En inglés existe un término interesante: paracosmo, el cual hace referencia a un mundo imaginario, muy detallado; especialmente uno creado por un niño. Un maravilloso ejemplo lo tenemos en la siguiente historia:
Cuando el curador inglés Patrick Brontë trajo a casa una caja de soldados de madera en junio de 1829, su hijo Branwell, de 12 años, los compartió con sus hermanas. «¡Este es el duque de Wellington! ¡Será mío!», Gritaban Charlotte, de 13 años, Emily, de 11, y Anne, de 9. Ellas se hicieron cargo de sus propios héroes. En la imaginación compartida de los niños, los «hombres jóvenes» viajaron a la costa oeste de África; se establecieron allí después de una guerra con las tribus indígenas ashantee; eligieron a Arthur Wellesley, el duque de Wellington, como su líder, y fundaron la Gran Ciudad del Vidrio en el delta del río Níger.
Después de 1831, Emily y Ann se «separaron» para crear un país imaginario separado, Gondal y, después de 1834, Charlotte y Branwell desarrollaron Glass Town en otra nación imaginaria, Angria. Las niñas, jugando con diferentes combinacionesde personajes y locaciones, escribieron historias y compusieron tramas, poemas y obras de teatro sobre estos mundos de fantasía compartidos; con diversas alianzas, disputas y relaciones amorosas que se desarrollan en África y el Pacífico. Estos escritos finalmente llenaron 484 páginas antes de que los intereses propios de una edad madura enviaran a los Brontë en diferentes direcciones. Más tarde, este trabajo inicial ayudaría a dar forma a los temas y estilos de sus poemas y novelas.
Recuerdo, ahora, aquella frase de Rilke: «La patria es la infancia». Todo está, de alguna manera, allí. Esto no quiere decir que las cosas ya estén determinadas por un momento u otro de nuestras vidas; pero en ciertas ocasiones toda una vida puede verse unida por un hilo invisible que la recorre y le da sentido. ¿Hubieran sido las hermanas Brontë escritoras de no haber recibido aquellos soldaditos de madera en su infancia? Posiblemente sí, pero no puedo menos que creer que sus historias hubiesen sido muy diferentes.
Yo también creo que es así. Que la manera de vivir la infancia determina cómo vamos a ser de mayorales. De eso saben bastante los sicólogos de hoy, que son los nuevos médicos de cabecera.
Un saludo. Y gran placer leerte.
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Yo no soy muy afecto a mirar hacia mi pasado, pero cuando lo hago (al menos en referencia a estos temas) sí veo que hay un lineamiento, unas costumbres o conductas que fueron marcando el camino.
Me gustó eso de que los sicólogos son los nuevos médicos de cabecera. Muy cierto.
Un abrazo.
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«La patria es la infancia», por eso cuando nos «exiliamos» nunca dejamos de añorarla y desear reencontrarnos con ella.
Gracias por esta interesante entrada, Roberto.
¡Feliz día!… que así se empieza.
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Otros dicen (o han dicho. Creo que fue Octavio Paz, pero no puedo asegurarlo) «La patria es el lenguaje»; pero si consideramos que el lenguaje es el que adquirimos en la infancia… pues parece que estamos hablando de lo mismo. No cabe duda, entonces, que es allí donde vamos una y otra vez cada vez que queremos encontrar al verdadero yo.
Gracias por estar aquí.
Un fuerte abrazo y mucha suerte hoy en la presentación de tu libro.
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Es una reflexión que nos hacemos constantemente, pero que nunca sabremos a ciencia cierta puesto que solo vivimos una vez. Buenos días!!
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Lo importante, lleguemos a una respuesta o no (no siempre es necesario) es reflexionar. Ése es el camino, lo demás es un añadido.
¡Buenos días!
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«Nunca es demasiado tarde, para tener una infancia feliz» decía Tom Robbins, y estoy de acuerdo con él. Me ha encantado tu artículo, y es muy cierto que ciertos instantes, objetos, vivencias, etc. significan mucho y son hilos que van unidos a nuestro crecimiento personal, a lo que somos, a nuestras conductas…
Es un tema apasionante. Mi abrazo y cariño.
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Me gustó la frase de Tom Robbins ¡pero ahora necesito saber cómo hacer para cambiar la mía! Aunque entiendo el punto, por supuesto; nuestra mirada sobre el pasado puede modificarlo y nosotros decidimos cómo hacerlo. Sea como fuere, todos (me atrevería a generalizar aquí) no somos más que el destino que fijamos en nuestro pasado remoto. Para bien o para mal, lo que somos aquí está determinado por lo que fuimos allá.
Un fuerte abrazo.
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No siempre es así, a veces son los otros los que modifican o intentan modificar nuestras conductas, pero no nuestro destino. Lo que somos aquí ya no es lo que fuimos allá, pero todo nos sirve para enriquecer nuestra conducta. Un abrazo.
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De alguna manera u otra, la infancia nos condiciona nuestra forma de vida. Por eso tu reflexión nos llega a hacernos esa pregunta, de que forma nos llegó a nosotros. Una interesante lectura para sacar muchas conclusiones personales. Soy otro exiliado y no puede sacudirme el polvo de mi pueblo. Un buen fin de semana.
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Sí, así es macalder. Cuando he tocado el tema con amigos o cuando lo leo en boca de algunos autores reconocidos veo que todos, de una u otra manera (es decir, más allá de las palabras que usen para explicarse) todos ven en su infancia los lineamientos que luego reconocen en su adultez. Como esas varas que se colocan a un lado de las plantas para que crezcan derechas, las diferentes varas de nuestra infancia han marcado el rumbo que hemos tomado y que seguimos tomando.
Un abrazo.
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Bonito. Solo puedo decir eso.
Yo todavía convivo con mis fantasías, esperando el momento de darles forma, y dando gracias a esa infancia y juventud, con su tiempo de espera y su espacio para la imaginación.
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Gracias, Mosangon; creo que «bonito» es un adjetivo más que adecuado para esta historia. En cuanto a lo tuyo ¡pues a trabajar! Nada es comparable a un trabajo personal.
Un abrazo.
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La frase de freud sigue meciendose: El niño es el padre del hombre. Abrazo grande
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Así es, Rubén, y creo que nosotros mismos podríamos ser unos excelentes ejemplos de ello.
Abrazo.
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