Elogio del silencio.

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Lago Cuitzeo

Como muchas de mis entradas, ésta tendrá dos partes. Ya saben comienzo hablando de una cosa y termino comentado algo tangencial a lo primero. Esta vez lo haré de manera consciente desde el mismo principio.
El fin de semana lo pasé en una montaña, con una zona arqueológica a mis espaldas, el Lago Cuitzeo frente a mi y más montañas al otro lado del enorme lago; estuve junto a un maravilloso grupo de personas a las que conocí allí (fui invitado por una amiga y sólo la conocía a ella). Este grupo se reúne todos los meses y llevan a cabo una serie de rituales místicos a los cuales estuve invitado pero en los que duré bien poco, ya que ellos implican la permanencia en un temazcal, el cual es una especie de tienda cerrada donde se colocan en su centro una determinada cantidad de rocas al rojo vivo y se la moja para que suelten vapor. Esto se hace cuatro veces y la ceremonia puede durar más de dos horas. Yo, humilde nativo de tierras frías, no duré ni cuatro minutos. Si la ceremonia se llevase adelante con hielo sería el hombre más feliz del mundo, pero así no, me es imposible. Entonces me disculpé (lejos de mí el querer ser irrespetuoso con las costumbres locales) y salí de allí. Era tarde en la noche y estaba frío; yo, feliz, me acosté en el césped y me quedé allí mientras el resto del grupo continuaba con su ceremonia. Debo decir que no me sentí muy feliz por no haber participado en esa ceremonia; quería hacerlo, quería ser parte de ese ritual y quería aprender el significado profundo de todo ello, pero no pude hacerlo. Me sentí, sí, algo avergonzado, pero el grupo me trató maravillosamente y me brindaron todo su apoyo y su comprensión. Pasé entonces tres días allí, compartiendo con ellos, ayudando en lo que podía, respondiendo infinidad de preguntas y preguntando otra cantidad posiblemente no menor. Fueron tres días sin conexión con el mundo exterior, como suele decirse; al menos en mi caso no hubo un solo momento en que tuviese un aparato electrónico en mis manos. Todo se redujo a charlar, compartir, aprender, enseñar. Todo era un profundo silencio sólo roto por voces humanas y nada más que por voces humanas.
El domingo por la tarde regresé a Morelia y a las tres horas de haber llegado sentí que quería volver a esa montaña y quedarme allí por un tiempo indefinido. Fue tanto el cúmulo de tonterías, malas noticias y palabras vacías que en poco tiempo me sentí saturado, agobiado, cansado por ese ruido de fondo que parecía que no iba a detenerse nunca.
Silencio. Lo único que quería era silencio. Quería volver y sentarme a conversar con Laura mientras mirábamos el paisaje michoacano; quería volver y sentir el apoyo de «Soco» cuando comencé a sentirme mal dentro del temazcal; quería volver y compartir la cocina con Nicolás y su profundo conocimiento tradicional de la cocina mexicana; quería volver y seguir despejando las eternas dudas de Gerardo, quien con sus veintiún años quería saber todo y por eso preguntaba una y otra vez con absoluta inocencia.
Sé que lo que estoy diciendo suena algo hippie o indie o como quiera que se lo llame en estos tiempos; no importa demasiado la denominación y tampoco importa si alguien encuentra esto naïv. Sólo expongo una verdad básica que puede comprenderse cuando se vive una experiencia de este tipo: el ruido de fondo de la sociedad industrial es demasiado… todo. Demasiado elevado, demasiado persistente, demasiado constante; como dije: demasiado todo.
Entonces entro al segundo tema, al tema tangencial: Cuenta una antigua historia que, ante la llegada de un emisario extranjero que había llegado a Grecia para realizar un informe sobre los avances de esta civilización, se reunieron muchos filósofos dispuestos a dejar en alto a la civilización a la que pertenecían. Pero había allí uno que permanecía callado. Casi al final de la reunión el emisario extranjero le preguntó a este hombre, que no era otro que Zenón de Elea, si no tenía nada que decir, a lo que filósofo respondió: «Dile a tu amo que has encontrado entre los griegos a un hombre que sabía callar». No podía ser de otro modo, el paradójico Zenón valorando el silencio en el mismo momento en que lo rompe. Dice Roland Barthes que el silencio es un significante; lo que significa, en buen español, que el silencio tiene el mismo valor, el mismo significado, la misma importancia que la palabra. Claro, en este caso, el silencio es mucho más poderoso que la palabra (e infinitamente más poderoso que el ruido). Y eso es lo que quiero o necesito en este momento: hundirme en lo más profundo del poderoso silencio; dejarme llevar por él durante un tiempo. Descansar hasta de mí mismo. Entonces, para no contradecirme y para empezar ahora mismo, me despido como en Hamlet lo hace el compañero Shakespeare: …y el resto es silencio.

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27 comentarios el “Elogio del silencio.

  1. Normalmente, a todo aquello que nos resulta extraño lo «calificamos-descalificamos» con términos un poco… Puedo entender tu problema térmico

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  2. Perdón, se cortó… Lo cierto es que cuando alguien te invita a algo tan íntimo como ese tipo de rituales significa que ve en ti una gran apertura de mente y tiene mucha confianza en que respetarás todo aquello. Disfruta de la amistad, de la compañía y sobre todo el silencio, donde todos crecemos. Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Lo que dices es cierto, siendo una comunidad muy comprensiva y abierta son, al mismo tiempo, muy cuidadosos y respetuosos de sus tradiciones. Sé que el haberme invitado fue un acto que me honra; de allí que me hubiese gustado haber podido participar de ese rito; pero esos altos rangos de calor son algo que no puedo tolerar. Es una limitación física que creo va a impedirme poder llevarlo adelante (ya me han invitado a seguir formando parte de las actividades del grupo). Veré qué hago cuando llegue el momento.

      Un abrazo.

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  3. La desconexión equiparable a la que cuentas , es algo que practico con frecuencia buscando el contacto con la naturaleza; pero también sin salir de casa, únicamente desconectado «del mundo» que nos agita.
    Muy buen artículo. Gracias por acercarnos a ese maravilloso paraje del lago Cuitzeo.
    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Yo trato de hacer eso, Isabel, aunque no siempre lo consigo. En este caso en particular debo agregar la maravillosa oportunidad de compartir con un grupo de personas muy interesante. Soy, por regla general, bastante reacio a los grupos grandes; pero aquí me sentí sumamente cómodo.

      Un abrazo.

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  4. María dice:

    Querido amigo, una vez una persona me reprochó que buscaba con mucha frecuencia la soledad y el silencio y que eso me separaba de los demás. Yo le respondí que precisamente para acercarme a los que amo, debo practicar de vez en cuando ese silencio, porque desde allí encuentro la serenidad que necesito para vivir en este mundo en el que ruido, las palabras vanas y la aceleración, están tan presentes.
    Y te digo, no te agobies por no poder estar en esas calurosas sesiones, por lo que cuentas, ellos lo van a entender de maravilla.
    Besetes silenciosos, muy silenciosos.

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    • Borgeano dice:

      Es muy común eso de criticar lo que no se entiende ¿no? Me refiero a esas palabras de tu amigo, cosa que yo he sufrido bastante a lo largo de mi vida (por esto o por aquello, no importa; pero parece ser que si uno hace la más mínima cosa que se salga de lo que el rebaño busca eso activa de inmediato las alarmas de la manada). La soledad y el silencio son indispensables para poder centrarse y volver a la lucha cotidiana con fuerzas y tranquilidad, así que no hay nada de malo en ello. Si lo hubiera, lamento decirlo, no voy a dejar de hacerlo, ya que eso, para mí, es el pan de cada día. En cuanto a no poder entrar al temazcal, no, no me agobia en absoluto, sólo que ne ese momento me sentí un poco incómodo por lo que podían pensar de mi. De todos modos,como dije, fueron muy amables y eso hizo que todo fluyera bien a lo largo del fin de semana.

      Un fuerte abrazo.

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  5. Rosa Ave Fénix dice:

    Convencida estoy que la experiencia debe haber sido muy gratificante. En aquella tiendas de campaña seguro que te sentiste como en una fauna, quizás al aire libre te hubiese atraído más, pero el ritual debe seguir según la tradición, que sean cuales sean … deben de ser respectadas. Silencio… hermosa palabra, yo también disfruto de él y no me gustan las aglomeraciones. En español hay una frase… La palabra es de plata, pero el silencio es de oro. Gracias por estas entradas tan buenas que nos deparas,
    Abrazos cariñosos plenos de silencio…

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    • Borgeano dice:

      El temazcal es como una tienda, exacto; y también es exacto que al aire libre me sentí mucho mejor. Soy de tierras frías y eso es lo que me gusta y lo que disfruto. De un modo u otro, el fin de semana estuvo lleno de enseñanzas y de buenos momentos compartidos; voy a estar siempre agradecido por esta experiencia. Soy, por regla general, un solitario y disfruto de grupos pequeños, no de grandes aglomeraciones. Me llevo la frase española por precisa y certera.

      Abrazos silenciosos pero no por ello menos cariñosos.

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  6. Conozco esos lugares que citas, preciosos. También he vivido en otro lugar, en el Monte Shasta, California, un temazcal, luna llena, en la noche fría, un grupo de personas, muchos desconocidos para mí, lo dirigía mi ex profesora de periodismo… fue una experiencia única y te animo a que la próxima vez participes, aunque para ello tengas que «sudar la gota gorda» como decimos por acá y luego «la gota fría». Muy distinta experiencia a la que viví en Morelos, otro temazcal con la chamana Modesta, ya desparecida. Pero comprendo tu decisión y también todo lo que percibiste en ese silencio y apartamiento del mundo por un rato. Cuando vuelves a la otra rutina, ya nada es igual. Yo ahora vivo en el campo y un poco apartada del mundo. Por ello comparto cada una de tus palabras y te animo a que vuelvas con tus amigos y poco a poco vivas la experiencia de esa limpieza corporal que luego es armonía.
    Te dejo este link por si quieres conocer a Modesta, fue una mujer muy querida en la zona de Morelos. Mi abrazo.

    http://magiasdemexico-julie.blogspot.com.es/2012/07/lideres-y-chamanes-de-mexico.html

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    • Borgeano dice:

      Gracias por compartir tus experiencias, Julie; mucho me temo que para mí eso será casi un imposible, ya que sufro de una condición médica (relativa a mi presión sanguínea y mi sistema nervioso) que creo no va a permitirme poder compartir esa experiencia. De todos modos, pude compartir el resto del tiempo con ellos y, aunque el temazcal es el centro de las ceremonias y lo más importante de toda esa reunión, para mí fue suficiente con haber podido compartir ese fin de semana. Sólo con eso volví relajado y con la mente mucho más tranquila, supongo que si hubiese podido participar del temazcal la cosa sería mucho más profunda aún.
      Gracias por el enlace, ya mismo lo estoy leyendo.

      Abrazos.

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  7. Tu entrada de ayer me ha parecido, sinceramente, sublime. Ahora me explico por qué tu blog está en el primer lugar de cuantos sigo. Lástima de no haber disfrutado antes de él. Ahora voy a manuscribir tres páginas del libro en pergamino para mi nieto y luego disfrutaré de tu entrada de hoy. Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      ¡Caramba, hombre, que me has dejado sin palabras! Muchísimas gracias por tus conceptos, Ildefonso; es un enorme placer saber que se considera tanto a esto que no es más que la exposición casual de un hombre sumamente curioso (si tengo alguna virtud intelectual supongo que es ésta, la de querer saber todo de todo. Como un niño que se ha negado a crecer vivo preguntando «¿Y por qué?» de manera constante).

      Un fuerte abrazo y nuevamente gracias por tus palabras.

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      • Supongamos, querido escritor que estamos recostados en el césped charlando de colores y verdades y supongamos que yo no pretendo más que elogiarle porque su artículo me ha parecido realmente espectacular.
        Y supongamos que ahora son las diecisiete horas en Madrid y que justo ahora la nube que debía estar ocultando la entrada de la luz por mi ventana es desplazada por el viento y me deja pasar el sol que me asomo a la ventana a contemplar y me deslumbra, pues está aún bastante alto y no tiene el filtro de los días anteriores.
        Convengamos también que a las 10:19 he saludado a una amiga por mensaje al teléfono y le he pedido: «Andá», «leéte» los tres primeros párrafos y «confirmame» que, como yo creo, «costados» es correcto para este fenómeno que he encontrado en Internet: https://borgeano.wordpress.com/2015/12/18/lo-que-importa/
        Y acordemos, por último, que a las 17:09 no tengo ni la más remota idea de si, en contra de lo que pensaba al principio, costados es un posible error de mecanografiado que se le ha escapado a mi admirado escritor de alma curiosa.
        Esta amiga a la que le he pedido opinión sobre su «costados» es de Coronel Suárez, cerca de Mar del Plata.
        Imaginemos que estamos tomando un mate vos, ella y yo. Usted y yo miramos a sus ojos y ¿qué vemos? Ojos azules.
        Ya es un gran paso, porque los hay lindando la frontera con el verde o con el gris o con ambos tonos.
        Pero ¿Qué azul? Me encantan los azules. Celeste es el del cielo.
        Lanza del Vasto, en sus Principios y preceptos del retorno a la evidencia dice:
        Amas al mar, que para ti no es más que un desierto en el que el viento siembra y recoge la espuma. El mar, indiferente a la bonanza y amenazador en la tempestad, no puede darte sino frío, amargura y muerte. Y tú lo quieres porque lleva el rostro del cielo multiplicado.
        Ama a los hombres así, amigo, y no esperes nada más, ni ninguna otra cosa.
        ¿Y cómo puedes hablar del reflejo del celeste en el mar dando un azul ultramar? Pero tenemos más azules. El azul Klein, por el nombre del pintor que embadurnaba el cuerpo desnudo de sus modelos con ese azul, el azul alquímico, el azul nazareno, el azul del niño o del joven que di título al cuadro de Thomas Gainsborough.
        Y, claro, no será lo mismo ese azul color pigmento o color luz. Y dependerá de la reproducción de la obra que utilicemos, y de la iluminación de la misma.
        Pero viendo una sola obra supongamos un color plano azul y dando la misma iluminación a la misma y durante un tiempo de visualización determinado, el mismo para ambos observadores sin defecto óptico alguno, y provistos de una carta de azules PANTONE, ambos dirán si están viendo, por ejemplo el azul 301.
        Los ojos de mi amiga tenían esta tarde color azul pantone 301. No es una denominación muy poética que digamos, pero a mí me sirve para recordar exactamente el color que yo vi. Ni siquiera estoy seguro de que exista una sola carta Pantone, pero sé en qué carta lo he mirado yo. Y ha sido recién llegado a casa. Después de tomarme un double chocolat a su salud.
        Tengo que escribir sobre el azul. No puedo dejar de pensar en el azul.
        Pero antes de hacerlo, he de decir que mi amiga estaba hoy radiante. Por eso, con la excusa de la caballerosidad por el asiento en mal estado la he situado de cara a la calle, para verla bien iluminada.
        «Así como el amarillo siempre implica luz, cabe decir que el azul siempre comporta oscuridad. Ese color causa en la vista una impresión singular, indescriptible. Es, como color, una energía, pero pertenece al lado negativo, y en su pureza suprema es, por así decirlo, una negación estimulante. Su efecto es una mezcla de excitación y de serenidad.»
        GOETHE, Teoría de los colores.
        Ansío leer la teoría de los colores de la que ha sacado Tracy Chevalier este epígrafe. No sé si será cierto que Nietzsche dijo que hay que tener cuidado con el epígrafe, no sea que el libro que le siga no pueda mejorarlo. El libro de Tracy Chevalier que lo utiliza es “El azul de la virgen”.
        El azul lapislázuli es precioso. Hay que ver esta piedra semipreciosa en distintas variedades para darse cuenta de su belleza, pero ¿Cómo describirlo? Tratar de etiquetarlo es traicionarlo. No sólo porque no siempre tiene el mismo color, sino porque las tallas que con esta piedra preciosa que tiene el color del cielo, son distintas del mineral en sí. Por cierto ¿Cuál es el color del cielo?
        El azul lapislázuli me lo he encontrado en las tintas Ecoline con la denominación Cyán, es decir, el nombre del azul primario en artes gráficas. Sin embargo, ahora, el mismo número que tenía ese color, 578, ahora lo venden como azul celeste (cyan). A mí, el lapislázuli me parece más oscuro, pero ¿No es el mar el reflejo del cielo? La Ecoline 506 es outremer foncè que podríamos traducir por ultramar profundo o mejor, oscuro.
        Y creo que estos, que son difíciles de distinguir para el que no está acostumbrado a la pintura, podríamos decir que son el azul de la Virgen.
        De la lectura del libro de Chevalier parece inferirse ese color. El 5 ó 6 de septiembre pasado aparecía la siguiente noticia en El País: «Domenikos Theotokopoulos, que así se llamaba El Greco para desesperación de generaciones de estudiantes, fue redescubierto a principios de 1900 -tres siglos después de su muerte en 1614- y convertido en un mito de la España triste que acababa de perder las colonias. De su obra apenas se resaltó lo oscuro, lo tenebroso, lo místico de la católica alma castellana. De ahí que la comisaria Ana Carmen Lavín y el diseñador Óscar Mariné se hayan confabulado para sacarle los colores a El Greco, y qué mejor lugar que México. La muestra que se acaba de inaugurar en el museo del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal juega con la iluminación para mostrar a un artista que nada tiene que ver con una etiqueta tanto tiempo soportada».
        El azul Prusia es uno de los que más me gusta y su denominación es muy interesante y su color azul verdoso podría servir para denominar algunos ojos, pero es demasiado profesional. ¿A qué mujer le iba a gustar que le dijeran “tienes unos ojos azul prusia…”?. También el azul turquesa es fascinante. Por la piedra pero ¿tendrá algo que ver con las aguas de Turquía?
        Mi amiga respira verdad y bondad por los cuatro costados y sobre todo una alegría interna que no tiene precio.
        En fin, amiga, que hoy tenías los ojos preciosos. Gracias por tu compañía, por tu compartir, por ser mi amiga. Para que me perdones por dar a tus ojos un nombre tan técnico, 301, te copio unos versos del saber popular:
        Ojos verdes son traidores, azules son mentireiros, los negros y acastañados, son firmes y verdadeiros.
        Como puedes ver, el saber popular, a veces, es algo envidiosillo.
        ¿Borges o Nietzsche? La filosofía es algo más que un conocimiento de la historia de la misma o de la historia de las ideas y no me encuentro preparado para tratar este tema. Conozco a un licenciado en filosofía pura que toma unas decisiones políticas y vivenciales a mi modo de ver inexplicables, pero lo mejor, a mi modo de ver, es ser coherente con el propio pensamiento y buscar la verdad. Respetar a los demás, obviamente, pero no su pensamiento si piensan que, en base diez, tres y dos son cuatro. En cuanto a su libertad de equivocarse, tienen la misma que tenemos todos. Y sobre gustos no hay disputas y para gustos, los colores.
        Y en fin, amigo, coincido contigo en que lo único que debe preocuparnos es que, recostados allí en el césped, compartimos un momento de verdad poética mucho más importante que cualquier definición; hombro con hombro, cielo con cielo, verdad con verdad.
        Son ya las 18:04 y el cielo es rojo poniente.

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  8. Laura dice:

    Gracias por tu bella descripción…nosotros también disfrutamos tu presencia…y siempre serás bienvenido..! Un gran abrazo…

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    • Borgeano dice:

      Gracias, querida Laura. Espero poder compartir con ustedes algún otro momento como éste en el futuro. El agradecido soy y seré, yo.

      Un abrazo.

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      • Supongamos, querido escritor que estamos recostados en el césped charlando de colores y verdades y supongamos que yo no pretendo más que elogiarle porque su artículo me ha parecido realmente espectacular.
        Y supongamos que ahora son las diecisiete horas en Madrid y que justo ahora la nube que debía estar ocultando la entrada de la luz por mi ventana es desplazada por el viento y me deja pasar el sol que me asomo a la ventana a contemplar y me deslumbra, pues está aún bastante alto y no tiene el filtro de los días anteriores.
        Convengamos también que a las 10:19 he saludado a una amiga por mensaje al teléfono y le he pedido: «Andá», «leéte» los tres primeros párrafos y «confirmame» que, como yo creo, «costados» es correcto para este fenómeno que he encontrado en Internet: https://borgeano.wordpress.com/2015/12/18/lo-que-importa/
        Y acordemos, por último, que a las 17:09 no tengo ni la más remota idea de si, en contra de lo que pensaba al principio, costados es un posible error de mecanografiado que se le ha escapado a mi admirado escritor de alma curiosa.
        Esta amiga a la que le he pedido opinión sobre su «costados» es de Coronel Suárez, cerca de Mar del Plata.
        Imaginemos que estamos tomando un mate vos, ella y yo. Usted y yo miramos a sus ojos y ¿qué vemos? Ojos azules.
        Ya es un gran paso, porque los hay lindando la frontera con el verde o con el gris o con ambos tonos.
        Pero ¿Qué azul? Me encantan los azules. Celeste es el del cielo.
        Lanza del Vasto, en sus Principios y preceptos del retorno a la evidencia dice:
        Amas al mar, que para ti no es más que un desierto en el que el viento siembra y recoge la espuma. El mar, indiferente a la bonanza y amenazador en la tempestad, no puede darte sino frío, amargura y muerte. Y tú lo quieres porque lleva el rostro del cielo multiplicado.
        Ama a los hombres así, amigo, y no esperes nada más, ni ninguna otra cosa.
        ¿Y cómo puedes hablar del reflejo del celeste en el mar dando un azul ultramar? Pero tenemos más azules. El azul Klein, por el nombre del pintor que embadurnaba el cuerpo desnudo de sus modelos con ese azul, el azul alquímico, el azul nazareno, el azul del niño o del joven que di título al cuadro de Thomas Gainsborough.
        Y, claro, no será lo mismo ese azul color pigmento o color luz. Y dependerá de la reproducción de la obra que utilicemos, y de la iluminación de la misma.
        Pero viendo una sola obra supongamos un color plano azul y dando la misma iluminación a la misma y durante un tiempo de visualización determinado, el mismo para ambos observadores sin defecto óptico alguno, y provistos de una carta de azules PANTONE, ambos dirán si están viendo, por ejemplo el azul 301.
        Los ojos de mi amiga tenían esta tarde color azul pantone 301. No es una denominación muy poética que digamos, pero a mí me sirve para recordar exactamente el color que yo vi. Ni siquiera estoy seguro de que exista una sola carta Pantone, pero sé en qué carta lo he mirado yo. Y ha sido recién llegado a casa. Después de tomarme un double chocolat a su salud.
        Tengo que escribir sobre el azul. No puedo dejar de pensar en el azul.
        Pero antes de hacerlo, he de decir que mi amiga estaba hoy radiante. Por eso, con la excusa de la caballerosidad por el asiento en mal estado la he situado de cara a la calle, para verla bien iluminada.
        «Así como el amarillo siempre implica luz, cabe decir que el azul siempre comporta oscuridad. Ese color causa en la vista una impresión singular, indescriptible. Es, como color, una energía, pero pertenece al lado negativo, y en su pureza suprema es, por así decirlo, una negación estimulante. Su efecto es una mezcla de excitación y de serenidad.»
        GOETHE, Teoría de los colores.
        Ansío leer la teoría de los colores de la que ha sacado Tracy Chevalier este epígrafe. No sé si será cierto que Nietzsche dijo que hay que tener cuidado con el epígrafe, no sea que el libro que le siga no pueda mejorarlo. El libro de Tracy Chevalier que lo utiliza es “El azul de la virgen”.
        El azul lapislázuli es precioso. Hay que ver esta piedra semipreciosa en distintas variedades para darse cuenta de su belleza, pero ¿Cómo describirlo? Tratar de etiquetarlo es traicionarlo. No sólo porque no siempre tiene el mismo color, sino porque las tallas que con esta piedra preciosa que tiene el color del cielo, son distintas del mineral en sí. Por cierto ¿Cuál es el color del cielo?
        El azul lapislázuli me lo he encontrado en las tintas Ecoline con la denominación Cyán, es decir, el nombre del azul primario en artes gráficas. Sin embargo, ahora, el mismo número que tenía ese color, 578, ahora lo venden como azul celeste (cyan). A mí, el lapislázuli me parece más oscuro, pero ¿No es el mar el reflejo del cielo? La Ecoline 506 es outremer foncè que podríamos traducir por ultramar profundo o mejor, oscuro.
        Y creo que estos, que son difíciles de distinguir para el que no está acostumbrado a la pintura, podríamos decir que son el azul de la Virgen.
        De la lectura del libro de Chevalier parece inferirse ese color. El 5 ó 6 de septiembre pasado aparecía la siguiente noticia en El País: «Domenikos Theotokopoulos, que así se llamaba El Greco para desesperación de generaciones de estudiantes, fue redescubierto a principios de 1900 -tres siglos después de su muerte en 1614- y convertido en un mito de la España triste que acababa de perder las colonias. De su obra apenas se resaltó lo oscuro, lo tenebroso, lo místico de la católica alma castellana. De ahí que la comisaria Ana Carmen Lavín y el diseñador Óscar Mariné se hayan confabulado para sacarle los colores a El Greco, y qué mejor lugar que México. La muestra que se acaba de inaugurar en el museo del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal juega con la iluminación para mostrar a un artista que nada tiene que ver con una etiqueta tanto tiempo soportada».
        El azul Prusia es uno de los que más me gusta y su denominación es muy interesante y su color azul verdoso podría servir para denominar algunos ojos, pero es demasiado profesional. ¿A qué mujer le iba a gustar que le dijeran “tienes unos ojos azul prusia…”?. También el azul turquesa es fascinante. Por la piedra pero ¿tendrá algo que ver con las aguas de Turquía?
        Mi amiga respira verdad y bondad por los cuatro costados y sobre todo una alegría interna que no tiene precio.
        En fin, amiga, que hoy tenías los ojos preciosos. Gracias por tu compañía, por tu compartir, por ser mi amiga. Para que me perdones por dar a tus ojos un nombre tan técnico, 301, te copio unos versos del saber popular:
        Ojos verdes son traidores, azules son mentireiros, los negros y acastañados, son firmes y verdadeiros.
        Como puedes ver, el saber popular, a veces, es algo envidiosillo.
        ¿Borges o Nietzsche? La filosofía es algo más que un conocimiento de la historia de la misma o de la historia de las ideas y no me encuentro preparado para tratar este tema. Conozco a un licenciado en filosofía pura que toma unas decisiones políticas y vivenciales a mi modo de ver inexplicables, pero lo mejor, a mi modo de ver, es ser coherente con el propio pensamiento y buscar la verdad. Respetar a los demás, obviamente, pero no su pensamiento si piensan que, en base diez, tres y dos son cuatro. En cuanto a su libertad de equivocarse, tienen la misma que tenemos todos. Y sobre gustos no hay disputas y para gustos, los colores.
        Y en fin, amigo, coincido contigo en que lo único que debe preocuparnos es que, recostados allí en el césped, compartimos un momento de verdad poética mucho más importante que cualquier definición; hombro con hombro, cielo con cielo, verdad con verdad.
        Son ya las 18:04 y el cielo es rojo poniente.

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  9. Shira Shaman dice:

    El silencio, bendito paraje, estos últimos días he tenido mucho tiempo para pensar, para valorar lo que realmente es importante, la vida es tan corta como para acumular cosas inservibles, ( y sabes por qué te lo digo) estando alejada del Internet, he vuelto a dialogar con mi pasado y he visto mis cambios, he valorado la vida y el sentido de vivir; creo que el ruido que nos trae la nueva tecnología es tan tóxico como la basura que deja atrás, acumular información, equipos o el último dispositivo al final nos dejará vacíos… es preferible encontrar en las experiencias reales alimentos para una mejor vida en el día a día. Celebro esos días que pudiste vivir en comunión con la naturaleza , me gustará un día también poder experimentarlo y tener como único techo el cielo bañado con sus infinitas estrellas.
    Besos desde acá.

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    • Borgeano dice:

      Ese punto que señalas, Shira, es el punto central: el separarnos de los aparatos tecnológicos. Cuando por alguna circunstancia fortuita nos vemos obligados a estar lejos de ellos vemos que es posible la vida sin ningún tipo de conexión y aún más: vemos que ESO es la vida. Hemos hablado mucho de los asuntos de la acumulación de objetos y de cómo esto lo único que produce son ciclos negativos: exceso cosas que no se usan nunca, merma de espacio (nos negamos deshacernos de ellas y se van acumulando y acumulando y acumulando), gastos innecesarios (como si el dinero lo regalaran), angustia (vivimos pendientes de que no nos roben cosas que nunca usamos y que no necesitamos), empobrecimiento de nuestro tiempo y de nuestra calidad de vida (¿Cuántas veces volvemos a nuestra casa o no salimos de ella por «las dudas»? ¿Cuántas veces tomamos precauciones contra ladrones –la mayor parte del tiempo imaginarios– por proteger cosas que ni siquiera sabemos que tenemos?) También hemos hablado mucho sobre lo que he sentido y aprendido a lo largo de este viaje: no necesitamos nada, sólo al otro. Sólo nos es necesario el contacto humano. Lo demás es cartón pintado.

      Besos mil.

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  10. Leyla dice:

    Me encanto leer tu texto, esa photo que subiste, muestra un hermoso lugar.. Y esa frase “Dile a tu amo que has encontrado entre los griegos a un hombre que sabía callar” wow.. me pego 🙂 un abrazo Borgeano

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    • Borgeano dice:

      Siempre es un placer saber que las cosas que uno escribe son bien recibidas, pero es un placer aún mayor saber que son compartidas (subrayado o en cursiva: compartidas). Que lo que decimos llega con otra fuerza, con otro énfasis. Sí, Leyla, el sitio era maravilloso y la gente con la que compartí ese fin de semana era aún mejor. De allí, tal vez, ese imperioso deseo por volver.

      Un abrazo.

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