A raíz de la entrada de ayer, la cual comentábamos con un amigo, recordé una anécdota de la que fui testigo hace algunos años. Por aquel entonces trabajaba en un restaurante en los Estados Unidos y un compañero, Adrian, se encontraba muy feliz por el segundo embarazo de su esposa. La dueña del restaurant, Nieves, lo felicitó y le dijo, con una mirada que no intentaba esconder cierto desprecio «Supongo, Adrian, que no tendrán más ¿No? Más de dos es signo de ignorancia…». En ese momento estaba de moda la idea de que dos hijos era lo correcto; ya que así podía mantenérselos «bien» y enviarlos a la universidad; etc. Idea que ha caído en desuso, creo, o que he tenido la fortuna de no volver a escuchar.
Pero lo curioso era que no parecía haber problemas con el Doctor Halford, quien era un habitué del restaurante y que además de un bonito apellido tenía cinco hijos y una hermosa esposa. Para él el límite de dos hijos no corría y no por eso parecía ser un ignorante ni mucho menos. Simplemente lo que doña Nieves tenía en mente era que el límite servía para ciertas personas; como un camarero, un empleado, nunca para un profesional, un Doctor o alguien con un título similar.
En definitiva, el problema de ayer es igual al de hoy: no importa si lo llamamos racismo, clasismo, xenofobia, homofobia o cualquier otro término que queramos inventar. El asunto es el rechazo al pobre; cuando de eso se trata no importa la raza, el sexo, el color o la nacionalidad; en ese sentido sí son todos iguales. Propongo para ello inventar una sola palabra y listo, los englobamos a todos allí; al menos de esa manera ganarán en síntesis y podrán canalizar su odio en una sola causa. Creo que Aporofobia (fobia al pobre) podría servir.
muy de acuerdo, amigo . En caso de pobreza, se cambia la mirada. Lo mismo ocurre con los gitanos, por ej. decir Rumano no es lo mismo si el nacido en Hungrías es gitano o simplemente es de nacionalidad rumana, pero no es gitano. El trato es muuuyyyy diferente. Lo vemos cada día, aquí, en Espàña (supongo que en todos lugares). ser gitano rumano es sinónimo de casi delincuente. solo por que su aspecto es sucio y su ropa vieja.
saludos afectuosos
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Gitano-pobre-desclasado son todos sinónimos y cualquiera (ya ni siquiera hace falta ser de la clase alta) los mira de soslayo. Antes (y estoy hablando de MUCHO antes, al menos la aristocracia tenía cierta pretensión de conocimiento, además del poder económico; pero hoy en día cualquier infeliz se siente con derecho a denostar al prójimo por ser diferente o por cualquier otra razón, la pobreza entre ellas, es la razón más sencilla y fácil de esgrimir, aunque sea igualmente falta de ética.
Un abrazo.
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Estoy totalmente de acuerdo y creo que ese miedo viene del error en creer que la pobreza (económica) es una enfermedad contagiosa cuando en realidad lo es la pobreza moral, emocional e intelectual.
Un placer leerte.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
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Haces bien en relacionar la pobreza con una enfermedad contagiosa y el temor que ella produce; creo que los imbéciles son presa de ese temor absurdo y eso hace que asuman esas actitudes retrógradas y lamentables. la pobreza moral, emocional e intelectual, como bien señalas, son las verdaderamente contagiosas, y ésas no respetan clase social alguna.
Un abrazo.
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Amén.
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Has tocado un tema hoy que personalmente me interesa muchísimo desde el punto de vista del comportamiento humano, y tal es así, que me has dado pie a que cuando haga este comentario vaya a hacer una entrada en mi blog con un poema de mi último libro. Entenderás por qué.
Muchas gracias, Roberto y un fuerte abrazo.
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https://apalabrandolosdias.wordpress.com/2017/12/11/vidas-que-fueron/
Un complemento al tema que desarrollas en tu artículo y que tanto invita a la reflexión.
Especialmente en estos días de consumismo extremo.
Gracias de nuevo.
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Dejé este comentario tuyo para el final, Isabel; ya que, como es lógico, fui primero a leer tu entrada antes de decir algo. Creo que este tema en particular no puede ser soslayado por ninguna persona que tenga en sí un mínimo de espíritu humano; y digo eso: sólo un mínimo. No hay, no puede haber nadie que pretenda llamarse a sí mismo como a un verdadero «ser humano» que no se sienta tocado en lo más profundo de su ser por un tema como este.
Por supuesto, tu poema es un ejemplo magnífico y hermoso de, en primer lugar, cómo puede ser dicho hasta lo más doloroso con bellas palabras; y en segundo lugar, de la clase de persona que es la poeta, la persona (valga la redundancia), el ser humano que está detrás de las palabras.
Gracias por el enlace y, sobre todo, por tus palabras.
Un fuerte y afectuoso abrazo.
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Gracias por todo. Sin más.
Un abrazo también para ti.
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Sin más; eso lo dice todo.
Abrazo.
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De acuerdo con la reflexión sobre la aporofobia. Pero en cuanto al tema del número de hijos, en estas épocas, creo que más de dos hijos es irresponsable con el medio ambiente. Hay sobrepoblación en el mundo. Si quieres un tercer hijo, adóptalo. Saludos.
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[…] El artículo titulado “Aporofobia, en síntesis” que hoy publicó en su blog Borgeano ha sido el detonante que me ha llevado a publicar “Vidas que fueron”, poema que en su día escribí desde el sentimiento de comprensión y solidaridad hacia todas aquéllas personas que por diversos han hecho de la calle su “hogar”. Os dejo el enlace que os llevará directamente al magnífico artículo antes mencionado: https://borgeano.wordpress.com/2017/12/11/aporofobia-en-sintesis/ […]
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[…] El artículo titulado “Aporofobia, en síntesis” que hoy publicó en su blog Borgeano ha sido el detonante que me ha llevado a publicar “Vidas que fueron”, poema que en su día escribí desde el sentimiento de comprensión y solidaridad hacia todas aquéllas personas que por diversos motivos han hecho de la calle su “hogar”. Os dejo el enlace que os llevará directamente al magnífico artículo antes mencionado: https://borgeano.wordpress.com/2017/12/11/aporofobia-en-sintesis/ […]
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Cierto Borgeano, así es la vida. Pero nadie habla de pobreza emocional. Un abrazo.
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La pobreza emocional no respeta clase social alguna; es así que podemos encontrar imbéciles en cualquier estamento de la sociedad. Supongo que es por eso que no se habla de ella; ya que el que no es un pobre emocional seguro que tiene a alguno en la familia y, como bien se sabe, los trapos sucios no se lavan en público.
Un abrazo.
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Triste pero Real y creo que todos lo tenemos en cierta proporción aunque nos lo neguemos, como cuando se nos acercan a pedir una moneda y sentimos miedo, o nos sentimos con la moral encima de negarla aunque la tengamos prejuzgando en lo que la utilizará, o las decisiones que tomó esta persona para estar allí. Me parece a mi que tanto se nos ha infundado cultural, social o simplemente experiencialmente que ya debería tener una alarma de virosidad mundial. De nuestros aparentes pequeños actos cotidianos depende hacer la diferencia. Un abrazo
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Si bien es cierto que todos tenemos un poquito de este sentimiento dentro nuestro (el que tal vez sea atávico), el peso de la cultura debe imponerse y con ello debemos vencer ese miedo o esa barrera que nos separa. Es como el miedo a la altura o cualquier otro; llegado el caso tenemos que hacer lo que sea necesario para vencerlo. Éste en particular debería ser vencido de inmediato. Por cierto, los miedos se vencen cada vez más rápido, así que hay que empezar ya mismo para estar «vacunados» para cuando llegue el momento.
Un abrazo.
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Hace un tiempo publiqué en mi blog una entrada en la que hablaba de la «aporofobia» y la definición que hacia de ella una persona. Se me quedó el corazón encogido de pena, porque es la realidad pura y dura. Los pobres nos molestan, ensucian el paisaje y no queremos verlos cerca porque nos recuerdan la poca empatía que tenemos los humanos. Quizá sean los tiempos que corren, pero deberíamos revisar nuestro comportamiento hacia los desheredados.
Por lo menos, es lo que siento y pienso.
Un abrazo cercano, amigo mío.
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Los pobres han sido, desde los mismos inicios de la historia, quienes más han sufrido las diferencias –TODAS– que las distintas sociedades han podido poner sobre ellos. No parece haber modo de que las personas sientan empatía genuina hacia todos los demás, no sólo hacia «algunos» y, mucho menos, hacia los «iguales»; eso no es empatía; eso es puro negocio y egoísmo.
Lo peor de todo es que el capitalismo actual, en lugar en hacer que cada día haya menos pobres, los multiplica y los demás multiplican su odio. Nada más triste y menos esperanzador que este estado de cosas.
Un fuerte abrazo.
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Un tonto con dinero siempre es menos tonto no?
O un feo. Si tiene dinero se le perdona todo. Qué penita!
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En general, mal que nos pese, eso es lo que sucede. Endiosamos al dinero y, el paso siguiente, en endiosar a quien lo posee, aunque no lo merezca.
Abrazísimo.
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En su momento, no la leí. Ahora lo hago de la mano de Isabel y su poema.
¡Un abrazo!
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Otro para ti.
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[…] no exige «un compromiso claro de las personas beneficiarias por el esfuerzo». El argumento rezuma aporofobia y cinismo. La pobreza entendida como un castigo y no como una consecuencia de la falta de […]
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Para resolver el problema de los limosneros, hay que esconderlos, decía Susanita a Mafalda. Y pensar que con lo que gastan los gringos en defensa se podría aliemntar a todos ellos, la comida que se va al basurero. La pobreza mental de las personal al pensar de que si eres pobre, por ende eres de mañas. Me gusta el termino, pero sugiero Penurofobia. Un abrazo y feliz año mi buen.
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Mafalda como una síntesis del siglo XX, la referencia es perfecta. Lo que dices a continuación lo firmo al pie de página, es más, tan es así que lo dije hace un tiempo. Me permito dejarte el enlace: https://borgeano.wordpress.com/2016/05/04/si-existe/
No es que las cosas no tengan solución o que sean difícil de ser solucionadas; simplemente es que se quieren poner en práctica las tres o cuatro acciones que podrían cambiar al mundo de manera radical. Por desgracia, no parece que vayamos a ser nosotros los que veamos ese cambio.
Un abrazo esperanzado, a pesar de todo.
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