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Encuentro una galería de fotos de viejos leñadores. Aunque uno sabe que los diferentes tiempos tienen sus necesidades, sus usos y costumbres, no puede menos que sentir un ligero malestar al verlas desde el hoy, que es el tiempo que nos ha tocado a ese uno, con todo lo que ello implica (no quiero ni pensar en lo que dirán de nosotros las generaciones futuras, si es que queda alguien en el futuro con cerebro suficiente como para ejercer la crítica). Esa secuencia de imágenes me recuerda una página de Jorge Wagensberg, porque me causó la misma sensación de incomodidad sin tener que usar, para ello, foto alguna. La busco y la encuentro. Se titula La observación altera lo observado y está en su libro Yo, lo superfluo y el error, en la página 254 y dice todo lo que es necesario decir con una prosa mejor que la mía; así que a él le cedo la palabra.
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La observación altera lo observado
Las grandes pirámides de Egipto todavía no se han construido cuando en el (hoy conocido como) pico Wheeler, en el estado de Nevada, una modesta semilla cae del cielo, hace fortuna y germina alegremente.
Muchos años después pasa por allí el joven geógrafo Donald Rusk Currey y se queda estupefacto ante un impresionante ejemplar de Pinus longeava. Según algunos, Currey piensa: «Yo a ti te conozco» porque cree reconocerlo como Prometheus, un árbol singular descrito por el profesor Darwin Lambert. Los botánicos tienen la exquisita costumbre de no dar las coordenadas exactas de las maravillas que encuentran para evitar que alguien tenga un mal pensamiento o un momento de súbita estupidez. Según otros, los más, Currey no sabe de ningún estudio previo en la zona y bautiza el árbol como WPM-114 Después de vanos intentos fallidos para extraer una muestra de la planta que permita estimar su edad, Currey tiene una idea: pedir permiso a Donald E. Cox, del Servicio Forestal, para talar la joya. Y a Cox se le Ocurre una idea aún mejor: concederle el permiso.
El día 6 de agosto de 1964 Prometheus es asesinado. La autopsia demuestra que en el momento de su ejecución el árbol tenía 4950 años, el individuo pluricelular más viejo del planeta. La plusmarca habría sido fácilmente superada (: a razón de una mejora de un minuto por cada minuto que transcurre) si no llega a ser porque una inteligencia se empecinara en parar el cronómetro para registrar la proeza.
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No hay palabras, todas serían pocas, para definir semejante acto. La observación de las maravillas de la naturaleza debería llevarnos a su conservación natural , sin modificarla (lo más mínimo y sin dañarla, en caos excepcionales). Pero así andamos la humanidad, soberbios ante la naturaleza y el resto de seres vivos.
Un cálido abrazo
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Creo que eso es lo que recién estamos aprendiendo ahora; el asunto es que no sea demasiado tarde (por un lado) y que no vuelva a ganarnos la soberbia (por el otro), porque en cuanto las cosas se arreglan un poquito, ya no nos importa nada otra vez y volvemos a recomenzar el ciclo de daño. Una prueba de esto la tenemos, precisamente, en el actuar de estos días. En cuanto se comenzó con la vacunación y coincidieron las vacaciones, la gente, de manera multitudinaria, se volcó a las playas, a las cuales dejaron llenas de basura. Es decir, ante la menor posibilidad de que se haya comenzado (es decir: todo condicional, todo «en veremos») la gente volvió a lo peor de sí de manera inmediata.
Nuevamente oscilo entre la esperanza y el pesimismo, de manera inevitable.
Un cálido abrazo.
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Un perfecto ejemplo de ecocidio.
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Uno de los muchos, sin duda alguna. Tengo la esperanza de que en algún otros sitio haya otro ejemplar de este Pinus longeava y que el hombre nunca lo encuentre. Es el único modo en que no volvamos a dañarlo.
Un abrazo.
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Gracias por esta interesante y bien traída información, Roberto.
Un gran abrazo.
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Gracias a ti, Isabel, por estar aquí. Estas son las cosas que voy encontrando por aquí y por allí y que, sin ser literarias, me parecen dignas de ser compartidas.
Un fuerte abrazo.
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Muy interesante lo que nos traes, por muy antiguo que parezca sigue siendo tan real… Seguimos cometiendo los mismos errores, torpezas y pecados que han distinguido a la humanidad durante siglos. ¿Aprenderemos alguna vez? Tampoco me atrevo a decir que quizás en otro planeta…
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Tu pregunta, María; sigue sin respuesta. ¿Aprenderemos alguna vez? Pues yo, la verdad, no lo creo. No hace falta ver cómo están las playas en este momento, atiborradas de gente cuando todo el mundo debería estar en su casa y a resguardo por el bien personal y el por el bien general. Entiendo que la gente quiera despejarse y tomar sol, etc. (soy uno de lo que quiere eso, por supuesto); pero el bien general debería primar por sobre todas las cosas ¿no? Pues parece que no; parece que lo individual es lo más importante y el otro, que se joda… Si no cuidamos de un semejante, incuso de los nuestros ¿cómo podemos esperar que cuiden de otra especie animal, de un árbol o del planeta?
Concuerdo contigo: el material fotográfico es magnífico.
Un fuerte abrazo.
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Por cierto magnífico documento de imágenes.
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