
Sátira del suicidio romántico – Leonardo Alenza
En su Sátira del suicidio romántico, Leonardo Alenza pinta con perfecta ironía lo que en otros tiempos se consideraba como algo digno, como el epítome del amor como cosa en sí, como objeto último y como valor absoluto. Sin duda, todos estamos de acuerdo en que esa costumbre es poco menos que ridícula; pero déjenme decirles que en lo personal considero a su contraparte como no menos ridícula y digna de ser pintada, también, con el pincel de la ironía o de la burla. Me refiero a que suicidarse por un amor es tan tonto como no suicidarse por ninguno. Perder la vida por una causa perdida es tan ridículo como no perderla por nada. Incluso creo que la versión moderna es peor; es más cínica y vacía; es más perniciosa, incluso. Cuando veo a la gente (y muchas veces a los jóvenes) hablar en contra del amor o incluso burlándose de él me parece que están cayendo en un pozo del que es más difícil salir porque sin que ellos lo sepan también es una forma de amor, pero más dañino: el amor a sí mismos y nada más; es decir, el viejo y conocido narcisismo. No querer morir por nadie ni por nada es lo mismo que decir que nadie vale tanto como yo. Entonces, si cambiamos un amor por otro; si cambiamos una no muerte por una vida que se parece a la muerte, no veo dónde está el negocio ni, tampoco, el valor que realmente debemos darle a la vida.
El amor a los demás comienza por quererse uno mismo. No obstante, coincido contigo en que se ha cambiado el amor por el narcisismo. Con todo lo que ello conlleva. Como bien cierras tu entrada, es una vida que se parece a la muerte y, por desgracia, es más común de lo que pensamos.
Muy buena la entrada.
Un abrazo y buen jueves.
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Estamos de acuerdo, Javi; en los dos puntos centrales que tocas lo dices con precisión: «El amor a los demás comienza por quererse uno mismo» y [este narcisismo] «es más común de lo que pensamos». Esto último no deja de ser una pena, porque salir de allí es muy, muy difícil.
Un abrazo.
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Nada trae más muerte que el no ser capaz de amar a alguien que no sea uno mismo…
Amé tu entrada. Borge.
Besazo.
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Tuve que leer tu mensaje varias veces, porque una y otra vez leía «Nada trae más suerte» en vez de «muerte». ¿Qué está diciendo esta mujer? Me decía… Bueno, al fin leí bien y sí, claro que sí, nada mata más que no poder amar. Seamos, pues, los seres más vivos de los que haya habido memoria.
Besotes.
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Jajaja, ¿será quizá un pensamiento reprimido? Uno debería sumar vida a la vida todo el tiempo pero bueno, a veces somos más muerte que otra cosa
Beso, beso.
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Vaya, nunca lo había visto así. Quien desecha amar a otras personas, es porque se ama demasiado a sí mismo. Corrígeme si lo he entendido mal. Pero tal y como lo planteas, no solo me parece que amarse demasiado a sí mismo es peor que amar a otra persona, si no que lo considero muchísimo peor, porque es, perdona la expresión, limpiarse la cara siempre con el mismo agua…
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Lo has entendido a la perfección, Lina; es eso mismo lo que intenté decir: quien no ama es porque se ama a sí mismo. Claro, a raíz del comentario de Javi ya tenemos que comenzar a pulir esta idea: amarse a uno mismo es indispensable para poder amar a los demás, pero ese amor propio no es narcisista, sino madurez (e aquí un pequeño desliz semántico impuesto por el propio lenguaje, el cual es siempre incompleto).
Luego, lo que intento decir es que hay que amar al otro (al otro en general, al ser humano como todo, no solamente a una pareja en particular); de allí que amarse a uno mismo y nada más es pernicioso.
Un abrazo.
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«quien no se ama a uno mismo no es capaz de amar a los demas.». .eso es todo.. beso enorme.
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¡Eso es todo!
Abrazo.
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