Melancolías (II)

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Para terminar hoy con lo que empecé ayer, quiero compartir uno de esos pequeños recuerdos placenteros que sólo tienen importancia para uno mismo, pero que de algún modo, al ser eso parte integral de uno, también puede ser considerado digno de mostrar, como si fuese una faceta de ese cristal múltiple y complejo que somos.

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El hornero es un pequeño pájaro endémico del sur de América del Sur. Es el ave más común de donde provengo y tiene una característica peculiar: construye su casa con adobe; es decir, con barro. No sólo eso, sino que además, para protegerse del frío y de los fuertes vientos que son habituales durante largos meses en aquellas lejanas latitudes, construye una pared interior que separa la estancia en dos partes. Es decir que construye su vivienda con dos ambientes, por así decirlo.

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Recuerdo muchos horneros y muchas de sus casas, las cuales son habituales en los árboles, por supuesto, pero también en casas o, como las imágenes con que ilustro la entrada, en edificios o en monumentos. Recuerdo uno muy particular, en una pequeña ciudad llamada Coronel Pringles. En ella hay un monumento al General San Martín y detrás de él hay una alta columna rematada con un imponente cóndor. Fue muy gracioso ver debajo del ala de esa ave andina el nido de un humilde hornero, que había encontrado allí una doble protección: la de su casa y la del ala del cóndor inmóvil. Nadie como la naturaleza sabe cómo manejar la ironía.

El hornero no es un pájaro notable, no es grande ni tiene colores brillantes; pero es un gran arquitecto y es el primer ave que aprendí a reconocer y eso es algo que, como el primer amor, uno nunca olvida.

Buscando en la red he encontrado un par de imágenes que ilustran lo anterior. Para verlas en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.

11 comentarios el “Melancolías (II)

  1. Martes de cuento dice:

    Otros pájaros lo consideraran de la clase alta. ¡Menuda casona! Dos habitaciones y todo. Y siempre elige entornos con mucha clase. 😉

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    • Borgeano dice:

      Tiene buen gusto, sin duda alguna. Lamentablemente he perdido las fotos que tomé de ese monumento del que hablo en la entrada, pero puedo asegurarte que era muy gracioso ver a ese pequeño pajarito cubierto por el otro, enorme y magnífico.

      Un abrazo.

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  2. Ohhhh, no sabía de la existencia del pájaro hornero y estoy alucinada. Que maravilloso es el mundo que nos rodea… Cuánta sabiduría hay en la naturaleza… En fin muchas gracias por esta preciosa y maravillosa entrada. Besos a tu corazón.

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    • Borgeano dice:

      Me alegra habértelo presentado, ha sido siempre un buen compañero de vida. Y lo que dices a continuación es totalmente cierto, alguna vez he dicho aquí que no tenemos derecho a aburrirnos; el mundo es demasiado rico, demasiado maravilloso como para no maravillarse a cada paso. ¡Sólo hay que querer verlo!

      Un fuerte abrazo.

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  3. Yo tampoco lo conocía, pero es increíble su arquitectura… Las aves nos enseñan siempre, aquí el pajarillo más popular es el gorrión, que por cierto, lamentablemente, están desapareciendo. Una hermosa entrada llena de añoranza y melancolía. Mi abrazo apretado.

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    • Borgeano dice:

      Tienes razón, Julie; es probable que también en Argentina el pájaro más común es el gorrión, el cual fue introducido a mediados del siglo XIX (sobre todo por Domingo Faustino Sarmiento, educador y luego presidente argentino. En algunos sitios del interior suele llamárselo, por eso mismo, «Sarmientitos»). Su arquitectura es por demás curiosa y tengo entendido que abandonan el nido después de la cría de sus pichones. El nido luego es usado por otras especies. Sin duda, es un caso por demás curioso.

      Un fuerte abrazo.

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