Ponerse a prueba

 

Trabajo duro

 

En estos últimos tiempos he estado observando algo que nunca pensé llegar a ver. Poco a poco se van dejando de lado esas ideas propias de los noventa y de principios de este siglo: la idea de que teníamos que ser felices y que debíamos ser felices a toda costa. Esto no ocurre en todos los ámbitos, como es lógico, ya que los medios de comunicación masivos aún no se han plegado ni se plegarán jamás a estas ideas; pero en líneas generales ya se está comprendiendo que no todo es una fiesta y que cierto pesimismo (bien entendido) puede ser muy saludable.

Los filósofos estoicos son lo que están siendo tomados como referencia (no creo que la valentía les alcance para poner en la cima a Schopenhauer, pero no me voy a quejar por ello, con que se acabe toda esa tontería de felicidad fingida y vacua me doy por satisfecho) y la idea de que algo de lucha, de pelea por lo que se quiere lograr es algo que no solamente puede ser bueno sino que incluso puede ser deseable está volviendo a tomar forma en ciertos sectores de la sociedad.

Supongo que esto va a chocar de frente con los jóvenes, quienes están siendo educados (y muchos ya lo fueron) bajo la premisa de la felicidad constante y sin esfuerzo. Lo siento mucho por ellos, pero el golpe va a resultarles duro. Sin embargo, tal vez eso les sirva para no cometer el mismo error en el futuro y aquellos que decidan ser padres puedan tomar nota de que lo mejor que puede enseñárseles a los hijos es a pelear por lo que quieren. Pelear con armas y reglas limpias, pero pelear, al fin y al cabo; porque como bien dijo Séneca «No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba».

12 comentarios el “Ponerse a prueba

  1. Los que van de fiesta en fiesta tarde o temprano se darán cuenta que los músicos ya no están. Abrazo.

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  2. Desgraciadamente la felicidad no es noticia… Una buena reflexión, Roberto. Mi abrazo y feliz día!

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  3. mujerrealweb dice:

    La felicidad lo es todo y es nada, es el camino y lo conforma todo aquello que la mayoria de veces tildamos de negativo y/o positivo, es bueno y creo que hasta necesario aprender a que no es en lo vano y superfluo que nos formamos y tristemente es lo que nos venden, a querer vivir en ello y estancarnos.

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    • Borgeano dice:

      Tocas un punto interesante, el cual trabajo a menudo: el valor (o sea, el significado) de las palabras. En mi caso particular, términos como «optimismo-pesimismo» o «felicidad-infelicidad» no siempre significan lo mismo que para las otras personas. Es entonces que esa idea de vender «felicidad» como si se tratara de algo universal me parece ridícula. Lo que hay que hacer es enseñar a ser feliz, lo cual es algo totalmente diferente.

      Un abrazo.

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  4. Crecí bajo el lema «LAS COSAS SE CONSIGUEN TRABAJANDO»que me repetían en casa con palabras y con ejemplos hasta la saciedad. Y ahora soy yo la que se repito a mi hijo y a mis alumnos. Espero que haga alguna mella aunque sólo sea por aburrimiento.
    Un saludo

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    • Borgeano dice:

      Claro, nosotros, quienes crecimos bajo esa saludable idea tenemos una herramienta extra y por demás poderosa a nuestro alcance; esa herramienta es la que debemos pasar a las nuevas generaciones. Por desgracia los medios y los juguetes electrónicos les hacen pensar que todo es lo contrario y que la felicidad se encuentra a solo un clic de distancia. Pero como dije en la entrada, parece ser que poco a poco las cosas van cambiando. Esperemos que así sea.

      Un abrazo.

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  5. Claro que aquí chocamos con la dificultad de definir felicidad. Que muchas veces se confunde con el placer, y otros sentimientos o emociones.
    Coincido con tu exposición y con el hilo de los comentarios.
    La ley del mínimo esfuerzo de hoy tampoco da felicidad, solo el placer efímero de lo material…
    Es como el símil del viaje, la felicidad no está en llegar a un lugar concreto, si no disfrutar de cada trayecto, de cada instante. Como el viaje a Ítaca, que quizás nunca acaba. Hoy en día se llega a la meta sin haber recorrido el camino…
    La metáfora de Sísifo subiendo la roca es una buena imagen para el tema.
    El factor conciencia es el que nos puede ayudar a discernir entre felicidad y placer. Ser consciente del camino nos permite vivenciar de forma diferente la vida, de los pequeños placeres del viaje y de la felicidad profunda de caminar…

    Un fuerte abrazo

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    • Borgeano dice:

      Pues en este sentido déjame decirte que sigo inclinándome por la ataraxia epicúrea como base para todo posible acercamiento a la felicidad. La «imperturbabilidad del espíritu» es (al menos en mi caso particular, repito) la base sobre la que se construirá, después, la felicidad.
      ¿Hay alguna posibilidad de llegar a una definición general de felicidad? Lo dudo mucho, aunque tampoco creo que lo contrario sea lo correcto; es decir esa idea de que «existen tantas definiciones como personas»; esas tonterías sólo sirven para ensuciar las aguas y para que los mediocres se sientan igualados a los que están en la cima de la montaña.
      Tocas, también, el factor conciencia. Ése es el ingrediente fundamental que cierra toda esta idea: sin conciencia no puede haber felicidad (o puede haberla, pero de
      manera muy pobre).
      Entonces, un posible punto de partida para una fórmula final sería o comenzaría con «Ataraxia + conciencia».

      Un fuerte abrazo.

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