Nací y viví casi toda mi vida a orillas del mar. Es inevitable que aquellas cosas que vivimos en la infancia nos marquen de manera definitiva (La patria es la infancia, dijo alguna vez Rainer Maria Rilke) y es por eso que el mar será siempre un compañero inevitable allí donde me encuentre aunque esté rodeado de montañas, como sucede en este mismo momento. Todo esto viene a cuento porque hoy iré a visitarlo, aunque no sea el mar frío de mi Atlántico Sur, sino el cálido Océano Pacífico. Sé que voy a disfrutarlo tal como lo disfruta un niño o tal vez sea precisamente eso: que jamás podré estar frente al mar si no es sintiéndome como un niño; como el niño que fui o como el niño al que nos vemos convertidos al estar frente a él. No hay modo de escapar de esa sensación; frente al mar todos nos sentimos pequeños, diminutos, insignificantes, nulos. Recuerdo también algunas palabras sobre el mar desde ese otro mar que es la literatura:
Mar: No tiene fondo. Imagen del infinito. Provoca grandes pensamientos. A la orilla del mar, siempre hay que tener buena vista. Cuando se lo contempla, siempre hay que decir: «¡Cuánta agua! ¡Cuánta agua!». (Gustave Flaubert. Diccionario de lugares comunes).
O también:
«¡Hombre libre, siempre adorarás el mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el desarrollo infinito de su oleaje,
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo».
(Las flores del mal, Charles Baudelaire)
Por último, un modesto aporte personal:
Mar
El mar no es el mar
El mar no es hombre
No es dios ni espejo del cielo
El mar es la mar
Es diosa, mujer
Mujer con voz de murmullo constante
Que en cada ola dice una sílaba
Única e irrepetible
Sílabas todas que hablan para mí
Único caminante de la orilla de sus costas
Que busca y buscará hasta encontrar
La espuma blanca de sus muslos
O la caracola dormida de su boca.
Horizonte de arena
Silencio nocturno, Mar
Quiero yacer en ti
Vivir en ti
Morir en ti
Que tus brazos me acunen en mi último sueño
Y me dejen ir, ya para siempre,
A habitar la calidez de tus profundidades.
Pero no aún
Aún queda mucho por andar
Por caminar a tus pies
O sumergirme en tu abrazo de agua
Y seguir las corrientes eternas
Que recorren el mundo, mi mundo
De parte a parte
De día en día.
El mar no es el mar
El mar no es hombre
No es dios ni espejo del cielo
El mar es la mar
Es diosa, mujer
Mujer amante
Que me cobija, me calma
Me sugiere, atrapa, seduce
Me desvela
Me desnuda.
Es realmente magnífico tu poema, Borgeano.
Me ha encantado.
Un fuerte abrazo de mar.
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Muchas gracias, Julie. Hace unos días tuve un percance con mi ordenador y perdí mucho material de lo último que había escrito. Éste fue uno de los pocos que pude rescatar ya que lo había subido a un blog. Agradezco tus palabras sobre él.
Un abrazo no menos cálido.
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Querido amigo. Recien llego a casa tras dos días desnudo en la mar… y justo tu maravilloso poema pone la voz a mis sentimientos.
Yo soy de tierra adentro, pero el tiempo me llevó a las orillas que ahora habito.
Me encantó tu poema.
Abrazo marinero
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Muchas gracias, Xabier; viniendo de alguien a quien admiro tanto como poeta es un halago que no dejaré pasar. Por lo que veo nuestros caminos nos han llevado en sentido diferentes. Hecho de menos al mar de una manera por demás curiosa (creo). Para mí siempre fue una necesidad el tenerlo ahí, al menos como una imagen, ya que el mar de mi ciudad no se deja visitar por nueve o diez meses al año. Ahora que estoy en una latitud que sí me lo permitiría, quien lo impide es la distancia. Veremos qué me depara el futuro y dónde me dejará varado la próxima vez.
Un fuerte abrazo.
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También me siento reflejada en tu experiencia con el mar. Y como a ti, éste también me ha servido de inspiración en más de una ocasión! Permiso para compartir: https://evocarpalabras.wordpress.com/2016/03/11/a-sumergirse-en-la-lengua/
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Muchas gracias por dejarme el enlace a tu entrada ckpanozo (¿Cristina? ¿Carmen? ¿Carla?). No pude menos que sonreír cuando leí lo de los pies en la arena; lo primero que hice cuando llegamos a la playa le dije a mi compañera señalándome el pie izquierdo (el primero que apoyé en la arena húmeda) «¿Ves? Esta sensación, para mí, es inigualable». Y lo es de un modo tan fuerte que me es difícil hacerme entender por quien no siente esa atracción de una manera física, no intelectual. También me gustó mucho las referencias literarias de tu entrada. Como dije en mi texto, nací a orillas del mar (en Argentina, así que tus referencias me fueron casi locales) y casi toda mi vida viví a su vera y una de las cosas que más me llamó la atención (y que no dejan de dolerme, hasta cierto punto) es la ausencia de una literatura marina en nuestras letras. Ya lo decía el mismo Borges: la literatura argentina siempre le ha dado la espalda al mar y se ha dedicado a mirar hacia el interior, hacia la pampa y los gauchos y los caballos. Nos hemos perdido, creo, una enorme fuente de maravillosas historias (pienso en Conrad y tiemblo al pensar que hubiésemos podido tener uno en nuestro sur) y también, por extensión, de una mirada mucho más abarcadora y rica. Nuevamente agradezco tu enlace.
Un abrazo.
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Soy Claudia 😉
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¡Mucho gusto, Claudia! (Soy Roberto).
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Espléndida entrada, querido, pulida en forma y fondo. El primer texto de Baudelaire no lo conocía, buenísimo. Y me encanta la metáfora del mar como mujer, con todo lo que conlleva. Me llevo estos versos en el bolsillo, para paladearlos:
«Único caminante de la orilla de sus costas
Que busca y buscará hasta encontrar
La espuma blanca de sus muslos
O la caracola dormida de su boca».
Guau.
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Gracias, querida; valoro cada una de tus palabras. En realidad el texto nació de ese poema de Baudelaire, quien lo compartió una amiga en otro sitio. De allí, coincidiendo con el viaje que ya estaba planeado, no hubo más que hilar un par de cuentas. El poema mío tuvo otra génesis, pero se adaptó bien (dentro de las inseguridades de siempre), al menos para acompañar la entrada. Sea como fuere, te agradezco cada una de tus palabras.
Abrazo salino.
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Dejemos, por piedad, las inseguridades de lado sólo por hoy (así, tal cual, como en Alcohólicos Anónimos).
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Una bellísima entrada, como prometiste. Y esos versos!!! El mar es mi pasión y creo que tú has sabido interpretarla.
Un besazo desde este otro mar que, sin embargo, es el mismo.
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¡Olé! Yo sólo prometí una entrada, maría, nunca dije que fuera a ser bella, pero si tú lo dices lo tomo al pie de la letra y me guardo el halago; no por mí, sino por el mar mismo, quien se los merece todos. Veo que somos varios los apasionados por el mar y eso también me agrada muchísimo; sentirse acompañado en esas cosas tan personales hace que uno se sienta más cómodo, ya que puede hablar con tranquilidad sabiendo que del otro lado será comprendido con mayor profundidad, que es, en definitiva, lo que uno quiere: dialogar con gente afín.
Un enorme abrazo, sí, desde ese otro mar que es el mismo.
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…Gracias por hablarme del mar, marinero.. Roberto. Es precioso tu poema, y te confieso, que a mí el mar me hace sentir, además de todas las sensaciones que aparecen en la poesía, algo de miedo… será que nunca lo tuve cerca. ..será que yo soy tan pequeña a su lado…
háblame del mar marinero/ dime lo que sientes alli junto a él/ desde mi ventana no puedo yo verlo/ desde mi ventana el mar no se ve/….( Marisol)
un abrazo, Marinero¡
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Me has hecho volver a esta entrada de hace ya mucho tiempo y, tal vez por encontrarme hoy algo sensible has hecho que alguna lagrimita se asome por allí, recostándose en el párpado inferior…
Pues, como dije en la esa entrada, yo siempre he vivido a orillas del mar y no me imagino lejos de él (aun cuando llevo dos años lejos de él; siento que está aquí, conmigo). Yo tuve la suerte de poder viajar durante meses en un gran velero (busca «Fragata Libertad, Argentina» en Google y podrás verlo) y para mí fue una de las experiencias más maravillosas que me ha deparado la vida (fuera, claro está, de las humanas, las cuales pertenecen a otra categoría).
Ahora, un secreto entre nos: si tengo suerte y todo va bien, a fin de mes iré a visitarlo, al menos por una semana. Crucemos los dedos…
Gracias, Carmen, por estar aquí, tan lejos en el tiempo pero tan cerca de mis sentimientos más íntimos.
Un fuerte abrazo.
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Buenos días!
Esa lágrima que te ha provocado el recuerdo del mar espero que sea un lágrima sanadora, Roberto, todo lo que sea «descargar», sana, y espero que tu estado «sensible» sea muy pasajero; el proyecto de visitar el mar en breve, indica que te encuentras en buena disposición. Y me alegra infinitamente, mi querido amigo. Puedo entender esa topofilia que sientes y la emoción que te embarga al estar lejos del Mar.
La Fragata Libertad me ha recordado a nuestro Elcano, aunque éste tiene 4 palos y te juro que no sé la diferencia entre un palo más , pero seguro que es muy importante. «Libertad» es un barco precioso y me imagino cuanto debiste disfrutar en esos meses que viajaste en su seno. si que debió ser un experiencia única, sobre todo siendo tan amante del mar. ¿Pero cómo va un viajero en un fragata que sale de instrucción?. ¿ esos barcos salen solo en viajes de instrucción?… no se si lleva también pasajeros de turistas… cuanto debiste disfrutar¡!
Gracias a tí por escribir respondiendo a mis comentarios. eso también es estar cerca de mis sentires. Disfruta de Mar. Y cuéntanos algo .
Un fuerte abrazo
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Ay, Carmen, qué lindo que es poder charlar por aquí aunque sea de manera fragmentaria…
Déjame decirte que el estado emocional, por fortuna, es absolutamente pasajero (pero como dijo el poeta catalán, sacó boleto de ida y vuelta, así que sale y entra a su antojo). De todos modos no es nada grave, simplemente es melancolía por la distancia o por tener a los hijos tan lejos… cosas así. Lo del mar, claro, influye, porque sé que ellos están allí, en esas orillas que tanto quiero (repito lo que dijo Rilke: «La patria es la infancia». En ese sentido una parte de mi corazón estará siempre en Mar del Plata).
Con respecto a lo de la Fragata Libertad (por cierto, el Elcano es un bergantín-goleta. Es un poco más grande que la Libertad. Supongo que eso influye en la cantidad de palos y velas) te cuento que en mi primera juventud fui militar (aunque cueste creerlo). Fui infante de marina y, aunque los de infantería no son los que navegan, yo me «gané» el premio de viajar en la Fragata Libertad por salir primero en el curso de entrenamiento (a veces la suerte me sonríe).
Por supuesto, de esto ya han pasado décadas, pero me ha dejado una marca tan fuerte que es otro de los punto nodales de mi vida. Realmente es un privilegio reservado para pocos el poder navegar en un barco de semejante calado pero hacerlo a vela, como lo hacían nuestros antepasados. Es una forma de volver a vivir aquello que de otro modo parece perdido para siempre.
Gracias a ti, Carmen, por este diálogo abierto.
Un fuerte abrazo.
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