Todos los domingos, en la ciudad de Morelia, se levanta un mercado callejero llamado popularmente El Audi (apócope de El Auditorio). El mercado ocuparía un buen par de kilómetros lineales y en él puede encontrarse de todo, desde ropa a antigüedades y desde electrodomésticos a juguetes. Solemos ir como se va de visita a un parque y cada cual tiene sus puestos preferidos. No creo que sea necesario decir que mis puestos preferidos son los de libros, sobre todos los de libros viejos, que es donde se consiguen los ejemplares menos comunes y a mejor precio (a veces).
Esta afición que no es demasiado extraña en lo general, tiene, para mí, una faceta que ceo que la hace distinta con respecto a la generalidad de los casos. No sé si por obra del azar o si se debe a alguna otra razón oculta, lo cierto es que he leído muchos de los libros clásicos de la literatura argentina estando en el extranjero y eso fue debido, sobre todo, a que iba encontrando esos libros casi sin buscarlos. Recuerdo que el primero de ellos fue el Facundo, de Sarmiento; el cual encontré en una venta de la librería central de Miami, cuando yo vivía en aquella ciudad (Facundo, valga la aclaración, es una obra central dentro de la literatura y el pensamiento argentino y latinoamericano. Es una obra que excede lo meramente local en todos los aspectos). Luego encontré a otros autores en otras latitudes, como a Roberto Arlt en Perú o a Jauretche en Colombia. Ahora, en México y más precisamente en Morelia encontré otra vez a Sarmiento y su Facundo, además de Recuerdos de provincia; a Ricardo Güiraldes y su Don Segundo Sombra; un biografía escolar de Hipólito Bouchard escrita por E. Nicola Siri (el librito es tan viejo que tiene algunas páginas pegadas por la humedad y los hongos. Además el título es Buchardo; es decir es de cuando los nombres y apellidos se traducían o se adaptaban al español) a Ezequiel Martínez Estrada en una Antología, y a W. H. Hudson y su El ombú.
Todos estos libros me costaron diez pesos cada uno; es decir, 0,47 euros. ¿Quién dijo que leer es caro? No sólo puede ser barato, sino que también pueden encontrarse obras de calidad si se recorre lo suficiente (también he encontrado muchas obras de la literatura universal y, si bien esas ediciones no son las mejores, al menos uno las puede subrayar, si lo desea, sin demasiado sentimiento de culpa).
Por último, lo que me motivó a escribir esta entrada no fue tanto la anécdota en sí; sino la felicidad de una lectura. W. H. Hudson es un autor que nunca había leído y que sólo conocía por referencia de libros de texto o de otros autores (Borges, por ejemplo) y la lectura de El ombú fue plena de momentos de intensa felicidad (no exagero; sólo expongo lo que me hicieron sentir esas páginas y lo comparto con ustedes). Aclaro que no estoy recomendado esa lectura. El ombú es un libro viejo, localista, con un lenguaje casi incomprensible y con referencias específicas a la pampa argentina del siglo XIX; así que no creo que sea una lectura para todos.
Lo que sí estoy haciendo es compartir la curiosidad de haber encontrado a miles de kilómetros de casa un par de libros que me han traído el recuerdo de una latitud y de una historia que son las mías y que nunca me dejarán por más que camine por otros rumbos o por un mercado callejero buscando historias impresas en viejos papeles amarillos.
Cada domingo, en Barcelona, hay un mercado similar. Además de libros baratos, encuentras cromos, discos, postales… Es divertido pasearse por él. Siempre encuentras alguna sorpresa
http://www.dominicaldesantantoni.com/index.php?id_cms=6&controller=cms&id_lang=2
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Esos mercados son moneda corriente en muchos sitios, por fortuna (también recuerdo el Flea Market de Miami) y aunque a veces uno no sale con algo debajo del brazo, es siempre divertido recorrerlos y ver lo que hay por allí.
Gracias por el enlace.
Un abrazo.
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🙂 Otro para ti.
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Como bien lo dices en este mercado que en realidad está lleno de calles uno encuentra de todo y que felicidad para ti ver que ahí haz visto esos libros que uno no encuentra tan fácilmente y así de baratos y es que aveces tienen un valor tan grande para el que es tan buen lector que el que los vende ni sabe lo que valen.
Pd. Mañana te llevo diez de a diez.
Besos.
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El «Audi» fue una grata sorpresa desde que lo conocí. Incluso cuando no compro nada me divierte ir allí y caminar por esas calles atestadas de personas y de cosas.
Un abrazo.
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Me encanta las librerías de viejo y el olor que desprende. Hay una canción de India Martínez que dice
«no todo es casualidad».
Un saludo
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Me gustó eso de «no todo es casualidad». Creo que a veces uno debe pensar de esa forma; más allá de si es cierto o no, debemos creer de que sí es así, de que la casualidad no existe.
Un abrazo.
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Pasear entre libros, rescatar joyas que han llegado allí como quien tira basura, comprobar que algunos de los libros cuentan con dedicatorias que emocionan, ediciones «que uno puede subrayar», etc, es todo un lujo un placer para los que amamos los libros. Previo al verano hice mi incursión en la feria del libro antiguo y rescaté unos cuantos libros de poesía (siempre relegada a los «infiernos») y entre ellos una antología de «Poetas modernistas Hispano Americanos» editada en 1956 Por Ediciones Cultura Hispánica. El precio del libro entonces era de 75 pesetas. A mi me costó 14 euros. Los pagué con sumo gusto.
Feliz domingo entre libros y un fuerte abrazo,
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Así es, Isabel; a veces uno va a esos sitios como el que busca un tesoro escondido en un isla. lo que dices de las dedicatorias es acertado; en Argentina tengo una caja donde guardé esas cosas que encontré en lo libros de viejo: señaladores, flores, notas, tarjetas… siento que esas cosas son mensajes de un pasado más o menos lejano que de algún modo me hablan y me cuentan una historia que no por fragmentaria es menos importante o banal…
Un fuerte abrazo.
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Vas de puesto en puesto y encuentras joyas. Vale la pena.
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Así es Rubén; incluso a veces uno se detiene en puestos donde no va a comprar nada (por el motivo que sea) pero donde encuentra cosas interesantes o curiosas. De allí eso de que vamos a ese mercado como se va de paseo. De alguna manera lo es.
Un abrazo.
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Y lo mejor de deambular por los mercados de libros viejos es encontrar joyas raras, que muchos de los libreros de poco conocimiento, o inexpertos, dejan ir obras preciosas y caras por unas cuantas monedas!
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¡Exacto! Muchas veces se encuentran obras de las que los mismos vendedores no tienen idea de lo que se trata (lo mismo pasa con ciertas ediciones; las cuales ellos venden según el autor, como si sólo fuese un libro más). Encontrar esas cosas es un placer extra en esos recorridos azarosos por los mercados.
Un abrazo.
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Si lo sabre yo, solo este Sabado me hice de cuatro libros, que solo se pueden conseguir desde Europa de libreros especializados, teniendo que pagar ademas del elevado precio del libro, tarifas de envioy aseguranzas del libro desde 20, a 30 dollares por libro, calculo que los cuatro libros me hubieran costado entre 280, a 300 dollares, me fui con ellos a casa por 6 dollares!
Saludos!
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Parece increíble pero así es. Me alegro por ti ¿Disfrútalos!
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[…] a través de Libros de diez pesos — El Blog de Arena […]
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[…] poco tiempo, en una entrada titulada Libros de diez pesos les conté acerca de un mercado callejero que todos los domingos ofrece sus variados productos […]
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