Una obra de Ioulia Akhmadeeva

Ioulia Akhmadeeva (1)Ioulia Akhmadeeva, dictó, hace unos meses, un taller de libro de artista del que tuve la suerte de formar parte. Luego, pasado un tiempo, asistí a una muestra colectiva en la que participó y en la que tuve la enorme suerte de ganar un grabado de ella (la única de sus obras que se sorteaba entre los presentes aquella noche). Ahora pude asistir a una nueva muestra de su obra, la cual se expone en el Museo de Arte Moderno de Morelia. La obra se divide en tres partes y recorren la vida itinerante de la artista. Ioulia dijo, en la inauguración, que ella no era una artista rusa que vivía en México; sino que era una artista mexicana que había llegado de Rusia (este país tiene esa extraña cualidad: la de hacerse querer hasta el punto en que uno termina creyendo —no sin algo de razón, a veces—, que uno lo quiere más que muchos de los que nacieron aquí. Pero no voy a meterme en ese tema, hoy no es el día para ello) y eso se nota en muchas de sus obras. El exilio, tenga éste las razones que tuviere, siempre marca y siempre lo hace de manera imperecedera. A lo largo de toda la muestra eso se hace palpable y su presencia no pasa desapercibida. Obras como mis tortillas para Valentina o Memorias transferidas, encapsuladas, bordadas, impresas. Panes y Tortillas (una de mis favoritas) destacan esta ambigua relación de amor por la tierra de origen y por el país que hoy la contiene. Quisiera, ahora, destacar otra de las obras. Se trata de Día de conocimiento e integra a Muerte y pacifismo, una de las tres partes principales de la muestra general. Día de conocimiento es un homenaje a los niños que murieron en la masacre en la Escuela Primaria #1 de Beslan, en Osetia, Rusia, en el 2004. También conmemora a los niños muertos en matanzas y asesinatos a lo largo del mundo, como los de Medio Oriente y Europa en el Siglo XX (en los campos de concentración o en los trabajos forzados del Gulag ruso) y hasta la actualidad como en Siria, Ucrania o México. La obra es una instalación que muestra el mandil blanco del uniforme escolar de Akhmadeeva con impresiones en transferencia electrográfica; piedras volcánicas que representan la violencia ejercida sobre los niños y ofrendas de agua (la misma Ioulia contó, en la inauguración, que no se les permitía a los niños tomar agua). Bajo el mandil, cuatro mil hojas otoñales (rememorando la estación en que ocurrió el hecho) llevan, por un lado, una fotografía de una de las tantas víctimas y su nombre del otro lado. Quienes asisten a la muestra pueden llevarse una hoja como recuerdo de aquel día y como recuerdo de uno de aquellos niños. Me agacho y tomo una. Un niño pequeño me mira desde un fondo negro. En el reverso, leo: Albert Adyrjaev (2001-2004). Guardo la hoja en mi pasaporte, saludo a Ioulia y me voy; volveré al día siguiente, cuando no haya tanta gente.

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6 comentarios el “Una obra de Ioulia Akhmadeeva

  1. A veces me gustaría poseer el don de la ubicuidad. Sí, y no perderme esos momentos mágicos que los artistas nos regalan. Pero como no es posible, en este caso, disfruto con tus acertados comentarios y tus fotografías.

    Un abrazo holográfico pero cálido.

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    • Borgeano dice:

      Es cierto Xabier, a veces uno quisiera tener esa capacidad para poder moverse por el mundo disfrutando de cosas como esta (mi intención original al salir de viaje de Argentina era la de ir a Europa; sin duda alguna, ustedes tienen la mayor tradición museística del mundo y, aunque me fue imposible poder visitarlos en esta oportunidad, espero poder hacerlo en algún momento). la muestra de Ioulia es estupenda. no soy muy amante de las instalaciones, pero en este caso tuve que plegar mis críticas y me alegra mucho haberlo hecho. Es genial cuando te hacen callar con buenos argumentos.

      Un fuerte abrazo (me gustó mucho el tuyo: muy original).

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  2. danioska dice:

    Diría que es preciosa la idea, si no fuera porque es estrujante. Como Xabier, me encantaría poder estar ahí y vivir esa experiencia, con la presencia de la artista y las emociones que subyacen a la obra. Gracias por permitirlo con tu texto y tus fotos, querido.
    Abrazo que sale volando como hoj’al viento

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    • Borgeano dice:

      Ésta es una de esas ocasiones donde lo terrible real hace que uno sienta ciertos pruritos al aceptar lo maravilloso estético. Podríamos enlazar esta obra (o la mirada sobre la obra) con aquel tema que hemos tocado un par de veces; el de aquella polémica entre Susan Sontag y la obra de Sebastiao Salgado. ¿Dónde trazar el límite? Sigo sin encontrar la respuesta, si es que hay alguna.

      Agarro tu abrazo al vuelo.

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  3. Shira Shaman dice:

    Una experiencia maravillosa, la de conocer al autor de una obra y poder conocer su trabajo de primera mano, artistas como Ioulia nos ayudan no sólo a acercarnos a su cultura, nos abren la puerta para conocer sus sentimientos más intimos como su familia, sus raices y su asimlación a un nuevo pueblo. Creo que compartimos el dolor por los que sufren y mas aun cuando se trata de niños, me parece que eso nos vuelve más humanos y al artista un educador por medio de su obra. Abrazos.

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    • Borgeano dice:

      Tal vez, Shira, hayas dado en el clavo con respecto al tema que traté en la respuesta a Danioska. Tal vez la clave esté ahí: «el artista como educador a través de su obra»; eso me pareció perfecto. Conocer al autor es siempre enriquecedor, al menos en casos como el de Ioulia (o el del maestro Ehrenberg, por ejemplo). Poder manejar temas tan dolorosos de una manera tan sutil y al mismo tiempo fuerte es una característica digna de apreciar y de aplaudir.

      Cariños.

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