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Encontré este texto en algún lado de esta enorme red en la que estamos inmersos. Es una magnífica (y algo melancólica) defensa de la pasión, de la vida y de la pasión por la vida; que no siempre es lo mismo. Lamentablemente no figura el nombre de su autor; así que lo copio aquí con las reservas del caso (me he tomado, también, la libertad de hacerle un par de modificaciones que no cambian en absoluto el sentido o tono del texto).
Vivir exige no dejarse vencer por las decepciones
La Epopeya de Gilgamesh es la primera gran obra literaria de la historia, y en ella se narran las hazañas legendarias del que fuera rey de los sumerios, Gilgamesh. Allí se cuenta cómo, al final de sus días, el gran rey se quedó cavilando sobre la futilidad de la vida. Descorazonado, se lamentaba de esta forma: «He recorrido todos los países, he atravesado escarpados montes, he cruzado todos los mares y no he encontrado nada que (me hiciese) feliz. Me he condenado a la miseria y mi cuerpo ha sido un saco de dolores». Cioran sabía que este tan antiguo lamento obedece a una ley general: «Lo que se llama experiencia ―dice― no es otra cosa que la decepción consecutiva a una causa por la que nos hemos apasionado durante un tiempo. Cuanto mayor haya sido el entusiasmo, mayor será la decepción Tener experiencia significa expiar los entusiasmos».
Es la misma clase de desengaño que le sobrevino a Don Quijote en el punto de inflexión vital que marcó su vuelta a la cordura, después de su delirante, y por ello apasionado, periplo aventurero. El momento quedó plasmado en las palabras que pronunció ante su fiel escudero, Sancho Panza: «Yo hasta agora ―dijo Don Quijote― no sé lo que consigo a fuerza de mis trabajos». Justo entonces recobró la cordura y volviendo la grupa de su caballo, desanduvo lo andado desilusionado y deprimido regreso a su lugar. Había llegado su hora final. Y es que, como Cioran creía saber, «una pasión es perecedera, se degrada como todo aquello que participa de la vida». Pero ¿Se puede vivir sin pasión? «Las ascuas de nuestro interior ―dice también, con algo de tono paradójico, Cioran― son los arquitectos de la vida, el mundo no es más que una prolongación exterior de nuestra hoguera» Si Don Quijote decidió regresar fue, por tanto, porque le vencieron las decepciones y dejó de perseverar en el deseo de seguir viviendo, puesto que, como dice María Zambrano: «Vivir, al menos humanamente, es transitar, estarse yendo hacia… siempre más allá».
Una frase contundente y más actual que nunca. Sigamos adelante, a pesar de todo.
Un gran abrazo, Roberto.
¡Salud!
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Me gustó muchísimo cuando la encontré y me gustaría saber de quién es, para poder citarla en algún momento.
Me alegra mucho verte por aquí; donde estoy regresando poco a poco.
Un fuerte abrazo.
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Y yo me alegro también, Roberto. He estado bastante retirada ultimando mi último libro, entre otras cosas.
¡Salud!
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Pues me alegra que el motivo de tu ausencia sea tan bueno como es el de poner fin a un libro. Yo aproveché mi pequeña ausencia algo forzada para comenzar uno nuevo; el cual me llevará algo de tiempo.
Es bueno esto de estar trabajando en lo que más nos agrada.
Un fuerte abrazo.
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Ahora más que nunca es bueno aquello del «carpe diem».
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Es cierto, estos momentos que estamos viviendo son más adecuados que nunca para poner en práctica estas ideas o puntos de vista. Muy correcta la apreciación que haces al respecto.
Saludos.
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Vivir, exige mucho esfuerzo añadido, pero… ¡cómo no hacerlo! Si, amigo mío, vivir exige pasión, aunque luego lleguen las decepciones. Un gran abrazo.
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Así es María; vivir exige mucho esfuerzo, pero todo lo que vale la pena en esta vida cuesta esfuerzo ¡cuánto más, entonces, el mismo acto de vivir! Además, ya que no tenemos opción, hagámoslo lo mejor que podamos ¿No te parece?
Un fuerte abrazo.
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