En invierno los puercoespines se encuentran aquejados por dos sufrimientos. O bien se alejan unos de otros y padecen frío, o bien se juntan unos con otros para mantener el calor y se clavan las espinas que les destrozan las carnes. Buscan, pues, una situación intermedia aceptable entre la soledad helada y la proximidad hiriente. Mediante esta fábula, Arthur Schopenhauer resume de una manera sencilla uno de los aspectos importantes de su pensamiento. Como los puercoespines en invierno, los hombres se encuentran, según él, empujados los unos a los otros por «la necesidad de la sociedad surgida del vacío y de la monotonía de su propio interior (…) pero sus numerosas cualidades repulsivas y sus insoportables defectos los dispersan de nuevo. La distancia intermedia que terminan por descubrir y en la cual la vida en común se hace posible, consiste en la cortesía y las buenas maneras».
«Como regla general», escribe, «se puede decir que la sociabilidad de un hombre se encuentra casi en relación inversa con su valor intelectual: decir que “es muy insociable”, equivale casi a decir que él es un hombre de gran capacidad». ¿Estamos condenados a la fría soledad, a las ilusiones sociales o a la mediocre «cortesía»? No, porque existe una alternativa que aparece al final de la parábola: «el que posee en sí mismo una gran dosis de calor interior, prefiere alejarse de la sociedad para no causar contrariedades ni sufrirlas».
Como siempre, la soledad buscada es la respuesta a lo que nos ofrece la sociedad.
Y lo malo que es para una persona solitaria, quizá no entendida por el resto tener que sociabilizarse con gente que jamás la comprenderán. La soledad para algunos es un escudo vital que no queremos dejar en el suelo. Besos a tu corazón.
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Es un mal compartido, querida María; y como bien dices, no sólo no entienden las necesidades de quien se mantiene aparte ni las razones por las cuales lo hacen (lo hacemos). ¿Pero cómo hacerles entender esto? Ante la imposibilidad de tal hazaña lo que uno hace es… ¡Alejarse!
Un fuerte abrazo.
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Cuanta verdad… soledad, maravillosa amiga que siempre nos escucha, a veces el resto del mundo sobra, así me siento casi siempre. Duele la soledad, pero duele más no ser comprendido.
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La soledad buscada; el momento para escucharse a uno mismo sin miedos.
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Tal vez ésa sea la razón por la cual esa soledad no sea una moneda más corriente; a muchos –tal vez a la mayoría– escucharse a sí mismo sin miedo es algo que roza lo imposible.
Un abrazo.
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Alternar ambas para no volvernos locos. Como siempre, es una cuestión de equilibrio.
Un saludo
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Claro ¡Pero qué difícil es! Esa alternancia es algo que cuesta mucho trabajo, sobre todo cuando tenemos que hacerle entender a quien tenemos al lado de que la necesidad de espacio no es un capricho, sino precisamente eso: una necesidad.
Un abrazo.
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Enmarco tu última frase… La soledad buscada es la soledad creativa. La comparto. Como siempre me encantan tus reflexiones, también me encanta puercoespin y Arthur Schopenhauer… Feliz sábado y mi abrazo.
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Sé que todos o casi todos en este sitio estamos de acuerdo en ese punto y en esa distinción entre la soledad buscada y la soledad obligada. Sé, también, que somos conscientes de que esa soledad buscada es una maravilla que no todos los que nos rodean entienden, pero de todos modos no podemos alejarnos de ella.
Un fuerte abrazo.
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Añorada soledad creativa y que porta quietud al espíritu. Repudiada la sola soledad amiga del abandono y de la tristeza.
Respecto a la última frase, a la que también alude Julie, personalmente añadiría un NO, es decir,
…”a lo que NO nos ofrece la sociedad”.
Muy interesante, como siempre, amigo Borgeano.
Feliz día.
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Una anécdota, una mañana soleada de verano cerquita del mar se acercó hasta la puerta de mi casa un puercoespín, con mirada desorientada sus ojos clamaban ayuda. Y compañía.
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No he tenido la suerte de encontrarme con uno de estos encantadores animalitos (encantadores, al menos, en las imágenes que he visto, porque también he visto algunas donde se exponen sus víctimas y veo que hay que andar con cuidado con ellos); pero espero que algún día pueda vivir esa pequeña experiencia.
Abrazo.
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Vale la corrección, Isabel, gracias por ella.
En cuanto a la soledad buscada, esa que bien señalas como a la madre de la creatividad, repito lo que dije más arriba: es una pena que no todos los que nos rodean sean conscientes de nuestra necesidad de ella y de los beneficios que nos acarrea (y por extensión también a ellos mismos). De todos modos seguiremos buscándola, encontrándola y disfrutándola.
Un fuerte abrazo.
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Que metáfora formidable … En cierta forma, pareciera que ilustra la Naturaleza ambivalente del amor y las relaciones humanas en general… Demasiado apego puede producir dolor… Aunque dicho apego, presumiblemente nos de seguridad y nos mantenga tibios. Interesante el tema de la soledad y la capacidad o el alcance intelectual… Lo veo claramente. Esa necesidad de huir del mundanal ruido (para citar el libro de Hardy) y buscar refugio en uno mismo… A veces es un buen camino… de búsqueda interior… y, al menos nos evita las espinas. Excelso post, querido Borgeano… Un fuerte abrazo! 🙂
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Ya te digo, no traigo a Schopenahuer más seguido por aquí porque en general aburre y asusta, pero el maestro tiene mucho material sobre el cual se podría trabajar. Por el momento seguiré dejándolo poco a poco, como al pasar…
Abrazo apretado.
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