La Maga, aquel inolvidable personaje de Rayuela, existió. ¿Su nombre real? Edith Aron, a la que Julio Cortázar confesó que iba a escribir un libro mágico. La primera esposa de Cortázar, Aurora Bernárdez, recomienda a su pareja que contacte con su amiga Edith cuando llegue a París. En 1951, Cortázar se muda a Francia y comienza a trabajar en las tiendas Printemps, donde ya se empleaba Edith Aron. A partir de entonces, Aron y Cortázar estrechan su relación, antes de la irrupción en París de Bernárdez, en la navidad de 1952. Aron publicó el libro 55 Rayuelas (Belacqua, 2007).
No se trata del único personaje real con ecos en la novela: el pintor Etienne, gran amigo de Oliveira, se correspondería con el artista argentino Sergio de Castro, al que Cortázar y Aron conocieron en París años antes de la escritura de Rayuela. Y Cortázar no cerraría el círculo, o el triángulo, pareciéndose a Oliveira, el protagonista, sino que se reservó un lugar más discreto: Morelli, el novelista. Juegos de espejos habituales en la literatura, los personajes a veces han respirado en la vida real y hasta es posible que, alguna vez, nos hayamos cruzado con alguno de ellos a quienes todavía no hemos tenido el placer de leerlos en esa otra vida.
No sabía este detalle pero siempre pensé que ese personaje era el reflejo de alguien que él conocía.
Un abrazo.
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Es la sensación que siempre nos deja Cortázar. En líneas generales trata y describe a sus personajes con tanto afecto que uno los cree siempre reales. En este caso, además, parece haber una historia afectiva real detrás, lo cual torna todo mucho más interesante.
Un abrazo.
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Muy interesante.
Llevas razón. A mi me sucedió con Felipe Müller, el personaje de «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño. Me crucé con él en Oslo, en el museo de las casas. Nevaba, prácticamente solos, la nieve y las casas confundiendo sus siluetas. Y a miles de kilómetros de nuestras ciudades, ¡sincronía!
En aquél invierno no había leído la novela, pero si conocía a Bruno (Felipe) los dos vivíamos en Barcelona, en el Raval, y compartíamos poesía.
Un abrazo
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¡Qué maravillosa viñeta, Xavier! Puedo asegurarte que me alegraste el día (suelo alegrarme mucho con aquellas cosas que otras personas –la mayoría– consideraría triviales). Usaste una palabra clave: «sincronía». Cuando ella se hace presente en mi vida puedo asegurarte que nada más parece tener sentido. Esos momentos en que el azar tiñe de manera fantástica e indescriptible a un momento de mi vida es de las mejores cosas que pueden sucederme. Gracias por este comentario enorme.
Un fuerte abrazo.
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Siempre resulta interesante e instructivo leerte. Gracias.
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Muchas gracias, mi querida amiga. Siempre es un enorme placer compartir cosas como ésta; y más placentero aún es que a ustedes les guste.
Un abrazo.
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Saludos.
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Creo que en la mayor parte de las textos literarios hay siempre una huella de realidad conjugada con lo imaginado.
Celebro lo que hoy nos cuentas, y te felicito por cómo lo cuentas.
Un abrazo.
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Supongo que así es, Isabel; los escritores no crean, en general, de la nada absoluta. Sería muy interesante saber con exactitud qué esconden aquellos textos que amamos personalmente.
Un abrazo.
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Mejor dejar que esos textos que amamos los hagamos nuestros ¿para qué la exactitud?
Un abrazo
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De leerlos o de escribirlos, me encantan estas historias, ese personaje tan memorable ahora adquiere otro rostro y nombre, con cuántos mas personajes nos hemos topado cada día, me encantaría descubrir los que esconden tu pluma 🙂 Abrazos
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Saber que estos personajes tienen una existencia real y propia fuera de las páginas que han inspirado siempre es algo que le suma valor al texto (no necesariamente en el aspecto literario, claro; pero sí a nosotros como lectores enamorados de tal o cual novela o cuento). Cruzarse con ellos no deja de ser una actitud algo cercana a lo fanático; pero sé que me entiendes cuando hablo de ello y que comprendes que hago referencia a personas normales y equilibradas. En lo personal suelo hacerlo bastante, pero nadie lo sabe porque no publico ¿será hora de empezar a hacerlo? Tal vez…
Un fuerte abrazo.
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