges son de mis favoritos del mundo mundial, pero además me gusta el cruce de textos y conceptos que haces. Como dice la querida Verónica: tan contentos que estábamos todos y vienes a rompernos la conformidad. Pero por hoy lo celebro. Aunque no me guste pensar que yo pueda ser «la otra», auch, de vez en cuando me viene bien.
Abrazos
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Nada me gusta más que romper esquemas, propios y ajenos. Para conformidad y términos medios ahí están la televisión y las canciones de Arjona. (Sé que no vas a dejarme sólo, de allí que me anime a la bravuconada barata). Bienvenidas sean, entonces, las rupturas.
Abrazos.
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Bienvenidas sean. Amén.
Abrazos, querido
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PD Y qué belleza de imagen para ilustrar la entrada…
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“Sacamos los pesados revólveres y alegremente dimos muerte a los dioses”. Ragnarok (en El Hacedor de Borges)
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Gracias por recordarme esa cita, Mónica. Con Danioska (a quien puedes ver aquí arriba) siempre decimos que Borges ya escribió todo; es casi imposible no encontrar un tema donde no se pueda poner una cita de él. Qué hermoso lujo tenemos de haber sido sus contemporáneos…
Un abrazo.
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Entonces será que cuando se dice «otro» se entiende «yo», en el sentido de que a penas encuentro el diferente, tomo consciencia de mí mismo.
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En parte sí y en parte es, simplemente, «ponerse en los zapatos del otro»; es decir, reconocer que lo que uno piensa del otro también es válido para que el otro lo piense de uno, cosa que no siempre se está dispuesto a aceptar.
Saludos.
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