Aprender a decir adiós

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Collage 01La cultura occidental tiene, entre sus muchas fijaciones, una muy particular: saber cuáles fueron las últimas palabras de este o aquel personaje (ya se sabe, la fama, aquí, tiene un plus de distinción o morbo). Tal vez sea la idea de despedida lo que prima aquí aunque, como dije, tal vez sólo sea simple morbo.

Sea como fuere, las últimas palabras tienen un aura especial y particular que las hace únicas e imperecederas. Lo que nadie parece pensar, me digo, es en cuáles fueron las últimas palabras que los vivos les han dicho a los muertos. ¿Será que nos hemos despedido de la manera adecuada? ¿O los habremos dejado ir con palabras que nos avergüenzan o nos hacen sentir arrepentidos?

Recuerdo un poema de Borges (siempre lo hago; es uno de esos poemas que vuelven una y otra vez) donde nos habla de aquellas cosas de las que estamos despidiéndonos constantemente y sin siquiera saberlo: «De estas calles que ahondan el poniente / una habrá (no sé cuál) que he recorrido / ya por última vez, indiferente» y dos de los versos que más me conmueven: «Para siempre cerraste alguna puerta / y hay un espejo que te aguarda en vano…» Ese espejo siempre lo he sentido como la síntesis del olvido. No puedo dejar de verlo como un símbolo de mi infancia y de todo lo que he dejado atrás. Ese espejo que espera será, creo que para siempre, la imagen de la despedida constante de las cosas que me rodean.

Y volviendo a las personas, que son, claro está, lo más importante de todo ¿por qué no tener esto presente y, ante la cierta probabilidad de que no volvamos a vernos, comenzar a despedirnos diciendo algo amable, algo que nos recuerde las razones por las cuales estamos unidos, algo que, después, no nos haga sentirnos arrepentidos? La idea de la bondad pura no es necesariamente buena, lo sé; pero si prestamos atención a nuestro entorno veremos que la mayor parte de las veces los enojos o las distancias se deben a cuestiones triviales. ¿No será una buen idea el dejar esas cosas donde corresponde y darle a nuestros seres queridos el lugar que se merecen? Quién sabe cuánto tiempo tenemos para decir un «te quiero» o para dar (y recibir) abrazos. ¿Para qué esperar por un momento que tal vez nunca llegue?

Todo momento es ahora, y si el espejo nos aguarda en vano, al menos que no lo haga con tristeza. Haber dejado un buen recuerdo en él habrá sido nuestra tarea.

15 comentarios el “Aprender a decir adiós

  1. Claro, vivimos pensando que siempre habrá un mañana. Olvidamos que los pequeños (o grandes) detalles son los que conforman nuestra existencia. La muerte es incierta y hay que aprender a valorar lo que tenemos.
    Duelen las despedidas, las que no pudimos dar también…

    Me encantó el verso de Borges y, sobre todo, tu último párrafo…
    todo momento es ahora…

    De Juan Ramón Jiménez recuerdo estos versos:

    …Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
    y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
    y con su pozo blanco.
    Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
    y tocarán, como esta tarde están tocando,
    las campanas del campanario.

    Un fuerte abrazo

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  2. Excelente reflexión. Abrazo.

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  3. delosmasmalos dice:

    Precioso enfoque y muy buen articulo. 👏👏👏

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  4. delosmasmalos dice:

    👏👏👏

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  5. delosmasmalos dice:

    Precioso enfoque. Magnífico tu escrito.

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  6. Yo creo que es una reflexión que nos hacemos con mucha frecuencia porque según nos vamos haciendo mayores aumentan las despedidas. Y no siempre da tiempo a despedirse como quisiéramos porque habitualmente no pensamos en que «todo momento es ahora».
    Un gran abrazo.

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  7. […] a través de Aprender a decir adiós — El Blog de Arena […]

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  8. Carmen B. dice:

    Oportunisima reflexión la tuya, Roberto. Esta noche después de leerla, le pedí a J. que se quedara.Y dijo que sí. Gracias! mi es tomadísimo filósofo. En parte te lo debo a tí.

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    • Borgeano dice:

      Mi querida Carmen, tu comentario me conmueve. Debo darte las gracias a ti, entonces.
      Por cierto, me disculpo por no haber respondido antes, pero algunos problemas de salud me ha mantenido fuera de la red por un tiempo (fíjate qué curioso, ahora llego a esta entrada que escribí en julio y veo que también podría aplicarse a mí mismo…). Veré cuándo podré regresar (creo que compartiré algunos textos ajenos; por el momento no me siento con fuerzas –todavía no estoy recuperado del todo– como para escribir mucho por mi cuenta).
      Me disculpo nuevamente por la demora en responder.

      Un abrazo.

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  9. Carmen B. dice:

    Hola Roberto. No sabes la alegría que he sentido al recibir noticias tuyas en el blog. La verdad es que se te echa de menos. Espero que tu estado de salud sea bueno y, ¡ya mismo, óptimo¡! que estés muy pronto restablecido y podamos seguir disfrutando de tu pensamiento en tus escritos.

    De todo corazón, recupérate pronto . ¡!Aquí, te esperamos¡!

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    • Borgeano dice:

      Pues no, querida Carmen; por desgracia no es así. Tras un período de calma han regresado con fuerza renovada. De todos modos compartiré algunas cosillas breves y, más que nada, ajenas. El dolor es profundo y, la verdad, no me permite concentrarme mucho en nada.
      Muchas gracias por tus palabras de aliento, las que siempre se sienten como un abrazo en el alma.

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      • Carmen B. dice:

        Desde la admiración y el respeto. Recibe todo el afecto el deseo sincero de que tu dolor sea llevadero . Rezaré por ti. Un abrazo del alma,amigo.

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      • Borgeano dice:

        Muchas gracias, Carmen; de todo corazón, agradezco cada palabra que me brindas (ya que no sólo las dejas o las compartes; a veces uno «siente» algo más en ellas de lo que meramente significan).
        Un fuerte abrazo para ti.

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  10. MJBeristain dice:

    Cuántos «megusta» pueden pulsarse debajo de un texto?. ¿Cuantas veces, al leerlo, me inspire emoción y la sensación de que comparto cada una de las palabras que contiene? No me canso de leer tus páginas. Abrazo cautivo.

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    • Borgeano dice:

      ¡Pues ya lo has hecho con creces! ¿Qué más puede uno pedir que un pequeño texto suyo merezca tal elogio? Nada. Nada más. (Por cierto, me haz hecho releer la entrada y con toda modestia digo que sí, que al menos sigo firmando la idea a pie de página; te agradezco por ello).

      Me gustó eso del «abrazo cautivo». Venga, y que dure.

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