Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para compartir y esparcir la palabra divina (háganlo como ustedes quieran, compartiendo, practicando, meditando, haciendo estallar cada una de estas palabras, si es que las consideran válidas en algún punto). Hoy compartiremos la enseñanza de nuestra hermana Virginia Woolf, quien de entre sus muchas enseñanzas extraemos ésta (y quiero hacer constar que pocas veces este azaroso sermón dominical se verá engalanado con palabras mejores que estas. Seré sincero, tal vez un poco más de lo habitual: creo que estas palabras deberían estar grabadas en piedra como aquellas otras que permanecen del hermano Epicuro en algún muro derruido de Atenas); dice la hermana Virginia: «No hay prisa. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie salvo uno mismo».
¡Cerrad las puertas del templo, hermanos! ¡Ya está todo dicho! ¡No hay nada que agregar! ¿Cómo puede decirse tanto con tan poco? Pues siendo como la hermana Virginia, supongo. Releo esas palabras con la intención de agregar algo y veo, noto, comprendo, que eso no me será posible ni ahora ni nunca. Esas palabras me golpearon en el rostro como un puño de acero y cuando me levanto de este nock out técnico sólo atino a asentir en silencio y a agradecer a la hermana Virginia su iluminación. ¿Qué es la vida, después de todo? No lo sé; sólo sé que «No hay prisa. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie salvo uno mismo».
Como bien dices, nada más que añadir al pensamiento de Virginia Woolf.
Buen día, Borgeano. Un abrazo.
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Cuando las encontré no pude sumar nada a ellas, de allí la pobreza de la entrada también; de todos modos, esas pocas y simples palabras de Virginia Woolf cubrieron todo el espectro de lo que valía la pena decir.
Gracias por estar aquí y mis disculpas por la demora en responder.
Un fuerte abrazo.
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Maravillosas palabras
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Lo son, sin duda alguna; de allí que insista en que no pueda agregar nada a ellas.
Un abrazo.
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Amén hermano.
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Ser uno mismo. Nosce te ipsum…
Eso es todo.
Un fuerte abrazo
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Sigo enamorado de esa sentencia de Woolf porque, por más que lo piense y lo vuelva a pensar, tengo que reconocer que no puedo agregar nada más. Nosce te ipsum ¡Pues claro! Si ése es trabajo suficiente como para toda una vida.
Un fuerte abrazo.
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