Polaroids V

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XIV.

Una página. A veces las letras están fijas en ella, a veces se mueven o danzan o forman una flecha que apunta a otra página, a otro libro, a otro autor. Hipertextualidad, le llaman. A veces tengo más recuerdos de páginas que de rostros.

XV.

A pesar de mi miedo a las alturas, me obligo a hacerlo. Camino por una madera de unos quince centímetros de ancho mientras con mi mano izquierda me sostengo de las cuerdas que se pierden en la altura. A mi derecha, tres pisos más abajo, está el mar; lo cual es un doble peligro, además de la altura yo no sé nadar. Por las noches no se ve nada; sólo una cúpula de luz nos indica que en ese punto, detrás del horizonte, hay una ciudad. Las estrellas se cuentan por miles y parecen una explosión de fuegos artificiales detenida en la bóveda celeste.

XVI.

Como estoy sin trabajo, organizo una venta de garaje para obtener algunos dólares extra. Estoy sentado en la calle esperando que llegue algún interesado en mis cosas, pero quien se acerca es una hermosa siberian husky a la que abrazo y con la que juego un par de minutos. La supongo mascota de algún vecino y la dejo ir; pero nadie aparece llamándola. Ella cruza la transitada avenida y por fortuna ningún coche la atropella. Me doy cuenta de que está perdida y corro tras ella. Es una perra de raza pura y seguramente darán una buena recompensa por ella, pienso bajo la lógica de quien está sin trabajo. Cuando estoy a tres metros de ella sale corriendo y se aleja unos cuarenta metros. Otra vez. Y otra. Seguimos así por tres cuadras. Sé que nunca la alcanzaré y, agotado, me arrodillo y abro los brazos. Ella me mira y viene corriendo hacia mí. El dueño nunca apareció y yo nunca lo busqué. Vivió conmigo más de siete años.

4 comentarios el “Polaroids V

  1. Me ha gustado tanto que lo comparto. Me hiciste recordar a Wise, un perro que me encontré en una curva a las diez de la noche, me asusté, parecía un león blanco, era un mastín montaña del Pirineo de pura raza, paré el coche, le abrí la puerta y entró, era un viernes, al día siguiente lo llevé al veterinario. Se quedó asombrado, pura raza y qué hacía en La Alcarría? Lo habían abandonado, sus amos eran maltratadores, tenía una cadena incrustada en el cuello, se la quitaron con un soplete, estuvo a la muerte, pero vivió conmigo diez años, cuando lo encontré era un cachorro de setenta kilos. Fue mi mejor amigo. Son historias inolvidables.
    Y sólo quería decirte que me encantan tus polaroids. Amenas, interesantes, didácticas.
    Mi abrazo fuerte.

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    • Borgeano dice:

      Pues las historias son muy parecidas, Julie; y eso, que en un primer momento parecería una curiosidad extra, no lo es tanto; hay muchas personas aman a los animales y estoy seguro de que estas historias son más comunes de lo que pensamos. A los puntos de contacto entre nosotros podemos sumar el hecho de que el estado de Donna era bastante malo cuando la encontré, a tal punto que ella tenía un chip en el cuello con los datos del dueño (esto ocurrió en EE.UU. donde se es bastante estricto en estos temas) y el mismo veterinario nos dijo «En el estado en el que estaba y por cómo la tienen ustedes ahora… yo no vi nada… quédensela». Y la palabra «amigo» es tan exacta que yo la he usado en este mismo sitio hace más de cuatro años en referencia a «Che» otro de mis grandes compañeros.
      Ya sabíamos que compartíamos muchas cosas, tales como los viajes o la poesía; tal vez ésta que descubro hoy sea una de las más importantes. El amor incondicional a un ser viviente es, probablemente, el acto más alto al que una persona pueda aspirar.

      Un fuerte abrazo.

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  2. Poli Impelli dice:

    Me encantaron tus polaroids 🙂
    Imposible no sentirse identificado con alguna.
    Abrazo y felices fiestas!

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