Las duplas compositivas son comunes y más que conocidas hoy en día; como las populares Lennon-McCartney o la de los suecos Benny Andersson y Bjorn Ulvaeus (todos los conocen y todos conocen sus canciones, claro está; los primeros por The Beatles, los segundos por ABBA. Les gusten o no, los conocen ¿No?). Hay muchos más, claro, las colaboraciones son cosa común, donde dos o más personas aúnan lo mejor de sus talentos para ofrecer una obra lo más digna posible. Lo que no se me ocurre es que haya habido alguien que tuviese el talento como para colaborar, digamos, con Mozart.
Bueno, tal vez sí hubo alguien (y no fue Salieri, aclaro). Resulta que el libro de gastos de Mozart, para el 27 de mayo de 1784, contiene esta curiosa entrada: “Pájaro estornino 34 kreutzer.”
Mozart había comprado un estornino en esa fecha, aparentemente después de oírle repetir el tema de apertura del tercer movimiento de su Concierto para piano nº 17, que había completado unas semanas antes. El pájaro había sostenido el primer Sol más bien largo, y luego cortó dos Sol en el siguiente compás; Mozart exclamó Das war schön! («¡Eso fue hermoso!») y la variación del estornino fue aceptada.
Mozart guardó el pájaro durante tres años, hasta que murió el 4 de junio de 1787. Lo enterró en su patio trasero y organizó un funeral en el que sus amigos marcharon en procesión, cantaron himnos y escucharon al compositor recitar un poema. Ningún otro registro escrito del pájaro aparece en los escritos supervivientes de Mozart; pero al menos sabemos que por una vez los dos se convirtieron en colaboradores (aunque algunos han sugerido que su Broma musical (K. 522) puede haber sido escrita en el estilo cómico e intrascendente de la vocalización de un estornino pinto).
Me tomé el trabajo (el más que placentero trabajo, debería decir) de revisar la partitura del Concierto nº 17 para encontrar los compases que se destacan más arriba y los encontré en la página 76, al comienzo del allegretto.
La partitura completa la tienen aquí y el concierto completo lo tienen aquí. El allegretto, es decir los compases de los que estamos hablando, comienzan en el exacto minuto 23. Espero que disfruten de esa colaboración diminuta pero, como todas las de Mozart, maravillosas.
[…] a través de El colaborador de Mozart — El Blog de Arena […]
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Recien estuve en un taller de voz hermoso, conocer a tu compatriota en persona una experiencia inolvidable; abordamos la voz que surge desde la herida, esa voz que brota desde la entraña, que nos conecta con la tierra y con nuestro instinto primitivo, qué mejor manera de inspirarse que escuchar a las aves o a los animales salvajes, en ellos los sonidos brontan sinceros,naturales sin vicios ni ataduras, me daré una vuelta por tus enlaces gracias por compartir esta bella historia de inspiración de Mozart.
Abrazo.
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Todo es una bella sinfonía si sabemos prestar oído de la manera adecuada.
¿Estás en un taller con un compatriota? Espero que sea bueno y que te deje algunos tips interesantes. Eso sí, no le copies el sonido «sh»; nada más molesto en esa gente que su acento.
Después, Mozart parece ser una fuente constante de maravillas, no sólo por su música, sino también por su biografía.
Un abrazo.
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Absolutamente fascinante…. Claro que existe una armonía universal subyacente… de otra manera resultaría difícil explicar tan protagónico y efectivo rol del estornino 😉
Gracias por compartir, querido Borgeano!. 😉
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Gracias a ti por estar aquí. Esa armonía universal es a la que podemos acceder a través de dos disciplinas distintas pero que de algún modo están relacionadas: el arte y la ciencia (sobre todo de ésta última). Acceder a esa armonía es un pequeño placer añadido, ya que el propio camino es bello e interesante de por sí (luego, también sabemos que nunca vamos a acceder por completo a su conocimiento; pero eso no importa, el camino es tan fascinante que no hace falta llegar a saber el todo).
Sigamos adentrándonos en ese camino y vayamos apartando el velo de Maya mientras tanto.
Abrazo.
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