El discreto encanto de la blasfemia

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Me encanta, no voy a negarlo. Me encanta porque detesto todo lo sagrado y porque quienes defienden estas ideas me parecen lo más cercano al pensamiento medieval que existe sobre la Tierra. No niego su derecho a ello, claro está; pero tampoco pueden negar mi derecho a lo que considero justo o bello o adecuado o lo que sea. Saber que los ídolos tienen los pies de barro (y no solamente creerlo; sino saberlo) debería ser la base lógica fundamental para pensar sobre todos estos asuntos; entonces es que no entiendo a la gente que cree que todos los ídolos tienen pies de barro menos uno. Y lo peor es que son capaces de partirle un palo en la cabeza a quien no acepte ese delirio personal y privado. Es por eso que me encanta la blasfemia. Molestarlos cuando vienen a molestarme (nunca al revés); burlarme cuando vienen a burlarse; reírme cuando vienen a reírse. Y, con infinita tristeza, verlos irse con su librito y sus ropas y su ídolo, todos manchados de barro de pies a cabeza, aunque ellos no lo vean.

13 comentarios el “El discreto encanto de la blasfemia

  1. literatoluisrodriguez dice:

    Desde que el hombre razona niega la muerte total.
    Y eso lo aprovecharon algunos más lúcidos para dominarlos.
    Podría hablar mucho del tema, pero lo dejo aquí.
    Un abrazo.

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    • Borgeano dice:

      Mi estimado Luis; discrepo con el primer punto de tu comentario. Creo que cuando el hombre NO razona niega la muerte total. De allí que algunos más lúcidos, como bien dices, hayan aprovechado la ocasión para dominarlos. Cuando el hombre piensa y razona aprende a reconocer sus límites y a aceptarlos, por más duros que éstos sean.
      El asunto da para largo, sin duda, y tal vez con el paso del tiempo y de las futuras entradas podamos ir desgranando el tema.

      Un abrazo.

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  2. literatoluisrodriguez dice:

    Quise decir cuando tomó conciencia de la muerte y se separó en eso de los animales.
    Si verdaderamente razona se da cuenta que nada se pierde, todo se transforma.

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  3. Javi B. dice:

    A mí me pasa algo parecido. Soy bastante tolerante en este sentido, salvo cuando vienen con imposiciones y a menospreciar mis «creencias», por llamarlas de alguna manera, personales.

    Das en la diana por completo con la frase de todos los ídolos tienen los pies de barro menos uno. Así es la vida. Parece que sólo existe una religión verdadera y ninguno llega a un acuerdo de cuál es.

    Un abrazo y muy buena entrada.

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    • Borgeano dice:

      La intolerancia religiosa es insoportable; sobre todo porque ellos pretenden que se les respete todas y cada una de sus ideas, posturas o suposiciones. Ellos quieren para sí lo que no aplican a los demás. En ese sentido soy estricto, mientras no me molesten, todo está bien, cuando vienen a atacar… pues contraataco.

      Un abrazo.

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  4. danioska dice:

    Yo, por ejemplo, podría hacerte un altar y no por eso dejaría de recordar que tienes los pies de barro.

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  5. luluviajera dice:

    En lo personal estoy de acuerdo, cuando otros quieren que tú les des la razón sólo por su creencia religiosa todo se torna muy molesto. Simplemente hay que respetar a las personas, y más en estos tiempos donde la intolerancia parece ser la única forma de comunicación en todos los ámbitos.

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    • Borgeano dice:

      Todo se torna un ciclo, si uno es respetado, respeta; si uno no lo es, no respeta. Estoy, entonces, de acuerdo contigo en que todo se reduce a respetar al otro como base mínima para poder vivir en una sociedad más tolerante.

      Un abrazo.

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  6. Me recordaste a Neurus… (muejejéje) 😛

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