Allá por la década de los ochenta, leí un libro que sacudió mi forma de ver las cosas en aquel entonces. El libro fueron los dos volúmenes de La tercera ola, de Alvin Toffler y mi forma de ver las cosas por aquel entonces eran las propias de un adolescente impetuoso y soñador. Pensaba, por ejemplo, que con el paso del tiempo las naciones, al igual que las personas, irían puliendo sus diferencias y allanando las dificultades y que poco a poco hasta el mismo concepto de nación iría diluyéndose hasta desaparecer en una sola, unificada humanidad. Alvin Toffler, en ese trabajo decía todo lo contrario. Analizando incluso hasta detalles como las publicaciones, los trabajos, las formas de comunicación o los conceptos políticos, Toffler señaló que las personas trabajarían desde sus casas, que se segmentarían las formas de comunicación (publicaciones especializadas, etc.) y demás aspectos de la vida social. Es decir que la cosa parecía ir en sentido contrario a lo que yo pensaba por aquellos entonces.
Con el paso del tiempo —y sé que señalar esto es algo baladí— comprobé que mi romanticismo humanista no era más que el sueño de un adolescente impetuoso que una idea formulada con las bases adecuadas. Toffler, sin embargo y aunque la idea no me gustara, había dado en el clavo. Eso podemos verlo hoy en todos los ámbitos; desde los laborales hasta los sociales o políticos; y lo que no deja de sorprenderme (como ven, mi costado romántico se niega a morir del todo) es que ese individualismo que se promueve desde todos los ángulos de la realidad parece ser invisible en sus aspectos egoístas y sectarios.
Este es un mapa de los movimientos separatistas activos en la Europa actual. Está bien, algunos de estos puntos señalados en el mapa posiblemente sean obra de un par de trasnochados. Se necesita más que dos barbudos con ganas de jugar a los vikingos para lograr la independencia de una apartada isla noruega, concedo el punto; pero no quiero analizar a los movimientos separatistas en sí, sino a la misma idea que subyace; es decir, al separatismo en sí. El mero hecho de que haya personas que quieran aislarse del conjunto mayor que forma una nación o sociedad implica una disgregación en la misma idea de humanidad. Hasta el mismo sentido etimológico (La palabra «humanidad» proviene del latín humanitas y significa «cualidad de humano». Sus componentes léxicos son: humus (tierra), –anus (sufijo que indica pertenencia, procedencia), más el sufijo –dad (cualidad) parecería indicarlo. El separarse del otro es querer separarse de la humanidad toda; es dejar de pertenecer, ni más ni menos, a la misma tierra.
Y yo me pregunto ¿Por qué son válidos los países gordos y los flaquitos no? Los flaquitos no quieren separarse del resto de la humanidad, quieren vivir con ella, compartir, mezclarse, pero lo quieren hacer desde su delgadez, no desde la gordura. Que por cierto, no es muy buena para la salud porque te puede dar un infarto en cualquier momento, al igual que la extrema delgadez.
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Un abrazo
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Mi estimado Iñaki; sé que este es un tema delicado para los hermanos españoles (permíteme la generalización); pero quiero insistir en el carácter despojado de toda señalización local de mi planteo. Me pregunto por la idea en si de la individualidad plasmada en esa idea del separatismo. Por supuesto que no estoy de acuerdo en la imposición de un estado sobre otro, le demos la denominación que le demos (opresor, imperio, gordo, rico, blanco, etc.). Lo que yo me pregunto es lo que subyace a esa idea, no a su puesta en escena en tal o cual lugar. También me he preguntado aquí hace pocos días: ¿Cuál es el límite y quién lo determina? Es decir; si el país A se separa del país B ¿Quién es el que dice que ahí se detiene todo? ¿Por qué un grupo menor del país A, que acaba de separarse, no puede a su vez separarse y formar el país C? Insisto en que no soy la persona idónea para tratar los temas referentes a cada parte del planeta; sé que hay cuestiones tan sutiles que no soy ni seré capaz de comprenderlas a todas; es entonces que me aboco al tema mayor, al asunto filosófico de la razón última que forma a la idea del separatismo.
Un fuerte abrazo.
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Un abrazo.Buena reflexión
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Ésa es la idea, Iñaki; reflexionar e ir sumando puntos de vista y nuevos argumentos e ideas. En ese sentido todos ustedes me ayudan muchísimo con sus comentarios (y como bien debes saber, a veces nos ayudan más aquellos que no comparten nuestras ideas que quienes sí lo hacen).
Un abrazo.
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La cualidad humana, no depende de la gordura o la delgadez, Iñaki, depende de la buena voluntad del querer convivir en paz con lo que somos y con lo que tenemos. Depende del querer compartir lo bueno que le pasa o le ocurre a la humanidad que somos todos. Excelente y saludable reflexión, Borgeano, ojalá pudiéramos vivir en paz unos con otros basando la existencia en el Amor. Gracias. Abrazos.
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lo que dices al inicio de tu comentario, Julie; es lo que mi adolescencia revolucionaria suponía: una unión de buenas voluntades; pero hoy veo que, por el contrario, todo se divide en fragmentos más y más pequeños; en voluntades individuales que no quieren ver al otro en el otro. Fíjate que aquí los que nos llevamos bien podríamos crear un mundo virtual (aunque parezca descabellado ya hay algunas ideas al respecto); pero eso sería separarnos del resto de la humanidad como si los problemas fueran «de ellos» y las virtudes fueran «sólo nuestras».
Y claro que sí; ojalá pudiéramos vivir todos en paz y armonía; pero no creo que eso se logre a la brevedad.
Un abrazo.
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Sigo soñando ser ave que desconoce nacionalismos y fronteras.
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Mi hiciste recordar un fragmento de Saramago que compartiré en algún momento de la próxima semana. Viene como anillo al dedo para este asunto. Claro, Saramago era un humanista…
Un fuerte abrazo.
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En ese mismo espacio me muevo yo, con las palabras de Julie… ojalá pudiéramos vivir en paz unos con otros basando la existencia en el Amor. No puedo decir más. Gracias porque me siento muy cerca de vos…
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Claro que todos compartimos ese deseo, el cual en este caso no es tan descabellado como otros. Éste es ben real y sería factible de llevar a cabo pero… como siempre, aparece esta palabrita que tiende a arruinar todo… pero el problema es que hoy en día todo tiende a la individualidad egoísta; así que veo difícil que puedan romperse esas barreras.
De todos modos sigamos soñando y uniéndonos los que queramos vivir en esa paz que tanta prensa tiene pero tan pocos adeptos.
Un fuerte abrazo.
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Roberto, no encuentro en «Otros Blogs de Borgeano» la referencia a «La piel de las cosas». (?)
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Pues que no he podido acceder al widget correspondiente… Sí, lo sé, dije que soy torpe para estas cuestiones y aquí tienes la prueba. Volveré a intentarlo en unos minutos. Gracias por fijarte en ello.
Abrazísimo.
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Difiero radicalmente de ti. No en el concepto de nación única, de humanidad en toda su plenitud, sino en lo que se da por llamar, bajo mi punto de vista erróneamente y de forma peyorativa, «nacionalismos».
A los nuevos ciros, los que pretenden hacer del mundo su casa, un gran imperio en forma de corporación económica, como lo que ocurre en Europa, ya les va bien atacar esos «nacionalismos», porque creo que son los únicos que pueden hacer peligrar su estatus.
Te razono mi argumento. Si no respetamos las diferencias locales, ¿cómo vamos a ser capaces de respetar las riquezas individuales? Si acusamos de «separatistas» a un grupo de personas simplemente porque hablan una misma lengua, porque comparten una cosmovisión parecida, porque tienen gustos similares… ¿cómo seremos capaces de comprender que cada individuo es único en sí mismo?
Te pondré un ejemplo que, seguro, vas a entender de inmediato. Se suele hablar de Latinoamérica, Sudamérica, Hispanoamérica… y uno se pregunta… ¿qué tendrá que ver un fueguino con uno nacido en México DF? ¿Un platense con un limeño?… ¿Y si los obligaran a unirse a la fuerza renunciando previamente a sus características?… ¿Sería eso lícito? ¿Fue justo que entraran a sangre y fuego en el siglo XV y los obligaran a renunciar a sus individualidades para formar un único imperio que luego se demostró artificial y que acabó por disgregarse en nacionalidades tan distintas unas de las otras? ¿Fue esa separación una pérdida o una ganancia?
Bajo mi punto de vista, es ofensivo intentar colocar, a la fuerza, a todas las personas en archivadores estancos para tenerlas bien ordenadas; es ofensivo no intentar comprender que cada pueblo tiene una cosmovisión particular que enriquece el conjunto y querer anularla es como querer dejar a la humanidad coja de tantas riquezas para unificar artificialmente lo que es evidente que es distinto. Las diferencias son riqueza, no un problema.
No puedo hablar por todos aquellos a los que tú denominas «separatistas», y tampoco llevo barba. Pero sí puedo hablar por mí misma y por muchos de los que tengo cerca, porque ahora mismo estoy inmersa en uno de estos fenómenos «separatista» y no es, precisamente, el deseo de aislarse de la humanidad lo que nos mueve, sino, precisamente, todo lo contrario: el enorme deseo de gritar que somos individuos y de ser apreciados como tal, no de ser considerados números en un pasaporte.
Para unir, primero hay que separar y separar mucho, muchísimo. Tanto, que cada uno de nosotros debería formar una nación en sí mismo para poder explicarse a sí mismo y explicarse, después, al mundo entero. Creo que este es el único modo de conseguir que en el mundo no haya fronteras. Solo cuando veamos a los demás como individuos, no como «los otros», cuando aceptemos que ser diferente no es malo, que pensar distinto nos enriquece, que obligar a ser lo que no eres es un error, que la fuerza no es un argumento… entonces, y solo entonces, los individuos avanzaremos hacia la verdadera unidad, que no será impuesta artificialmente por fronteras trazadas vaya usted a saber por quién y hace cuánto tiempo, sino que será una unidad voluntaria.
Y, en todo caso, más que sorprendernos esos movimientos nos deberían hacer reflexionar si algo no funciona bien en el mundo de hoy.
Perdona si me he extendido en exceso. Este tema da para mucho más. Lo dejo aquí.
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Tal como le señalé a Iñaki más arriba, no estoy tocando el tema de Cataluña ni el de ningún sitio en particular del planeta; sólo estoy reflexionando o intentando reflexionar sobre el tema del separatismo en sí; es decir, en la medida de mi humilde capacidad, lo que estoy haciendo es intentado filosofar sobre este asunto.
Aclarado esto, quiero decirte que sin querer has dado con la respuesta a la pregunta que ya plantee hace unos días en este mismo sitio y que también le dejé a Iñaki: ¿Cuál es el límite? Yo había llegado a la misma conclusión que tú: el individuo es el limite último; pero eso no nos ayuda en lo más mínimo. Ya todos tenemos un nombre y un número de documento; así que eso ya está hecho ¿Y ahora qué? ¿Cómo hacer para que el otro reconozca esa individualidad? No es separándonos aún más como vamos a conseguirlo.
Si me permites, voy a señalar dos errores que creo que cometes en tu reflexión: uno es la distinción entre «el individuo» y «el otro». En realidad ambos términos señalan a lo mismo: el «otro» no es más que un «individuo»; aunque se trate en un primer momento de términos que parecen referirse a dos aspectos opuestos, en filosofía el «otro» no es más que un «individuo» en el mismo nivel que quien observa («Yo soy «el otro» del «otro», en síntesis). Y este primer error nos lleva al segundo, el cual ya toqué antes: no creo que sea necesario dividirnos hasta las últimas consecuencias para empezar a reconocernos y a aceptarnos. ¡Por el contrario, creo que todo lo contrario es lo que hace falta! Cuando señalaste las diferencias entre una persona fueguina y otra de México, me hiciste reflexionar mucho sobre ello e, insisto, aunque estas dos personas no tengan nada que ver una con la otra y que sólo sean llamadas «latinoamericanas» por alguna antigua imposición cultural, no es separándose la una de la otra como van a entenderse y a aceptarse; por el contrario, creo que eso sólo acrencentará las diferencias. Para ello me permito, también, un ejemplo: el mío. Mi pareja es mexicana, mientras que yo soy argentino (ahí estamos: el fueguino y el mexicano) y es cuando más nos acercamos cuando más nos entendemos. De nada serviría que yo me alejara de ella y me fuera a Argentina para afirmar mi individualidad ni que ella se afirme en su país para ello. Si así fuera sólo lograríamos separarnos para siempre. sin embargo, cuando estamos juntos y no nos entendemos –cosa que suele pasar a menudo– es cuando más pulimos nuestras diferencias. «¿Qué quieres decir cuando dices X?» «¿La palabra Z tiene algún significado para ustedes?» Preguntas como esas son moneda corriente en nuestra relación y eso es lo que más nos fascina, nos acerca y nos hace entender, precisamente, al «otro»; y esa comprensión lo que hace que uno no quiera imponerse al otro, cosa que sí sucede cuando la separación se profundiza. Fíjate, para terminar, que la separación, en lugar de acercar lo que crea es una «frontera», palabra que significa «fachada, frente» y que supone la parte frontal de un territorio opuesto. Es decir, «opuesto»; aquí ya el otro no es el otro como yo, sino un otro diferente. Y es allí adonde apunto.
Bueno, como verás, no eres la única que se extiende en exceso. Sabes que aquí no debes, jamás, disculparte; este foro está abierto a todo debate y opinión, más cuando es tan interesante y válido como el tuyo.
Un fuerte abrazo.
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Este comentario, da para una respuesta larga como un libro, porque, obviamente algunas sí y otras nooooooooo 😀 😀
Tal vez la haga y te la envíe, aunque sea dentro de un tiempo. Estoy ahora con los minutos contados para escribir, tengo mil proyectos en marcha y con unas y otras cosas… ¡casi ni puedo leer!
He pensado que ese café podría ser posible incluso en la lejanía… ¿Te apuntarías, si lo monto, a un espacio coloquial sobre algún tema literario propuesto vía webinar? 😉
Te lo piensas y, de cara al próximo año, lo preparo. ¡Mil besos! 😉
¡Ah! y es un gusto seguir tu espacio, siempre haces pensar un poco más de la cuenta 😉
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Te entiendo, Nona; y este tema quedará para otro momento, al igual como otros muchos donde no hay tantas diferencias pero que no son menos interesantes.
Lo que dices del «café vía Weinar» me parece estupendo; ahora la red nos permite este tipo de contactos que son por demás interesantes. Claro que me apunto, pero creo que alguien deberá explicarme bien (como si fuese un adolescente algo lerdo) todo esto, porque no soy muy adepto a estas cuestiones virtuales. De todos modos algo he hecho, hace poco menos de un mes un directos de cine amigo me pidió que presentara su libro, lo cual hicimos vía internet. Así que claro, allí me tendrás.
Un fuerte abrazo.
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Visionario Alvin Toffler.
Un abrazo.
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El libro de Toffler es pesado, no lo voy a negar; pero como el tipo decía cosas interesantes, lo terminé. Luego el tiempo y el accionar humano hizo que viera cuánta razón tenía y eso hizo que lo recordara con bastante precisión.
Un abrazo.
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Ya sé que no es tu caso. Pero hay muchos que se escudan en el llamado nacionalismo para criticar el de los otros. (todos son malos menos el mío) Sabes que en mi caso tiendo al individualismo, esta sociedad apenas aporta valores a mi alma. Hay días que me echaría al monte como los anacoretas. Sin embargo, en la línea de lo expuesto por Martes de cuento, y en el caso que ambos estamos viviendo, por encima del nacionalismo (desconozco la realidad de otros lugares) lo que ha hecho aumentar el sentimiento independentista en Cataluña han sido las actuaciones antisociales y en contra de los derechos del pueblo catalán. Cuando el gobierno de turno es una mafia es difícil luchar, mejor apartarse de él.
Curioso comprobar que cuando los políticos y los loros (periodistas, opinadores, tertulianos…) hablan de un mundo globalizado se refieren a nivel económico y político, no se está hablando del amor universal, la fraternidad ni conceptos por el estilo. La cruda realidad del Nuevo Orden mundial (como apunte citaré que uno de los invitados al club Bieldeberg este año es Albert Rivera, y no es casualidad) es explotar al máximo a la clase trabajadora y al planeta (el fin justifica los medios). Por eso al orden globalizador no le interesa la fragmentación, sobre todo si está es para favorecer a los más desprotegidos y no al escaso 1% de la humanidad que se enriquece con el esfuerzo del resto. La historia nos demuestra que grandes naciones nacidas bajo el lema de la unión han acabado fracasando, ahí tenemos el caso de la URSS. Los EEUU de norteamérica es un caso diferente porque su globalización se basa en la colonización comercial, cutural y bélica fundamentalmente. La Unión Europea tampoco está para lanzar cohetes. (Brexit)
Un mundo sin fronteras, una humanidad vivendo como tal, siempre ha sido el sueño de los anarquistas, pero para hacerlo real hace falta personas con conciencia, justo lo que menos abunda. Soy anarquista teórico desde los catorce años, me empapé de su literatura, Malatesta, Prodhoum, Mella, grandes pensadores que predicaban que un mundo nuevo es solo posible en base a una nueva educación. Ya lo dijo B. Durruti hace más de ochenta años: «Lllevamos un mundo nuevo en nuestros corazones» Pero ese mundo nuevo ¿dónde está hoy? Hoy solo corazones dormidos, conciencias dormidas.
Estamos viviendo la conjunción de las realidades futuras que imaginaron Orwell (1984) y Huxley (Rebelión en la granja y Un mundo feliz)… sí, ya sé que hay que ser optimista y que hay destellos de lucidez… Saramago y su Ensayo sobre la lucidez debería servirnos de antorcha en estos tiempos tan oscuros…
Tendríamos que quedar un día para platicar con un cafecito o un anís 🙂
Un fuerte abrazo
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Mira, para el comentario de Martes, me remito a la respuesta que le dejé allí arriba, ya que por extensa no creo que sea conveniente repetirla. Como dije antes, separo el tema en dos aspectos: el filosófico y el práctico o real, remitiéndome (o intentándolo) sólo al primero de ellos, ya que como dije en varias oportunidades, para el segundo no me da el cuero.
Lo que señalas en tu primer párrafo demuestra que soy, como todos, una persona ambigua o, al menos, con cierto nivel de complejidad; ya que si bien el sueño adolescente de una humanidad unida sigue allí, yo, como tú, cada día me encuentro más y más lejos de todos y también con ganas de largarme a la montaña en solitario, como corresponde. Esa dualidad no es para nada un síntoma de esquizofrenia; sino tan solo una expresión de solidaridad humanista (la hermandad, etc.) y el reconocimiento a la individualidad. Se puede ser un individuo (en el buen sentido del término, no en el egoísta del siglo XXI) y al mismo tiempo se puede ser parte de una sociedad mayor (otra vez, me remito a la respuesta a Martes; todo está allí).
Sabes, Xabier; que también estamos de acuerdo en el sometimiento que se está imponiendo a la sociedad toda a través de todos los medios posibles y con el apoyo de los medios de comunicación y de las redes sociales; pero ése es el aspecto práctico del que no estoy hablando aquí (alguna vez lo traté y seguro que volveré a hacerlo. De hecho, hace unas semanas terminé de releer y anotar 1984 y Fahrenheit 451; quienes junto a Un mundo feliz son tres libros que voy a usar para un ensayo sobre el tema).
En síntesis (que no es síntesis porque sé que esto no se va a terminar acá): no creo que separarse, distanciarse, alejarse, sea el modo más práctico y humano para entendernos. Claro, estoy filosofando, no haciendo política; para ellos el asunto marcha por otros carriles, lejos del pensamiento y más cercano a las conveniencias.
Un fuerte abrazo.
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¡Me apunto a ese café! 😀
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¡Pues claro que sí! No sabes cómo me están empujando para aquellas latitudes… ¡Ojalá pudiera hacerlo pronto!.
Abrazo.
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😉
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