Para seguir con el tema de las curiosidades referidas a los manuscritos medievales, diré aquí que los dibujos que compartí en las entradas anteriores sólo son extraños para nosotros, ya que solemos caer en el error de pensar que aquellos copistas eran personas que trabajaban más o menos como podrían hacerlo hoy; es decir, con ciertas comodidades y con no poco placer (es decir: solemos pensar que nosotros disfrutaríamos mucho de poder hacer ese trabajo). Pero la realidad era muy otra en aquellos tiempos. Como cierre (momentáneo) a las entregas anteriores, copiaré algunas notas dejadas en manuscritos y colofones por escribas y copistas medievales, tomados de la edición de primavera de 2012 de Lapham’s Quarterly (lamentablemente la edición digital de esta revista ya no está disponible en la red). Esto es lo que nos legaron, también, los copistas de antaño:
- Nuevo pergamino, mala tinta; no digo nada más.
- Tengo mucho frío.
- Esa es una página difícil y un trabajo cansado para leerla.
- Deje que la voz del lector honre la pluma del escritor.
- Esta página no ha sido escrita muy lentamente.
- El pergamino es peludo.
- La tinta es delgada
- Gracias a Dios, pronto estará oscuro.
- Oh, mi mano.
- Ahora que lo escribí todo; por el amor de Dios, dame un trago.
- Escribir es un trabajo pesado excesivo. Te dobla la espalda, atenúa tu vista, tuerce el estómago y los costados.
- San Patricio de Armagh, líbrame de escribir.
- Mientras escribía me congelé, y lo que no pude escribir con los rayos del sol terminé a la luz de las velas.
- Como el puerto es bienvenido para el navegante, también lo es la última línea para el escriba.
- ¡Esto es triste! ¡Oh pequeño libro! Un día llegará en verdad cuando alguien sobre su página diga: «La mano que lo escribió ya no existe».
En su Historia y futuro incierto de la escritura a mano, Anne Trubek enumera otra: «Aquí termina la segunda parte del trabajo del título del Hermano Thomas Aquinas de la Orden Dominicana; muy largo, muy prolijo y muy tedioso para el escriba».
Como vemos, nuestra mirada sobre el pasado a veces peca de excesivo romanticismo y esto nos hace ver con tonos demasiado rosas lo que de verdad era más bien oscuro. Seamos agradecidos con todos aquellos que con su duro trabajo nos han legado esas maravillosas obras que aún podemos ver, leer y disfrutar con placer; más aún cuando lo hicieron sabiendo que nosotros diríamos, en algún momento impensado para ellos, que «La mano que lo escribió ya no existe».
Anotaciones más que curiosas: ¡merecen casi una novela! Qué serie más interesante te ha salido. Un abrazo.
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Pensé algo similar, Félix; es notable cuánto dicen esas palabras y cuánto puede crearse a partir de ello. Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
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REALMENTE MUY INTERESANTE. ES UN PLACER DISFRUTAR TUS NOTAS CADA VEZ QUE VISITO TU PAGINA UN ABRAZO GRANDE.
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Gracias a vos, Marcelo; por pasar por acá y por tu comentario.
Un abrazo.
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No recuerdo haberme detenido a pensar en los escribas, hoy que lo refieres, puede uno entender y comprender que el oficio era desgastante tanto para la mano como los ojos y todo el cuerpo agazapado, posiciones viciosas para dejar para la posteridad el cansancio de la frase. Gracias por hacernos ver el inmenso trabajo de ellos, pues a ellos se debe que el conocimiento se haya perpetuado. Abrazo grande
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El trabajo de los escribas era terrible; largas horas de trabajo siempre inclinados sobre los pupitres, condiciones básicas ¡y no olvidemos el frío! Debemos estarle agradecidos a aquellos hombres de antaño.
Un abrazo.
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Muy interesante lo que cuentas; yo sí tenía claro el trabajo artesanal y durísimos de estos escribas. ´No obstante tendríamos que trasladarnos a esa época a ver en qué condiciones se realizaban otros trabajos. Es posible que ellos fueran privilegiados, especialmente si lo que hacían les gustaba.
Abrazos.
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