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La foto con la que abro (y con las que cerraré) esta entrada forman parte de la obra de fotomontaje de Mostafá Heravi, fotógrafo de origen iraní. La idea general del trabajo habla por sí misma y, lo más importante, si no nos quedamos sólo con el aspecto estético, el cual aquí, por supuesto, es el menor; es que quienes nos veamos obligados a decir algo seamos nosotros, los espectadores. Precisamente esta palabra: «espectadores» es la que nos une con el trabajo de Heravi, ya que la mayoría de nosotros (aún cuando alguno, como quien esto escribe, alguna vez tuvo que emigrar de su país, no podríamos incluirnos en este lado de los desclasados. Al menos en mi caso emigré con suma comodidad, con un pasaporte y una entrada legal al país que me acogió. Las personas de estas fotos, como todos sabemos, son hijos de historias muy distintas) somos iguales a aquellos que se encuentran sentados a un lado de la pasarela. Meros observadores de lo que ocurre en la realidad o lo que sea que vemos de la realidad a través de una pantalla. Aclaro, antes que nada, que no estoy señalando a nadie, sólo hablo en voz alta y el plural mayestático es sólo una forma de expresión que suelo o usar en estos casos. Sigo.
Hace unos días, oyendo y viendo a un muchacho español a quien suelo ver cada tanto en la red, y a quien le presto atención por su buen sentido del humor pero, sobre todo, porque es muy lógico en lo que suele decir (es bastante coherente, lo cual hoy es algo que se agradece), me encontré con lo que tal vez sea la mayor diferencia que he tenido con sus ideas, al menos hasta ahora. Hablando del tema de los migrantes que suelen encontrarse en medio del Mediterráneo, dijo: «una cosa es acoger a la gente que está flotando en el océano, lo entiendo… dales un bocata, sécales la cabeza, una aspirina… ¡Y pa´su puta casa!…». Traigo a colación lo que dijo este muchacho porque es un ejemplo de ese tipo de pensamiento que podría sintetizarse en algo así como «Si tienes que morirte, muérete, pero lejos de aquí; si es posible, donde yo no te vea». El problema de la migración es mucho más complejo que el «Qué hacemos con esta gente». El problema de los migrantes es, para empezar, el porqué de esa necesidad de dejar la propia tierra (cosa que nadie, en ningún lugar del planeta, hace porque sí y sin un profundo dolor) y en qué medida somos nosotros, o tal vez el país en el que vivimos, responsables de eso que está pasando en alguna otra latitud. Esto no significa andar repartiendo culpas a diesta y siniestra (la palabra culpa suele estar desterrada de este blog; aquí se prefiere, en su reemplazo, el término responsabilidad), ni tampoco caer en una simpleza izquierdista de esas que usan la palabra imperialismo cada tres segundos. Pero tampoco caigamos en el otro extremo del espectro, ese que dice «sin son pobres es porque quieren». Las reducciones simplistas deben quedar en el jardín de infantes; aquí de lo que se trata es de uno de los mayores problemas de la actualidad: el Otro. Así, con mayúsculas: El Otro. ¿Quién es? ¿Qué necesita? ¿Cómo hacemos para comprendernos? y, sobre todo: ¿Qué hacemos con él?
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Más del trabajo de Mostafá Haravi. Para ver las imágenes en mayor tamaño pueden hacer clic sobre ellas y estas se abrirán en una pestaña aparte.
La pregunta clave, Borgeano, es
«Qué hacemos con esta gente»
La migración es un tema complejo como todo lo humano. Por un lado está esa necesidad que destacas de abandonar la propia tierra; pero por otro lado está el pavor de quienes ven llegar un mundo de gente que, por añadidura, es gente distinta. Ya sabemos el pavor que genera el diferente. Imaginemos si no solo son diferentes en lo físico, sino también en las costumbres.
El gran problema es cuando no hay un plan. Cuando no hay un plan del país receptor el migrante queda expuesto y vulnerable al rechazo, porque cae como un paracaidista a un sitio donde no conoce las reglas y donde nadie lo llamó. Ni los que vociferan la aceptación total ni los que militan el total rechazo dicen seriamente qué hacer con estas personas, incómodas víctimas de un orden desigual.
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Sin duda, la complejidad del tema requiere, precisamente, del más profundo análisis y acción por parte de todas las sociedades. Como bien dices al final de tu comentario, ni uno ni otro extremo dan con un resultado (ni siquiera proponen algo de manera concreta más allá del «échenlos a todos» o «acéptenlos a todos»); y tal vez no dan con la solución, precisamente, por manejarse en los extremos ¿no será, entonces que la solución se encuentra, como casi siempre, en un punto medio de esos extremos?
Por otra parte, el «miedo» que se le tiene a los migrantes, sobre todo en algunos países de Europa, no parece estar equilibrado con las necesidades de esos mismos países cuando son ellos los que atraviesan crisis que hace que sus propios connacionales tengan que emigrar; pensemos en los casos de Italia y España, quienes han desperdigado hijos por toda América pero que ahora miran con desprecio a esos mismo hijos y nietos de su propia sangre. En lo personal creo que muchas de las señaladas diferencias culturales no son más que una excusa para poder denigrar al migrante; mientras que lo que realmente les importa es sólo la cuestión monetaria (como dice la canción de Serrat: «Bien me quieres, bien te quiero… no me toques el diner»). Fíjate que una de las expresiones más usadas por esta gente es: «el que quiera venir a trabajar, que lo haga; y que pague su renta y sus… Etc.». ¿Pero qué sucede con aquel que no tiene nada de nada? ¿Qué sucede con aquel niño que ha perdido, como ha sucedido ya muchas veces, a sus padres en el camino? Pues como no es productivo, lo vuelven a su país, sin importar si allí hay una guerra civil o una hambruna o lo que fuere.
Por último, un aspecto que, por su complejidad sólo toqué al pasar, hay otro tema complejo e importante: ¿Cuántas de las crisis en los países del tercer mundo son provocadas por las necesidades del primer mundo, ese mismo que no quiere ayudar a ese tercer mundo ni tampoco recibir a los desplazados por esas crisis? Pensemos en la «gaffe» de Elon Musk de hace pocas semanas, cuando dijo que debería ser un derecho el imponer dictaduras militares en aquellos países que fueran productores de materias primas que ellos necesitaran…
Un abrazo y gracias por tu comentario.
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«El otro, ¿quién es? Tiene fácil respuesta: en cualquier momento cualquiera de los pronombres personales.
La foto de Mostafá Heravi con la que abres el artículo es tan expresiva como contundente e invita a la reflexión, como tu has hecho. Y… ¿dónde la humanidad?
Un gran abrazo.
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El tema del Otro lo he tratado muchas veces aquí, pero como no puede hacerse un trabajo exhaustivo del tema (el cual llevaría todo un libro, como algunos que ya existen) en un sitio como este, hay que volver a una y otra vez a él. Más, creo, en estos momentos de zozobra, donde sale a relucir lo mejor y lo peor de nosotros.
El trabajo de Heravi me parece magnífico, pero es una de esos casos en donde el tema deja en segundo plano a lo estético; de todos modos, es más que válido; al menos, como dije en la entrada, para impulsarnos a pensar.
Un fuerte abrazo.
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Gracias por compartir el trabajo de Mostafá Heravi a quien no conocía y, aún más, por tus reflexiones. No he podido observar esos fotomontajes y permanecer indiferente. Creo que el tema de la migración pone en cuestión el mandamiento «amar al prójimo como a uno mismo». Me permito citarlo por la tradición católica de los países hispanohablantes a modo de ejemplo. Resulta fácil amar a quienes se nos parecen. Y digo parecidos pensando en similitudes de rasgos físicos, culturas, clase social, economía, creencias religiosas y un largo etcétera. Lo verdaderamente difícil es amar al diferente. Pensar en el Otro tal como lo mencionas: «¿Quién es? ¿Qué necesita? ¿Cómo hacemos para comprendernos? y, sobre todo: ¿Qué hacemos con él?»
Un gran abrazo
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Hay que volver, una y otra vez, al Otro y al tema del Otro (y no hay que perder de vista la simple distinción entre una cosa y la otra, porque si nos dedicamos demasiado a lo segundo –al tema del Otro– perderemos de vista lo primero –el Otro en sí; el ser humano–); más en estos momentos de zozobra donde salen a relucir los extremos de la condición humana.
El trabajo de Heravi, como bien dices, Verónica; es imposible que te deje indiferente y cualquier cosa que logre, por mínima que sea, ya es una victoria. Espero que alguno con más injerencia que yo logre hacer algo de manera práctica, activa, empírica… mientras tanto, aquí y desde aquí se hará lo posible (por cierto, como habrás visto, son tres las entradas sobre el mismo asunto; en este tema en particular tal vez nos sea difícil actuar; pero en los dos que vienen, tal vez podamos hacer algo donde sea que habitemos o estemos).
Un fuerte abrazo.
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[…] El discreto encanto de ser humano (Parte I de III) — El Blog de Arena […]
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Sinceramente creo que hay demasiado desorden en nuestros corazones y demasiados prejuicios en nuestras mentes. El problema es, ¿de dónde surge este caos de la separación, del yo, del mí mismo, y por extensión, del Otro? Conceptos que segregan porque nosotros mismos estamos segregados en lo psicológico. No percibimos la unidad de la humanidad y nos aferramos a esa segregación irracional. Por extensión, y consecuencia, somos insufriblemente insolidarios. Leo con atención cada uno de los comentarios, cada uno aporta una gran verdad, que fácilmente puedo subscribir. Pero, qué pasa con esa gran multitud de indiferentes, qué valores cotizan hoy al alza…
Como bien dices, que bueno sería dejar de teorizar y encontrar una formula magistral para sanar esa herida, o mejor que lentes para poder ver la cruda realidad.
Desconocía la obra de este fotógrafo. Sus instantáneas son un buen espejo donde mirarse.
Muy interesante este pequeño tour que estás realizando sobre el tema.
Un cálido abrazo
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Todo diálogo que mantengamos sobre estas tres entradas tendrá, sin duda alguna, el mismo tono y calibre. el desasosiego, la pena, la angustia, el desconcierto, y, tal vez, algún ligero atisbo de esperanza (no en nada concreto, por desgracia, sólo esperanza porque sí) serán los componentes de todo lo que digamos. Y es que uno mira alrededor y sólo ve razones para el pesimismo… Ni siquiera, como antes, uno puede esperar mucho de las nuevas generaciones, al contrario, creo que precisamente por eso las cosas van a ir empeorando cada vez más. Estas nuevas generaciones, autoeducadas en las redes sociales y en los aspectos más banales de la existencia humana, son los que dentro de poco estarán gobernando este mundo en el que vivimos (un ejemplo trivial: ayer, mientras buscaba en este sitio algunas cosas que había escrito para trabajar con ellas, me encontré con un video de un joven periodista español llamado Alejandro Entrambasaguas, el cual da vergüenza ajena. Por suerte lo había olvidado, pero por desgracia lo encontré y ahora no puedo quitármelo de la cabeza. Creo que lo que dice ese muchacho en ese video es un síntoma de lo que piensan o de cómo actúan las nuevas generaciones. No sólo son racistas y clasistas, sino que ni siquiera se avergüenzan de serlo).
Creo que la frase que sintetiza el estado de cosas actuales la has dicho tú: «Conceptos que segregan porque nosotros mismos estamos segregados en lo psicológico». Ahí radica la base de todo el problema.
Un cálido abrazo.
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