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La divinia inspiración de la múscia, Nicolas Regnier.

De Todas las formas artísticas, sin duda la música es la más extraña en todos los términos de la ecuación. Desde la inasibilidad de su forma y contenido hasta la imposibilidad de explicar las sensaciones que produce. Como prueba última de esto es la general creencia de que cada uno escucha la mejor de las músicas jamás compuestas y ejecutadas. Tal vez esto se vea potenciado por el hecho de que la música es también la más abstracta de las artes (terreno que le está siendo  peleado por la plástica, pero a la cual ésta nunca podrá llegar a igualar). Sea como fuere, cuando nos vemos en la tentación de describir una pieza musical nos vemos obligados a elegir entre el sinsentido subjetivo y lo incomprensible de lo meramente técnico. El filósofo Peter Kivy ha catalogado cuatro tipos comunes de la crítica musical:

Biográfica: una descripción del compositor en lugar de su música. «Se nos permite contemplar una vida profundamente agitada, que busca, con un ingente esfuerzo,  intentar sostenerse en el más alto nivel».
Autobiográfica: una descripción de las impresiones del crítico en lugar de la música. «Cerré los ojos, y mientras se escucha la gavota divina … me parecía estar rodeado por todos lados por envolvente brazos, entrelazando los pies, pelo flotante, ojos brillantes y embriagantes sonrisas».
Emotiva: una descripción subjetiva de las emociones en los compositores u oyentes. «El primer episodio es un trío regular en el modo mayor, el que parte del consuelo y que dos veces estalla en triunfo».
Técnica: la frialdad clínica: «La unión entre el segundo movimiento y el tercero se puede es una clásica progresión de D-B ♭ -B ♮, que es paralela a F-D ♭ -D ♮ «.
Ninguna de estas cuatro distinciones parece ser una forma adecuada para transmitir la experiencia de escuchar una pieza de música. «La descripción de la música es, de alguna forma, una cuestión de comunicación única», escribe Kivy. «Cuando es comprensible para el lego musical, seguramente será tachada de tonterías por el músico contemporáneo. Y cuando el músico o el erudito musical se vuelvan locos por algo que suene por estos días, es probable que a los «no músicos» les resulte tan misterioso como la Cábala y casi tan interesante como un tratado de eliminación de aguas residuales».

Parece ser que nada mejor, entonces, que dar rienda suelta a la subjetividad más desbocada; esa subjetividad hija de la modernidad más idiota que permite decir que es lo mismo Bach que el reggaeton o que lo mismo vale Cecilia Bartoli que Shakira; ya que todo, en definitiva, es cuestión de opinión.

4 comentarios el “4´33´´

  1. Martes de cuento dice:

    Yo creo que no todo es cuestión de opinión. El sol sale por el Este, la Tierra gira alrededor del Sol y ciertos sonidos infernales jamás podrán ser denominados música 😉

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  2. danioska dice:

    La subjetividad cuando se trata de arte: otro de «nuestros» tópicos favoritos, querido. Cómo decirte que no coincido contigo. Hoy, que ando de un intolerante que no veas, me dan ganas de quemar en leña verde (de un árbol democrático, eso sí) a quien opine lo contrario.
    Abrazos verdes.

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  3. El título ya lo dice todo.
    Hasta el silencio es música.

    Abrazo

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  4. Si la música aporta paz, ritmo, armonía o energía entre otras sensaciones, sea bienvenida, pero sino…Saludos.

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