Desde hace unos días me encuentro presa de un vaivén de sentimientos y emociones que me llevan de un extremo al otro de mis estados anímicos y esto hace que no me sienta del todo cómodo conmigo mismo. Me he dado cuenta de que esto ocurre porque no cierro las puertas que ya deberían estar cerradas. Esto me hizo recordar a aquel truco que podemos usar cuando un fragmento de una canción se nos queda dando vueltas en la cabeza y no podemos deshacernos de ella: el truco en cuestión es el de cantar la canción hasta el final; entonces es muy probable que la canción desaparezca de una vez por todas. Resulta que el cerebro odia dejar las cosas a medias, inconclusas y, por eso mismo, nos repite una y otra vez ese fragmento que se torna insoportable. Esa idea me llevó a otra similar en intención pero mayor en objetivo, que es la idea budista de que nuestra habitación es un reflejo de nuestro interior; es decir que una es metáfora de la otra y que poner orden en nuestras cosas es comenzar a poner orden en nuestra vida misma.
Sea esto último verdadero o no, la verdad es que es útil, más cuando reconocemos que es necesaria algo de ayuda para salir del laberinto en que nos encontramos. Entonces, haré la prueba y comenzaré a poner orden en mi habitación para ver si así puedo seguir con lo que debo (y quiero, además) hacer.
Comenzaré cerrando el asunto del viaje (aunque seguramente no será algo definitivo, porque alguna anécdota, alguna curiosidad o algún dato preciso aparecerá en algún momento), lo cierto es que siento que aquella idea inicial de compartir la experiencia con ustedes —cosa que quedó trunca, como habrán notado— todavía está abierta y eso es una molestia. Aquí está, entonces, el derrotero de este viaje que, como dije en la entrada anterior, tuvo de todo: blancos, negros y, sí, infinidad de colores intermedios:
Ahora estoy de nuevo en Morelia, recuperando todo aquello que en realidad nunca había perdido. Recorriendo estas calles que conocí apenas hace tres años pero que se han ganado mi corazón de manera definitiva (no hay nada como una imagen cursi para explicarnos con pocas palabras). También estoy recuperando mi habitación y mis momentos frente al teclado (donde aun no he escrito nada que valga la pena ¿ven a lo que me refiero cuando les digo que necesito orden?). Hablando de eso, creo que ya es hora de que vuelva a trabajar. Mejor sigo ordenando un poco y mañana o pasado mañana volvemos a encontrarnos por aquí. ¿Alguien sabe cuál es el mejor modo de guardar un sombrero?
Ponerlo en la cabeza. Abriga si hace frío y nos quita el sol si hace calor.
Bienvenido a casa. 😘
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lógica simple y efectiva. Eso haré, siguiendo tu consejo. Y gracias por abrirme las puertas.
Abrazo.
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Siempre están abiertas para ti!!!
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El orden siempre ayuda. Pero lo importante es ir cerrando puertas, si la habitación (metàfora) la dejas abierta siempre puede entrar alguien a desordenar…
Un abrazo
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El orden es fundamental, siempre que no sea un exceso; ahora, lo de cerrar puertas sí que es algo indispensable, allí sí estamos de acuerdo y en eso estamos trabajando duro y parejo.
Un fuerte abrazo.
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Ponerlo según lo necesites. Quizá mientra cierras puertas y ordenas tu habitación se cuele algo o alguien por tu ventana. Todo son sorpresas, amigo mio. Un abrazo estrecho.
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¡Todo son sorpresas! Me gustó eso (aunque algunas sorpresas no son agradables, démosle, al menos, el derecho a decir que tienen valor porque nos despiertan de la modorra de la monotonía). Sigo ordenando a ver si encuentro una sorpresa en forma de billete en algún bolsillo olvidado.
Abrazo.
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Qué tal si pruebas a observar conscientemente esos pensamientos, que seas tú quién los lleve y no ellos a ti, sin evitarlos y sin apegarte. Si deseas guardar el sombrero que sea en su forma original, hay cosas que están hechas para ser, no aceptan dobleces!! Un abrazo!!
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¡Lo hago, lo hago! Y disfruto mucho haciéndolo, créeme. También estoy muy de acuerdo en tu última oración; como decía una canción por allí: «Más vale romperse que doblarse». Me gusta esto de estar plenamente consciente (alguna vez hablé aquí del estado de mindfulness o «plena conciencia» y sigo considerando a esa como a una de mis mejores entradas) y estar poniendo en práctica todo eso me hace inmensamente feliz.
Gracias por estar por aquí.
Un abrazo.
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Mi niño interior , me dice que a él le gusta verlos volar acelerados por el viento cuando se encuentra a la vera del río y mirar como se transforma en un barco original que llegara hasta el mismo horizonte. Un abrazo con cariño. Y poco a poco las aguas volverán a su lugar.
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Me gusta ese niño interior tuyo y su deliciosa mirada poética. A veces debemos volver a ellos para recordar cómo son las cosas en realidad.
Un abrazo.
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