
Francis Bacon – Crucifixión
Leo, en Borges, los diarios que Adolfo Bioy Casares llevara durante toda su vida sobre el su gran amigo, una entrada interesante. Es la correspondiente al jueves 5 de diciembre de 1963 (p. 986). Allí, Borges dice: «La historia del fruto prohibido es símbolo de algo que siempre ocurre: causas mínimas tienen consecuencias desmesuradas. Les dicen a Adán y Eva: «No coman esas manzanas». Las comen y condenan al género humano. Blake (o no recuerdo bien quién), señaló que Cristo no tenía derecho a salvar al género humano: que cada cual se crucifique, si quiere; que cada cual se salve. Es absurdo sacrificarse por desconocidos, pensando tal vez en su rival y tratando de no excederse en abnegación.»
Como en toda idea de Borges, siempre encontramos dos capas: una meramente literaria, la otra, intelectual o moral. La primera es la idea de que un pequeño hecho anecdótico puede tener consecuencias impensables o de un carácter enorme (no está mal esto como referencia para cuando se va a escribir una historia). La idea moral es, me parece, más interesante: Cristo no tenía derecho a salvar al género humano; o, mejor aún: que cada cual se crucifique, si quiere; que cada cual se salve. Esto es muy diferente a la idea formulada por el propio Cristo cuando dijo aquello de «Que cada cual tome su cruz y me siga»; no, aquí no hay que seguir a nadie y cada crucificado es un nuevo ejemplo de actitud y de decisión. Aquí la cruz es lo que siempre debió ser: nada más que un mero símbolo donde nos vemos representados.
Jospeh Campbell fue, tal vez, quien mejor explicó, a lo largo de toda su obra, el significado del viaje del héroe. La partida inevitable, a pesar de los miedos de quienes lo rodean; el viaje cargado de peligros que el héroe debe vencer, peligros que serán crecientes hasta el punto de ruptura mismo de su voluntad; momento en el que se vence de manera definitiva o se es vencido, tal vez para siempre (en ese sentido, esa ruptura de la voluntad; ese dudar en sí mismo se convierte en el mayor de los escollos y, por ende, en el mayor de los peligros); y al fin, el regreso del héroe, pero ya modificado por las experiencias vividas, lo que lo ha convertido en alguien superior, en alguien que ha hecho de su vida una vida en sí misma; es decir, en una guía, en un objetivo, en un ejemplo.
Es por eso que nadie puede ser crucificado en nuestro nombre y es por eso que nadie puede aceptar tal cosa como una regla moral. ¿Dejar que el justo pague por los pecadores? ¿Qué clase de moral es esa? Claro, si tenemos en cuenta la sociedad que nos rodea tal vez podamos darnos cuenta de que eso es precisamente lo que todos quieren; después de todo ¿Para qué tomarnos el trabajo de ser cada día un poquito mejores? El mismo Jospeh Campbell, en El héroe de las mil caras (p.212), dice: «Todo esto se halla lejos del punto de vista contemporáneo; pues el ideal democrático del individuo que se determina a sí mismo, la invención de los artefactos mecánicos y eléctricos, y el desarrollo de los métodos científicos de investigación han transformado la vida humana en tal forma que el universo intemporal de símbolos hace mucho tiempo heredados ha sufrido un colapso». Nótese la ironía: «el ideal democrático del individuo que se determina a sí mismo», como si esto fuera, de por sí, un camino seguro a la individualidad. No, por el contrario, ése es, precisamente, el camino más seguro al término medio, a la norma como objetivo, a lo regular como ejemplo. ¿Quién querría crucificarse a sí mismo cuando tenemos alguien que lo hace gratis por nosotros? ¡Menudo negocio nos perderíamos!
El concepto de «salvación» nunca ha encajado en mi pensamiento. Creo que es erróneo equiparar el desarrollo espiritual, cognoscitivo, o como queramos calificarlo, con el de salvación. De qué hemos de salvarnos, cuál es el castigo. Lo único que entorpece al ser humano es uno mismo, ese desconocimiento es lo que nos hace vulnerables a nuestra propia ignorancia y, por desgracia, a los demás. Se hace camino al andar (eso implica reconocerse en los errores) nadie puede andar tu camino, solo tú. Héroes son quienes se conocen y luchan por ser mejor.
La historia, tal como nos la cuentan, (o interpretan) es una sucesión de continuos errores y castigos. Demasiado alejado de los conceptos: Amor, conocimiento (filosofía). Es una visión demasiado estética y cruel. La ética, la de aquél que actua bajo los preceptos de la conciencia, siempre es un lobo solitario que abandona la manada, un Juan Salvador Gaviota surcando los límites del cielo… un ser que solo ha de rendir cuentas de sus actos ante el veredicto de sí mismo.
Ése, creo, es el error de la mayoría de religiones monoteístas. Un Dios aterrador, la culpa, el infierno, el pecado original, el Mesías, el Profeta, Sagradas Escrituras… y demás mecanismos de dormidez.
Ése es el gran avance de la filosofía griega, el paso del Mito al Logos.
Un fuerte abrazo
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Qué gran invento ese de la culpa ¿no? ¡Y más la culpa compartida; y además por algo que hizo alguien más, no nosotros! Qué concepto de justicia tiene esa gente… hacerle pagar a los hijos los errores de los padres o de vaya uno a saber de quién, cientos de generaciones atrás (si consideramos al mito como válido, claro). Como dijo León X: «Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo».
Pero la idea de la entrada es tomar a las palabras de Borges como punto de partida para una reflexión sobre la responsabilidad personal. Es en ese sentido que nadie puede salvarnos de lo que somos o de lo que hacemos (tengo que dar todo este rodeo porque la idea de «pecado» me resulta tan repugnante como la idea de «salvación»). Creo que, entre los mucho errores del pensamiento religioso occidental, uno de los más graves es el de quitarle a las personas el concepto de responsabilidad personal.
El concepto de historia que nos compartes es el mismo que plasmara Walter Benjamin, basado en un cuadro de Paul Klee (no hace mucho hablé de él por aquí): una sucesión de tragedias y dramas sin fin. ¿Y qué puede salvarnos de todo esto? Sí, exacto: el conocimiento y el amor. lo demás es totalmente superfluo. Todo.
Por último, señalas dos puntos básicos en nuestra decadencia actual: la ética, de la que ya podríamos decir que en realidad se trata de falta de ética, y la gran verdad sobre el avance de la filosofía griega, del paso del Mito al Logos, cosa que hoy se está invirtiendo a pasos agigantados, volviendo del Logos al Mito a toda carrera (esto último es, creo, hijo de lo primero: si no hay una ética que nos señale el camino, cualquiera parece ser el correcto y la gente elegirá, como siempre, el más sencillo de todos, el no pensar).
¿Hay una salida a este estado de cosas? Sí, por supuesto; pero de allí que la humanidad decida tomarla es harina de otro costal…
Un fuerte abrazo.
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Yo estoy más en la línea Jospeh Campbell porque su héroe o héroes pertenecen al «reino» del Mito;éste autor dice que cuando un un pueblo o civilización tiene que convertir su Mito en Historia, el mito muere.(no se si resumo mucho) y el héroe no debe morir; el héroe mitológico resuelve siempre la última prueba o acertijo que le pone la vida por delante. ¿Y El héroe histórico …? Tengo dudas
Decididamente, me quedo con el Mito; adoro los mitos y tu entrada hoy, como siempre, genial, Roberto
Abrazo apretao
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A mí Joseph Campbell me ha ayudado muchísimo para solucionar aspectos que no entendía de cuestiones religiosas y mitológicas. En ese sentido, sería una lectura casi obligatoria para cualquiera que tuviese este tipo de dudas personales (los que no creo que sean muchos, por cierto) o para las personas religiosas en sí mismas (siempre y cuando leyeran ambos textos –a Campbell y a sus propios textos religiosos– con la mirada crítica que corresponde, cosa que nunca sucederá, por supuesto).
Como sea, más allá de esas cuestiones particulares, toda lectura mitológica es útil siempre y cuando se entienda que se trata de un símbolo, de una metáfora. El problema general es que en general se leen estas historias como históricas o literales, y es entonces que aparece el drama del dogma y del señalamiento.
En lo personal me fascinan los mitos, pero siempre teniéndolos en el estante que corresponden.
Me dejas, para lo último, un buen tema: ¿Qué hacemos con el héroe histórico? Esa es una duda más que interesante ¿Imitarlo? ¿Seguir su camino aunque no podamos alcanzar su altura? ¿Sólo tenerlo como marco de referencia? ¿Esperar al próximo? Me has dado material para pensar, cosa que te agradezco.
Un fuerte abrazo.
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Mi querido amigo; no puedo contestarme a esa pregunta porque yo no tengo madera de “heroína “(aunque tal vez lo sea..) así que prefiero los héroes mitológicos . ¿Los y históricos ? Sería una buena cosa segur ahondando en esas historias que nos proponen autores como el que citas .
Tengo ya sus lecturas pendientes.
Un abrazo
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Yo tengo algo escrito al respecto, porque el tema me gusta y me interesa; pero quiero hacer con ello un texto más largo (ya veremos qué sale y cómo). El tema del viaje del héroe sigue pareciéndome muy atractivo.
Nuevamente gracias.
Abrazo.
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Adelante,pues, con ese proyecto. Seguro que sale bien; el tema es precioso y jugosísimo y tú, relatas trés bien, mon cheri ami !
Je t’ embrasse
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