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Autoretratos,de Egon Schiele (1910-1911) – Joker, de Tod Phillips (2019)
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Muy bien, vamos con esta segunda parte de las influencias de la pintura en el cine. No es necesario decir mucho más que lo que dije en la entrada anterior; creo que sólo hay que pasar y disfrutar del espectáculo, el cual, como el que inicia esta entrada, a veces no deja de ser sorprendente en grado superlativo (como dije, aquí está el trabajo de Pasolini, el cual es uno de mis preferidos).
Vamos a la galería (la cual, al igual que en la entrada anterior, pueden ver las imágenes en mayor tamaño y la información sobre la película y la pintura, haciendo clic sobre una de ellas. Si colocan el cursor sobre una imagen verán parcialmente la información):
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The Memory, de René Magritte (1945) The Third Part of the Night, de Andrzej Żuławski (1971)
The Truma Show, de Peter Weir (1998) Arquitectura a la luz de la luna, René Magritte (1956)
The Lighthouse, de Robert Eggers (2019) Hypnosis, de Sascha Schneider (1904)
A la Isla Prince Edward, de Alex Colville (1965) Moonrise Kingdom, de Wes Anderson (2012)
Boceto, de Van Gogh (1888) The Lighthouse de Robert Eggers (2019)
Heneral Luna, de Jerrold Tarog ( 2015) Spoliarium, de Juan Luna (1884)
Children of Men, de Alfonso Cuaron (2006) Martinengo Pietà, de Giovanni Bellini (1505)
Barry Lyndon, de Stanley Kubrick (1975) Malvern Hall, Warwickshire, de John Constable (1809)
Viridiana, de Luis Buñuel (1961) La última cena, de Leonardo da Vinci (1495-1498)
Dunkerque, de Christopher Nolan (2017) El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich (1818).
Avatar, de James Cameron (2009) Islas flotantes, de Roger Dean (1993)
La piel que habito, de Pedro Almodóvar (2011) Venus recreándose en la música, de Tiziano (1550)
Lost in translation, de Sofía Coppola (2003) Jutta, de John Kacere (1973)
Dentro del laberinto, de Jim Henson (1986) Relatividad, de MC Escher (1953)
Las aventuras del Baron Munchausen, de Terry Gilliam (1988) El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli (1484)
El final de la violencia, de Win Wenders (1997) Nighthawks, de Edward Hopper (1942).
Un americano en París, de Vicente Minelli (1951) Chocolat bailando, de Toulouse-Lautrec (1896)
Jamón, jamón, de Bigas Luna (1992) Duelo de garrotazos, de Francisco de Goya (1819)
Shirley, visiones de la realidad, de Gustav Deutsch (2013) Sol de la mañana, de Edward Hopper (1952).
La madre del artista, arreglo en blanco y negro, de James Whistler (1871) El presidente, de Carl Theodor Dreyer (1919)
La marquesa de O, de Éric Rohmer (1976) La pesadilla, de Johann Heinrich Füssli (1781)
Los duelistas, de Ridley Scott (1977) Napoleon Bonaparte, de Benjamin Robert Haydon (1830)
La ricotta, de Pier Paolo Pasolini (1962) Descendimiento de Cristo, de Rosso Fiorentino (1521)
The Memory, de René Magritte (1945) The Third Part of the Night, de Andrzej Żuławski (1971)
The Truma Show, de Peter Weir (1998) Arquitectura a la luz de la luna, René Magritte (1956)
The Lighthouse, de Robert Eggers (2019) Hypnosis, de Sascha Schneider (1904)
A la Isla Prince Edward, de Alex Colville (1965) Moonrise Kingdom, de Wes Anderson (2012)
Boceto, de Van Gogh (1888) The Lighthouse de Robert Eggers (2019)
Heneral Luna, de Jerrold Tarog ( 2015) Spoliarium, de Juan Luna (1884)
Children of Men, de Alfonso Cuaron (2006) Martinengo Pietà, de Giovanni Bellini (1505)
Barry Lyndon, de Stanley Kubrick (1975) Malvern Hall, Warwickshire, de John Constable (1809)
Viridiana, de Luis Buñuel (1961) La última cena, de Leonardo da Vinci (1495-1498)
Dunkerque, de Christopher Nolan (2017) El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich (1818).
Avatar, de James Cameron (2009) Islas flotantes, de Roger Dean (1993)
La piel que habito, de Pedro Almodóvar (2011) Venus recreándose en la música, de Tiziano (1550)
Lost in translation, de Sofía Coppola (2003) Jutta, de John Kacere (1973)
Dentro del laberinto, de Jim Henson (1986) Relatividad, de MC Escher (1953)
Las aventuras del Baron Munchausen, de Terry Gilliam (1988) El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli (1484)
El final de la violencia, de Win Wenders (1997) Nighthawks, de Edward Hopper (1942).
Un americano en París, de Vicente Minelli (1951) Chocolat bailando, de Toulouse-Lautrec (1896)
Jamón, jamón, de Bigas Luna (1992) Duelo de garrotazos, de Francisco de Goya (1819)
Shirley, visiones de la realidad, de Gustav Deutsch (2013) Sol de la mañana, de Edward Hopper (1952).
La madre del artista, arreglo en blanco y negro, de James Whistler (1871) El presidente, de Carl Theodor Dreyer (1919)
La marquesa de O, de Éric Rohmer (1976) La pesadilla, de Johann Heinrich Füssli (1781)
Los duelistas, de Ridley Scott (1977) Napoleon Bonaparte, de Benjamin Robert Haydon (1830)
La ricotta, de Pier Paolo Pasolini (1962) Descendimiento de Cristo, de Rosso Fiorentino (1521)
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Dicen que «segundas partes nunca son buenas», pero no en este caso -como en otros muchos- te has superado. Muchas gracias por tu exquisito trabajo, Roberto.
Un gran abrazo y feliz semana.
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Gracias a ti, Isabel; veo que se me han ido dos veces las imágenes; pero bueno, ya pasó (al menos no entorpeció la lectura de la entrada). Me alegra muchísimo que te haya gustado; y me disculpo por la demora en responder (me han tocado, nuevamente, días complicados).
Un fuerte abrazo.
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Me ha gustado la parte II tanto como la I; y hay dos composiciones que te comentaré y sólo dos pero me gustan todas ellas y cada una de las que has escogido.
La composición del Jocker/Schiele, me impacta por su parecido . La pintura no la conocía y la escena de la película El Jocker, a mi me parecía que, cuando la madre del personaje se muere, él vuelve a su casa (si mal no recuerdo…) y comienza una danza en la que su torso desnudo toma una presencia que pereciera nueva para él; se contorsiona en no se sabe qué danza ideal, mientras está atento a sus brazos, manos, y movimientos. A mí me pareció una escena muy interesante, de las muchas que Phoenix tiene en esa película.
El Descendimiento que compone Passolini es es sencillamente genial. Totalmente acorde con esa composición triangular de los ordenes clásicos , queriendo emular a la de Rosso , desde luego que le copia muy bien esa distribución de los personajes, y el color que le da con las luces a esa escena es, para mi gusto, precioso.
Enhorabuena por la entrada; ¡què disfrute ¡ Roberto.
Un gran abrazo.
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Me alegra, Carmen; que ambas entradas hayan sido de tu agrado. Hay mucho material al respecto y eso es algo casi inevitable, un director de cien inevitablemente tiene que conocer la plástica casi como a su mismo trabajo (de hecho, podría decirse que de alguna manera es un «moderno pintor». Muchos de ellos componen sus imágenes basándose en ese principio, aunque no copien a un pintor en particular v.g.: Peter Greenaway). Las dos composiciones que señalas también son mis preferidas (sumaría de la Dunkerke, la que, tal vez por su sencillez pasa algo desapercibida).
Lo de Joker es aparte. La película y sus imágenes. Creo que eso daría para toda una charla por sí misma.
Gracias nuevamente.
Un abrazo.
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Un trabajo inmenso, Roberto. Todas las imágenes tienen su atractivo. Hay muchas películas que desconozco (la consecuencia lógica de una parte de mi vida de pseudoanacoreta).
El laberinto del fauno es una gran película, el trabajo del equipo de animación y caracterización fue explendido. Conozco a parte del equipo y son unos grandes artistas.
Me sorprendió encontrar escaleras de Escher, ya sabes que admiro mucho su obra.
Todo el conjunto que nos presentas es de gran calidad y sensibilidad. Enhorabuena!
Un fuerte abrazo
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Muchas gracias, Xabi; (por cierto, me gustó mucho eso de «pseudoanacoreta»; bien sintetizado). Creo que buscando «más fino» puede encontrarse mucho más material (¿cuántas películas de clase B o extranjeras –pienso en Kurosawa, por ejemplo– nos brindarían más ejemplos? Me atrevería a decir que muchísimas).
Lo de Escher es estupendo. En el caso de Laberinto (la película con una muy joven Jennifer Connelly y con David Bowie, éste camina por uno de los pasillos y, al llegar al final simplemente da un paso y continúa su camino de manera inversa. Es una idea simple pero más que atractiva y que pone en evidencia el verdadero trabajo de Escher (donde el «arriba» y el «abajo» no son más que conceptos sin sentido).
Espero encontrar más para una tercera entrega, vaya uno a saber cuándo.
Un fuerte abrazo.
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