I.
Cuando desperté, a las dos de la mañana, ella ya no estaba allí. Dormía en la habitación de al lado molesta (seguro) por mis ronquidos (Cabe aclarar: sólo ronco cuando estoy agotado. Cabe aclarar: ella fue la causante de mi agotamiento. Cabe aclarar: de mi delicioso agotamiento). Estiré mi mano hacia el vacío a mi izquierda recordando la isla de su vientre y la deslicé hacia donde hubiese debido estar la seda de su pubis (¡Despacio, bruto!). No pude volver a dormir. Tomé uno de sus libros (donde se hablaba de una espalda de mujer y sólo de una espalda de mujer) y lo leí completo en el silencio de la noche. Desayunamos juntos.
II.
El tren se mueve lejos de mí, a muchos, demasiados kilómetros de distancia. Aun así veo una falda negra, unas rodillas perfectas y, para compensar tanta sutil delicadeza, completan el cuadro las ruedas delanteras de tres o cuatro bicicletas. Las palabras cruzan el espacio y se depositan en mi mano, aunque éstas estén en el otro lado del mundo. El cariño no necesita de artefactos para cruzar todo ese espacio. El amor es un imperio donde nunca se pone el sol.
III.
El perro estaba atado con una cadena y un candado la cerraba alrededor de su cuello. Había sangre en sus costados y en el suelo de cemento donde dormía y vivía, a la intemperie. No había agua ni comida y estaba solo y demasiado lejos de la casa. Llegué a amenazar al dueño y pensé que no lograría nada. Me llevó cinco días poder liberarlo (lo hice apenas dos horas antes de que tuviese que irme de allí para siempre). Quien salva una vida, salva al mundo; diría un mal poeta. Yo no. Sólo salvé a un perro. El mundo, como siempre, sigue degradándose inconteniblemente.
Tres instantáneas magníficas. Un gusto leerte siempre… aunque el mundo siga «degradándose inconteniblemente».
Buen fin de semana y un gran abrazo.
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Gracias Isabel, como siempre, empujando cada pequeña piedrita que voy dejando por aquí. Todo esto partió ayer de un ejercicio en un parque al atardecer. Me gustó (aunque la idea aún no está como quiero; me gustaría que los textos sean más visuales y menos discursivos, es decir como verdaderas polaroids) y van a seguir apareciendo; al menos una vez a la semana o algo así.
Abrazo enorme.
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Si me lo permites apoyo esa idea surgida en un parque al atardecer ¡qué buen momento! Y que buenos momentos nos vas a dejar compartir.
Feliz domingo. Abrazos.
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Preciosas fotos en palabras.
Besos transoceánicos
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Querida Ana, me alegra mucho que te hayan gustado. Creo que van a seguir apareciendo, ya que el ejercicio me gustó. Tratar de «recortar» momentos de recuerdos más amplios me pareció un buen ejercicio (además es como darle un énfasis a un instante, dentro de un espectro más amplio) y ya he escrito algunos otros. Agradecido, y mucho.
Abrazo.
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Qué mejor libro que un cuerpo de mujer, oír palabras que han sido llevadas por el viento desde el lugar más apartado del mundo y salvar la vida a un perro?
Quizá el mundo sigue degradándose, pero la belleza de las palabras nos deja un resquicio de esperanza.
Me gusta tu polaroid, querido Borgeano.
Un abrazo que vuela hasta ti.
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Como le dije a Ana aquí arriba, brindarle a un instante particular su propio énfasis, su propia substancia, me pareció un lindo ejercicio (mentalmente es increíble lo que puede retener nuestra mente. En cada uno de los casos escribir eso me hizo recordar muchas otras cosas: olores, colores, texturas; incluso hasta el clima del momento).
He escrito algunas otras y lo seguiré haciendo; creo que las iré dejando por aquí poco a poco, para no cansar.
Abrazos.
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Existen dos soledades. Una es la realidad de estar solo, sin compañia alguna. La otra es aun más cruel y pesadumbrosa, si con todo y penumbra: Sentirse solo.
Tus escritos me dan más palabras de las que me quitan, pocos escritores lo hacen. Gracias colega.
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Tus palabras me abrazan y me confortan Paulina. Me alegra mucho poder compartir estas letras que ya hace un año (¿puedes creer que ya pasó un año?) que, de uno u otro modo, estamos compartiendo.
Un fuerte abrazo.
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Deliciosa lectura, menos mal…
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Perfecta, créeme. No hay otro calificativo.
Saludos y gracias por pasar por aquí.
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Por azares del destino (el azar me persigue, como es evidente), no había leído esta entrada y apenas me la topo ahora. La Polaroid II no es mala pero me parece que cojea un poco. La I, en cambio, es deliciosa en su sencillez, en la instantánea que refleja y en el ambiente que construye con un par de pinceladas. La III también me encanta, con las posibilidades interpretativas que abre. Gracias por ambas.
Abrazo necio.
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Ahora que lo leo a la distancia veo que sí, que tienes razón. Tal vez quise decir demasiado en poco espacio y no lo conseguí. Gracias por tus comentarios, sí, deliciosos.
Abrazo.
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