
José Luis Sampedro
Hace muchos años, cuando comenzaba a hablarse de temas ecológicos de un modo más social (porque debemos recordar que el término fue creado y usado, primero, en el ámbito científico), un profesor les dijo a sus alumnos «Yo no soy ecologista; yo soy ecólogo. De hecho, no soy ningún «ista«». Recuerdo también la expresión de algunos alumnos, quienes descubrieron en ese momento que algunos juegos de palabras iban más allá de lo que podía ser un mero chiste y que esos juegos eran por demás interesantes. Ser un ecólogo en lugar de un ecologista significaba ser alguien que actúa en lugar de ser alguien que meramente declama sobre este o aquel problema o asunto.
Desde hace un tiempo, por mi parte, vengo quejándome del uso abusivo del término populismo por parte de ciertos políticos, personalidades varias y periodistas. Incuso en este blog, hablando del tema, he preguntado: ¿Cómo se distingue a aquel político que toma una medida popular del que toma una medida populista? La distinción no es tan sencilla, porque el tema de las intenciones detrás de esas medidas no puede ser aclarado en todas las ocasiones.
Ahora acabo de ver un video del siempre lúcido José Luis Sampedro, donde dice lo siguiente: «[…] lo que eran antes valores ahora se han convertido en intereses económicos. Una cosa es el capital y otra es el capitalismo… […] el sufijo «ismo» estropea las cosas. Un señor es paternal y está bien, es muy agradable; es paternalista y la hemos fastidiado. Es un señor oportuno y qué simpático, siempre cae bien; es oportunista, y no…». Las palabras de Sampedro no vienen a dar una solución al problema del uso en sí del término «populista»; pero nos sirven para determinar que no tiene ya ningún valor. Por una parte, Sampedro parece decirnos que todo «ismo» es degradante (cosa que no siempre es así; pero tomemos esta idea como punto de partida al menos en lo que al término «populismo» se refiere); y en general así es usado, pero la cosa se complica.
Por un lado tenemos a un montón de personajes que usan este término para denigrar a cualquiera que se encuentre en la vereda de enfrente de sus propias ideas políticas. Yo me atrevería a sintetizar a todas estas personas en la figura de Mario Vargas Llosa; quien en un reciente reportaje parecía no poder usar otra palabra: «populismo, populismo… porque el populismo… y los populistas…». Realmente daba vergüenza ajena ¡uno esperaba un poco más de amplitud en el vocabulario de un premio Nobel de literatura! Pero no era de eso de lo que se estaba hablando, sino de política y en ese tema Vargas Llosa viene, desde hace años, usando una sola palabra: esa que tanto nos preocupa.

Enrique Peña Nieto; Justin Trudeau; Barack Obama
Pero dije que la cosa se complica, porque no sólo ese término se aplica a los políticos que toman medidas populares (seamos francos: en general ese término se usa para denigrar a ciertos políticos latinoamericanos y poco más); sino que tenemos un ejemplo bastante curioso. En 2016, en una reunión cumbre entre México, Estados Unidos y Canadá; Enrique Peña Nieto, presidente mexicano, se encontraba en un escenario junto a Barack Obama y Justin Trudeau y comenzó a criticar al populismo, tal vez para quedar bien con los patrones del norte. Cuando terminó, Barack Obama pidió la palabra y añadió, de manera brillante:
«Quiero añadir una cosa, pues lo he escuchado en varias preguntas; y es la cuestión del populismo. Tal vez podríamos ver en un diccionario lo que significa ese término. Yo no quiero conceder esta idea de que parte de la retórica que hemos escuchado es populista. Se podría decir que yo soy un populista. Pero otra persona que nunca ha demostrado preocupación por los trabajadores; que nunca ha luchado en cuestiones de justicia social o asegurarse que los niños pobres tengan una oportunidad o que reciban atención médica y que de hecho han trabajado en contra de la oportunidad económica de los trabajadores y las personas comunes. Ellos no se transforman de la mañana a la noche en populistas porque dicen algo controvertido simplemente para obtener más votos. Eso no es una medición de lo que es ser populista. Eso es xenofobia, quizás; o aún peor: es ser un cínico».

¿Populismo o popular? ¿El pueblo siempre tiene razón o siempre se equivoca?
¡Palabras de un presidente de los Estados Unidos! (y qué diferencia con el actual, por favor…). Dije que la cosa se complica porque el término parece ser lícito para criticar a países menores, pero no a los mayores. Yo estoy en un todo de acuerdo con las palabras de Barack Obama; pero ahora que veo que Angela Merkel; Emmanuel Macron y Pedro Sánchez (es decir: Alemania, Francia y España) a la cabeza, pero seguidos por lo que parece ser el resto de Europa, piensan tomar medidas tan drásticas como lo es el nacionalizar ciertas empresas si la crisis económica actual se profundiza ¿Serán tratados por alguien como Vargas Llosa de populistas? No lo creo; esta gente sabe bien que no debe morder la mano del amo y encontrarán las justificaciones necesarias para justificarlos. Como dije hace poco tiempo con respecto a las posibilidades de reelección en Latinoamérica y en Europa: no es lo mismo tratar de indio dictador a Evo Morales o a Nicolás Maduro que a Angela Merkel o Vladimir Putin. En el caso del populismo ocurre lo mismo. Es mucho más fácil decirle populista a Cristina Fernández o a López Obrador que a Emmanuel Macron o a Justin Trudeau.
Y es que ya lo dijo Sampedro: «No es lo mismo un señor oportuno que un oportunista».
Caramba, Roberto. Estos días no me quito de la cabeza, quizá porque los echo a faltar, a personas tan lúcidas como Sampedro. Incluso tengo en mente una entrada en mi blog, bastante diferente a lo que suelo publicar, con él, con Galeano y Saramago… no sé si invitar a alguien más.
El tema queda lo suficientemente claro. En esta época de eufemismos y medias verdades, todo es susceptible de ser manipulado al antojo y beneficio de cada uno.
Otra detalle que vengo observando estos días es como muchos opinadores, divulgadores, youtubers, etcétera. Para justificar sus críticas andan definiéndose como neutrales. El yo no soy ni de izquierdas ni de derechas cuando por sus actos se ve claramente su perfil marcadamente de derechas. Y a toda esta gente de derechas, como Vargas Llosa, se les llena la boca con el término populista. Lamentable lo de este personaje, hace tiempo que dejo de ser señor..
Sobran ismos y falta humanidad.
Un fuerte abrazo
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Estamos en sintonía y no me llama la atención. Acabo de terminar un ensayo de unas veinte páginas para una convocatoria (espero tener suerte, porque hay unos dinerillos por allí) en el que toco el tema de Vargas Llosa y su vergonzosa fundación; acabo, también, de tener una discusión con un tonto que se escudaba en esa supuesta «neutralidad». De hecho, es probable que la próxima entrada hable sobre eso, ya que esa discusión me dejó con ganas de más.
Y sí; sin duda, y ésta es la base de muchísimos problemas actuales, «sobran ismos y falta humanidad».
Un abrazo.
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Reblogueó esto en Blog de Ana María Palos.
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Esta sociedad es propensa a creerse mitos que desde arriba se prefabrican. Gandhi, Mandela, Luther King, añadamos Sampedro o Emilio Lledó. Casi podría hacerse un hit parade o unos 40 principales, a ver esta semana quién la lleva.
José Luis Sampedro le gustará si le gusta: Hessel el de ¡Indignaos! (no ¡rebelaos!), el 15M, el primer Podemos, las primaveras árabes, el sísepuede, todo ese mundo que por edad y formación a mí no me alcanza, es más: me parece poco serio que una biografía cumplida como la de José Luis Sampedro, tan bueno como escritor, picara en ese anzuelo. Acaso por quitarse años. La prueba de la mediocridad de Sampedro es el actual Podemos.
Sampedro como Emilio Lledó como Gandhi como Mandela o como Luther King, que se midan en seguidores que han tenido y en cómo han dejado el mundo que pudieron cambiar y no cambiaron: España, India, Sudáfrica, Estados Unidos. Mierda sobre mierda cuanto más mierda.
En cuanto a populismo, estoy de acuerdo. Se ha dicho siempre demagogia.
Saludos y placeres borgeanos.
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Me gusta este punto de vista, aunque no es mucho lo que pueda añadir o criticar. A Sampedro lo conozco poco (más que nada a través de entrevistas) y de Lledó sí he leído algo. Luego, sus andares por cuestiones sociales o políticas las desconozco y nada puedo decir al respecto. Con respecto a los otros tres que nombras, creo que podríamos decir que Ghandi sí logró hacer algo, más allá de los que pueda criticársele (reconozco que el mito del pacifista está sobredimensionado. Hace mucho tiempo leí una crítica donde se señalaba la gran cantidad de muertos que la India tuvo por esa actitud de Ghandi (porque los ingleses no se andaban con chiquitas a la hora de querer mantener su poder) y que en general no se cuentan, se «barren bajo la alfombra»; como suele decirse.
Sí estoy de acuerdo contigo en que la humanidad necesita mitos modernos, los cuales funcionan como referentes, como hitos que señalan el camino y no creo que eso esté tan mal; después de todo, si tenemos una multitud que movilizar no podemos preguntarle a cada uno para dónde queremos ir (en ese caso, la democracia también funcionaría como mito y, en alguna medida, lo es).
Me has dejado pensando en eso: ¿Hay algo que no funcione como mito en estos tiempos? ¡Si hasta Einstein funciona así! (y eso que de él podríamos –al menos el que tenga raciocinio suficiente– para reducir todo a unas fórmulas matemáticas. Pero no, tenemos que sumarle su pacifismo, su humildad, etc.). Mis lectores favoritos ¿Hasta qué punto los idolatro y no los critico como corresponde? Lo repito: me has dado mucho en qué pensar.
Un abrazo y gracias por tus palabras.
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