En mis más de 25 años de experiencia…

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A raíz de la entrada anterior, sobre el caso del profesor que fue despedido por exigir que sus alumnos estudiaran, encontré un artículo relacionado a ello que me causó mucha gracia. No voy a caer en la falacia de decir que, por estos ejemplos que dejaré a continuación, podemos ver cómo está la educación ni nada por el estilo. Lo mismo podría hacer buscando buenos ejemplos y pretendiendo probar que la educación nunca fue mejor. Ni una cosa ni la otra. Lo que sigue es solo una lista de veinte ejemplos de alumnos que no tienen ni idea de en qué mundo viven (que muchos sean estudiantes universitarios ya es un poco más preocupante; pero, a pesar de ello, ya dije que no voy a ir por allí). Mejor tomar esta lista con un poco de sentido del humor y listo; eso es todo por hoy (aclaración necesaria: los ejemplos están tomados de escuelas y universidades norteamericanas; es necesario saber esto para entender un par de las burradas que se dejan a continuación).

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#1 En el instituto, era ayudante de la biblioteca, y tenía que ir por las clases distribuyendo algunos libros. Al entrar en una, vi al profesor enfadado hablando sobre los plagios, porque uno de sus alumnos le entregó un ensayo que empezaba con «En mis más de 25 años de experiencia en este campo…».

#2 Un alumno escribió un trabajo de historia sobre Leonardo Davin Chi. El muy tonto no pasó el corrector por el trabajo y se refiere a Leonardo de esa forma hasta la última página.

#3 En clase de química, un alumno discutiendo con el profesor: -¡Pero si Mercurio es un planeta! ¿Cómo va a haber dos mercurios?

#4 En el segundo año de instituto, una chica preguntó si España estaba en Estados Unidos, y el chico que se sentaba tras ella le dijo: «¡No necesitamos saber eso! ¡Somos americanos!».

#5 Esto ocurrió en el instituto, en el último curso. El profesor hablaba de las fases de la luna, y una chica levantó la mano y preguntó si otros países también tenían lunas. Se creía que la luna era solo de Estados Unidos.

#6 Yo creía que no había estudiantes tontos, que solo necesitaban la motivación adecuada. Hasta que conocí a RJ. Ese chico era tonto. RJ no creía que el pollo que se comía era lo mismo que el animal. RJ tenía 21 años.

#7 En el instituto, hace muchos años, les enseñaba a mis alumnos escenas de Romeo y Julieta, la película. Uno de ellos estaba alucinando al verlo, y me dijo muy serio: «¿Cómo puede estar en esta película? ¡Si se murió en Titanic!»

#8 En un curso de antropología en la universidad: Profesor: «Hagamos una lista con las diferencias básicas entre los humanos modernos y los animales» Estudiante: «A nosotros nos late el corazón».

#9 Este año tengo un alumno que ha plagiado un trabajo SOBRE EL PLAGIO… Esto incluye copiar y pegar la definición de plagio de la Wikipedia.

#10 Uno de mis compañeros dijo algo en clase que hizo que el profesor se llevara las manos a la cabeza: -Uf, pero si no sé ni lo que es un verbo…

Era un curso de lingüística avanzada para futuros profesores de inglés.

#11 Un alumno preguntó la diferencia entre un psicólogo y un psicópata en una clase de criminología.

#12 Tenía dos estudiantes en clase de estadística que no sabían hacer divisiones con la calculadora. No sabían en qué orden pulsar los botones.

#13 Hablando sobre los piratas somalíes, un alumno no se creía que usaran armas AK47 y barcos con puente flotante. Pensaba que para ser pirata había que hacerlo con la bandera de la calavera y los cañones, como en Piratas del Caribe.

#14 Una vez le preguntamos de broma a una compañera que cuándo fue la 3ª Guerra Mundial, y nos respondió que no se acordaba de la fecha exacta.

#15 Soy profesor de francés, y todos en mi clase tenían un largo texto que traducir como deberes. Un estudiante metió todo el texto en Google Translate, pero lo tradujo al españolen lugar de hacerlo al inglés.

#16 Uno de mis alumnos de Economía empezó su ensayo así: «Todos conocemos el país de África, pero no sabemos tanto sobre él. Sabemos que hace calor, que allí viven los afroamericanos y que son muy pobres. Y esto nos lleva a la cuestión: ¿Por qué África es tan pobre?».

Tras leer tanta estupidez junta tuve que dejar de corregir trabajos durante 24 horas. El que escribió eso era un estudiante universitario.

#17 Un profesor les puso un examen a los niños. Uno de ellos se acercó a él tras terminar y le dijo: «No sabía las respuestas a las preguntas del examen, así que me inventé mis propias preguntas y las respondí».

#18 En 10º grado, tuve una compañera que preguntó al profesor cuanto se tardaría en ir de Florida a California… en submarino… viajando por debajo del país.

#19 Un amigo era profesor sustituto en un instituto, y estaba haciendo un examen de matemáticas a los alumnos. Uno de ellos fue a preguntarle algo sobre multiplicaciones, y antes de que le respondiera, su compañero le dijo: «Cállate, ¿no ves que no lo sabe? Es profesor sustituto, no profesor de mates».

#20 En una clase de relaciones internacionales: Profesor: ¿Puede alguien decirme un país de Oriente Medio en el que la gente no se considere a sí misma árabe? Estudiante: «Arabia Saudí». Lo peor es que el estudiante era persa.

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Cuando se rompa el dique

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Acabo de encontrar una imagen tomada de Twitter. En ella, el profesor Felipe Natri dice:

«Suena raro, pero soy docente de una Universidad privada. Ayer me notificaron mi despido por la cantidad de reclamos de alumnos estresados en mi ramo. Según ellos, trasnochar no es parte de una buena educación. Despidieron a varios, menos a los profes más penca que regalaban notas…». Para luego continuar: «Me despidieron por alumnos que no cumplían los estándares mínimos para aprobar un ramo básico en una universidad. Hoy, la educación es controlada por el alumno, no por la excelencia académica. No se sorprendan cuando a un ingeniero se le caiga un puente o un edificio…».

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En las redes suelen pulular las mentiras y exageraciones, y hay que tomar las cosas con prudencia; pero eso que acababa de leer fue lo mismo que le sucedió a una amiga personal aquí, en esta ciudad mexicana del centro del país, solo que mi amiga era maestra de escuela primaria. Freny (el diminutivo con el que la llamamos a mi amiga) me contó que un día reprobó a un alumno que no cumplía, como corresponde, con los estándares mínimos, aún tratándose de una escuela primaria. El asunto fue inmediato: la llamaron de la dirección y le dijeron que no podía hacer eso; que allí no se reprobaba a los alumnos. En vano fueron las razones esgrimidas por mi amiga; allí no se reprobaba y punto (hablamos, también, de una escuela privada). Pero lo peor vendría después. Ese primer caso no había llegado a ningún lado porque fue interceptado, por así decirlo, por las autoridades de la escuela; pero después, con el paso del tiempo, fueron los mismos alumnos quienes le ponían a la maestra las cosas en claro. Freny me dijo que los alumnos le decían, de manera directa: «mis padres te pagan, así que quiero tal nota…». Mi amiga volvió a hablar con las autoridades de la escuela, pero no hubo modo. Le dijeron que no se tomara las cosas «a la tremenda» y que se adaptara. Así que lo que tuvo que hacer fue darse por vencida. Recuerdo con qué malestar (por decirlo de una manera suave) y con qué sensación de frustración me contaba que, cada mes, directamente decía: «A ver… qué notas quieren… recuerden que no pongo diez…» E iba pasando lista y los mismos alumnos decían lo que ella debía ponerles como nota final. Al final la frustración fue más fuerte y, antes de que la despidieran (todo apuntaba a ese camino) Freny decidió renunciar.

Se dice, y con razón, que estamos creando una generación de idiotas; pero en general se lo dice en relación a los jóvenes y los artefactos electrónicos y las redes sociales. Pero el problema es más grave: estamos creando una generación de verdaderos idiotas de manera consciente; desde los mismos estratos superiores de los gobiernos todos, al menos lo occidentales. El quitar de las currículas las materias humanísticas fundamentales para la creación del pensamiento crítico (como las artes y la filosofía) por ser inútiles, hasta el darles un poder que no les corresponde a los alumnos en lugar de las responsabilidades que les compete como tales, es una receta segura para el desastre. Es así que las palabras finales del profesor Natri («No se sorprendan cuando a un ingeniero se le caiga un puente o un edificio…») no son una simple ironía, sino una perfecta descripción de lo que nos espera si seguimos con el panorama educativo actual.

Todas las lenguas en una sola imagen

Una de las herramientas educativas más interesantes que se ha magnificado con la aparición de internet es la infografía. Prácticas, elegantes, atractivas, modernas, claras, sintéticas; las infografías condensan en una imagen y en unas pocas palabras meramente nominales, tidi un mundo de información. Estos últimos días he encontrado dos que me resultaron muy atractivas. Una por la información que contiene; la otra, más que nada, es apenas una curiosidad, pero que no deja de ser interesante. Para más adelante dejaré la segunda; ahora vamos a la primera de ellas, una infografía que muestra a los idiomas que se hablan a lo largo y ancho de nuestro mundo.

En el mundo hay actualmente unos 7.000 millones de personas que utilizan 7.102 lenguas para comunicarse. Imposible hacerse una idea y visualizar cifras de tal magnitud. Acotemos un poco. De todos esos idiomas, 23 son los más hablados del mundo.

Concretamente, al menos 50 millones de personas utilizan cada uno de ellos como lengua materna y, entre todos, alcanzan a 4.000 millones de personas. ¿Y si a estos datos les diéramos color y forma para visualizarlos? El resultado luce así. A world of languages es el nombre de la infografía creada por Alberto Lucas López, Director Gráfico en el South China Morning Post . En el gráfico, cada lenguaje puede verse acotado por líneas divisorias negras dentro de las cuales se indica el número (en millones) de las personas que utilizan ese idioma como lengua materna en cada país. Además, cada país recibe el color de la región en la que se encuentra, lo que permite apreciar cómo cada idioma ha penetrado en las diferentes partes del mundo. Para realizar esta infografía, se ha utilizado como base de muestra a 6.300 millones de personas. Además de la representación visual, se extraen otros datos como el número total de países en los que se habla cada idioma (31 en el caso del español) o cuáles son los lenguajes más estudiados del mundo: inglés (1.500 millones de estudiantes) , francés (82) , chino (30) y español (14,5).

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La infografía completa es la siguiente y, quien desee verla en mayor tamaño y acceder a los datos que corresponden, pueden ir

aquí.

El decálogo de Bertrand Russell

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En un artículo de 1951 en la revista New York Times, Bertrand Russell expuso «los Diez Mandamientos que, como maestro, desearía promulgar». Creo que hoy esos mandamientos son tan válidos como hace setenta años; sobre todo teniendo en cuenta los niveles de intolerancia que están alcanzándose en las redes sociales y que están extendiéndose a los demás ámbitos de la vida social, incluso al ámbito intrafamiliar. Vamos a ellos:

  1. No se sienta absolutamente seguro de nada.
  2. No crea que vale la pena producir una creencia ocultando pruebas, porque es seguro que las pruebas saldrán a la luz.
  3. Nunca intente desalentar el pensamiento, porque usted se crea seguro de su éxito.
  4. Cuando te encuentres con oposición, aunque sea de su pareja o de sus hijos, esfuézate por superarla con argumentos y no con la autoridad, porque una victoria que dependa de la autoridad es irreal e ilusoria.
  5. No tengas respeto por la autoridad de los demás, porque siempre se encuentran autoridades contrarias.
  6. No uses el poder para reprimir opiniones que consideres perniciosas, porque si lo haces, las opiniones te reprimirán.
  7. No temas ser excéntrico en tu opinión, porque cada opinión ahora aceptada fue alguna vez excéntrica.
  8. Encuentra más placer en la disidencia inteligente que en el acuerdo pasivo, porque si valoras la inteligencia como debieras, la primera implica un acuerdo más profundo que la segunda.
  9. Sea escrupulosamente veraz, incluso cuando la verdad sea inconveniente, porque es más inconveniente tratar de ocultarla.
  10. No sientas envidia de la felicidad de quienes viven en el paraíso de los tontos, porque solo un tonto pensará que es felicidad.

En el mismo artículo, Russel escribió: «La esencia de la perspectiva liberal en la esfera intelectual es la creencia de que la discusión imparcial es algo útil y que los hombres deberían ser libres de cuestionar cualquier cosa si pueden apoyar sus cuestionamientos con argumentos sólidos», y más adelante, esto: «La opinión contraria, que mantienen quienes no pueden ser llamados liberales, es que la verdad ya se conoce, y que cuestionarla es necesariamente subversivo».

Queda muy poco que agregar a sus palabras, y eso es lo que suele suceder con Bertrand Russell, uno lo lee y no tiene otra opción que quedarse callado, incluso cuando eso suene a contradicción, ya que él mismo nos está diciendo que cuestionemos todo. Pero el asunto va por otro lado: cuestionar todo no significa que el cuestionamiento en sí y de por sí sea un valor absoluto. Se cuestiona para llegar a un punto de llegada o para determinar que no puede llegarse a un punto de llegada (en referencia a esto último es altamente recomendable la lectura del debate Russell – Copleston acerca de la existencia de Dios. Un ejemplo de cómo se debe debatir y de cómo se avanza en el conocimiento); si lo segundo ocurre, se deja en suspenso el juicio; si ocurre lo primero, podemos darnos por satisfechos, al menos momentáneamente, hasta que un nuevo dato o punto de vista nos haga revisitar y revisar esa idea o pensamiento. Sea como fuere, seguir los consejos de Russell siempre da buenos resultados.

De regreso a la Edad Media (por el camino más corto)

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El triunfo de la muerte – Pieter Brueghel

Seguimos con la historiadora Fallena Montaño, ya que había más material, con más errores que los que señalé en la entrada anterior. Veamos este párrafo: «El miedo es parte de la humanidad, por eso resulta una falta de tino calificar de ignorantes las expresiones religiosas exacerbadas, que son una respuesta natural ante el temor que ocasionan, por ejemplo, las pandemias». Para empezar, cualquier cosa exacerbada me parece peligrosa, pero en particular las expresiones religiosas me parecen peligrosas si no se les pone coto. La misma historiadora, al final del artículo, dice algo que debería haber hecho que reflexionara sobre sus primeras palabras; pero parece que no tuvo tiempo. Antes de llegar allí, pasemos por esto:

«Cuando hay algo que no puedes comprender y que está más allá de tus posibilidades resolver, le rezas a quien sea y haces lo que sea para tratar de sobrevivir. Es así como surgieron santos es especializados en curar pandemias, por ejemplo, San Sebastián, cuyo culto fue incluso traído a la Nueva España. En el oriente de Europa fue San Demetrio el protector de Grecia y el imperio Bizantino. Alrededor del año 418, las reliquias de San Demetrio fueron depositadas en la iglesia de Tesalónica; desde entonces, esa ciudad griega se convirtió en el gran centro de su culto. Los creyentes acudían en grandes multitudes al santuario

En el siglo VI, durante una epidemia, supuestamente de malaria, se hallaron unos restos en la ciudad italiana de Pavía que se atribuyeron al santo; los trasladaron a un templo y se dice que la enfermedad cesó milagrosamente en ese lugar en ese mismo instante. Desde entonces, San Sebastián gozó de gran popularidad en Italia y, por extensión, en toda Europa, pues se le invocaba para terminar con las diversas plagas que siguieron ocurriendo.

Durante muchos siglos fue común que las reliquias de muchos otros santos, tanto huesos como telas de sus vestimentas o sandalias que se decía habían portado, se usaran para hacer tés curativos. Pulverizaban los huesos o cortaban pedacitos de otras piezas de las reliquias y se los tomaban, sobre todo los emperadores y los reyes; esas eran sus nanopartículas milagrosas».

San Sebastián intercediendo por la peste

Bueno, pues si eso no requiere un trato preferencial, no sé qué otra cosa lo merece. Está bien, saquemos la burla del campo de juego, ya sabemos que vivimos tiempos de hipersensibilidad y que burlarse de cualquier cosa hoy está mal visto (dos cosas: lo de la burla lo dijo la historiadora, no yo; segundo ¿alguien más tiene la sensación de que por todos lados está tratándose de terminar con el humor? Ahora no se puede hacer un chiste de nada y eso es preocupante; a lo largo de la historia los fascistas han sido aquellos con menor sentido del humor). Sigamos. Vamos a la frase final que señalé antes. Dice Fallena Montaño:

«En el mundo musulmán hubo interés por traducir los tratados de medicina en griego de Aristóteles y de Dioscórides, precisamente, para buscar sanar a las personas. Pero también hubo grupos muy religiosos que no querían contradecir los designios divinos, pensaban que las pestes eran castigos de Dios, entonces se oponían a las curas y aceptaban que la pandemia tenía el propósito de limpiar al mundo.

Por eso hubo grupos cristianos que atentaron contra los judíos, exterminaron barrios completos en las ciudades al hacerlos responsables de las epidemias, no sólo a ellos sino a todos los grupos que fueran en contra de los dogmas cristianos.

La xenofobia brota en las crisis sanitarias, porque transferimos el miedo que tenemos a la enfermedad, al otro que no conocemos, y que creemos culpable de las tragedias. Nos volvemos violentos porque tenemos miedo».

Un grupo de enfermeros -de los que cualquier sociedad sana debería sentirse orgullosos- pidiendo no ser víctimas de ataques.

Bueno, si este tipo de ideas no merecen las burlas, tal como la historiadora dice al inicio del artículo, por lo menos merecen el mayor de los desprecios, digo yo ahora que estoy terminando. Y es que este es otro ejemplo de lo que yo llamo el «justificar lo injustificable»; lo cual no es más que una nueva costumbre nacida del seno del más acérrimo posmodernismo. Ahora cualquiera se arroga el derecho a que su estupidez sea considerada en igualdad de condiciones con la palabra del sabio sólo porque ambos son personas. Y no; no es por ese camino que se avanza sino que, por el contrario, podemos asegurar que es el camino perfecto para el retroceso. No me importa la libertad religiosa de cada uno del mismo modo que no me importa absolutamente nada de las particularidades de las personas; pero si alguien quiere escudarse en el miedo (miedo hijo de la ignorancia, como bien señaló Fallena Montaño) para sacar a relucir su brutalidad, su racismo, su intolerancia, es decir, y permítanme la redundancia, su más profunda ignorancia; no sólo se hace merecedor de cualquier burla que ande dando vueltas por allí, sino también del desprecio general y, llegado el caso, hasta de la cárcel.

Justificar al ignorante sólo porque tiene derecho a ser ignorante es reabrir el camino hacia una nueva Edad Media, camino que habíamos cerrado como humanidad, no hace demasiado tiempo. Es una pena que les haya tomado mucho menos para desandar el camino.

Victor Hugo y la política de la ignorancia

En La utilidad de lo inútil, Nuccio Ordine rescata un discurso de Victor Hugo, pronunciado ante la Asamblea constituyente de 1848, en el que sale al paso de la falacia del ahorro estatal cuando se trata de recortes en las actividades culturales y la instrucción pública. Es la crisis, le dicen, no hay otro remedio. Y Victor Hugo se revuelve contra los profesionales del Dogma del Recorte Inevitable: «¿Y qué momento escogen? El momento en que son más necesarias que nunca, el momento en que, en vez de limitarlas, habría que ampliarlas y hacerlas crecer (…). Haría falta multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías». Y le pone un nombre a esa presunta política de ahorro: es «la política de la Ignorancia».

En estos tiempos de recortes masivos a las políticas culturales y educativas, aquel discurso de Victor Hugo de hace ciento setenta y dos años suenas más actual que nunca (y es otro ejemplo de algo que siempre digo aquí: ya todo se dijo antes; sólo hay que saber mirar a la historia). He aquí algunos otros fragmentos de ese discurso, a los que nada añadiré porque ante la grandeza y la perfección de las palabras bien dichas, uno tiene que llamarse a silencio:

«Afirmo, señores, que la reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista. Insignificantes desde el punto de vista financiero. Esto es una evidencia tal que apenas me atrevo a someter a la asamblea el resultado del cálculo proporcional que he realizado[…] ¿Qué pensarían, señores, de un particular que, disfrutando de unos ingresos de 1500 francos, dedicara cada año su desarrollo intelectual […] una suma muy modesta: 5 francos, y, un día de reforma, quisiera ahorrar a costa de su inteligencia seis céntimos?».

«¿Y qué momento se elige? Aquí está, mi juicio, el error político grave que les señalaba al principio: ¿qué momento se elige para poner en cuestión todas estas instituciones a la vez? El momento en el que son más necesarias que nunca, el momento en el que en vez de reducirlas, habría que extenderlas y ampliarlas».

Victor Hugo

«[…] ¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria […] ¡Y en un momento como éste, ante un peligro tal, se piensan en atacar, mutilar, socavar todas estas instituciones que tienen como objetivo expreso perseguir, compartir, destruir la ignorancia!».

«Pero si quiero ardiente y apasionadamente el pan del obrero, el pan del trabajador, que es un hermano, quiero, además del pan de la vida, el pan del pensamiento, que es también el pan de la vida. Quiero multiplicar el pan del espíritu con el pan del cuerpo».

«[…] Habría que multiplicar las escuelas, las carreteras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías. Habría que multiplicar las casas de estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres, todos los establecimientos, todos los refugios donde se medita, donde se instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa, donde uno se hace mejor; en una palabra, habría que hacer que penetre por todos lados la luz en el espíritu del pueblo, pues son las tinieblas lo que lo pierden»

«Han caído ustedes en un error deplorable. Han pensado que se ahorrarían dinero, pero lo que se ahorran es gloria».

Pilar Pedraza, o de la lucidez

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Acabo de leer una magnífica, o más que magnífica entrevista a Pilar Pedraza, escritora española que nos regala un magnífico tratado sobre la lucidez. Y es que hoy no hace falta más que eso para que alguien sobresalga por sobre la mediocridad general: lucidez. Antes que nada, debo reconocerlo: no he leído a Pilar Pedraza, y me acerqué a la entrevista atraído por el título: «Que no me digan que no debo leer a Sade por ser patriarcal, porque los mando a la mierda». Perfecto, para empezar. Y voy al punto porque sino terminaré copiando la entrevista completa, la cual, por fortuna, es extensa, pero que no cabría aquí sumado a lo que quiero decir. Luego de habérsele preguntado sobre la crueldad en uno de sus libros, Pedraza dice:

«Yo empecé muy pronto a leer las obras completas de Sade y lo he leído todo absolutamente. El sadianismo es algo que siempre me produce cierta ambigüedad. Porque Sade, por cierto, no hizo ninguna barbaridad… Bueno, sí hubo algún lío con unas chicas que se murieron porque les dio más de lo debido, pero él no era un asesino ni un sádico. Era un perverso. Pero me produce sensación ambigua porque cuánto me gusta leerlo, pero qué poco me gustaría que se produjera en la realidad. Su filosofía me encanta, porque antepone la máxima libertad por encima de toda moral y de toda creencia, incluso del humanismo. Y me encanta también cómo despliega una matemática de la crueldad y una coreografía de las torturas, que desde el punto de vista artístico es maravilloso. Todo eso me ha llegado muy profundamente desde muy joven».

Aquí hay un punto importante, el cual Pedraza expone de dos modos: primero, reconocer que lo que dice Sade es una cosa, pero de eso pudiera llegar a suceder sería terrible; la segunda versión, inmediata a la primera, señala la estética de Sade (matemática de la crueldad, coreografía de las torturas) y la sintetiza como un «punto de vista maravilloso». ¡Y es que ese es el punto! Sólo es literatura y si alguien se siente mal al leer estas cosas, pues el asunto es muy sencillo: que no lo haga. Y esto viene a colación por la censura que están teniendo ciertos textos por diversas razones. De hecho, es el motivo de la siguiente pregunta y su respectiva respuesta:

«Este es un debate muy presente ahora mismo. Lo de renegar de un autor (y hasta censurar su lectura) porque sus códigos morales no corresponden con los actuales… O porque era un hijo de puta, vamos. 

Ya, ya. Pero dan ganas de contestarles: «¿Y tú no has leído Juliette o el triunfo de la infamia?». ¡Pues que lo lean, joder! Que no me digan que no debo leer a Sade por ser patriarcal, porque los mando a la mierda». 

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Este tema quise tratarlo ayer, pero preferí no hacerlo porque la noticia que me había llegado ya tenía un par de años; pero ahora, a raíz de haber leído este reportaje, puedo incluirla por afinidad temática. El asunto es que en la Universidad de Londres, los alumnos exigieron que se prohibiera el estudio de Platón, Aristóteles, Kant, Voltaire… por ser blancos. También por la misma época tuvo que ponerse advertencias (trigger warnings, las llaman en inglés; es decir que hasta le han dado un nombre propio) en un curso de teología, ya que la crucifixión podría llegar a ser angustiante para algunos alumnos (y otra pausa necesaria ante el absurdo: recuerdo que estamos hablando de una universidad, no de un jardín de infantes. Universidad). ¿Qué clase de idiotas están preparándose en las universidades hoy en día? ¿Qué clase de idiotas son aceptados, para empezar? Sé que la palabra idiota en estas dos preguntas ha molestado a alguien y espero que así sea, porque ése es el punto central: ¿qué es esto de andar sintiéndose ofendido por cualquier cosa? Me remito a Chistopher Hitchens: «Que te sientas ofendido no es ningún argumento».

Sigamos. Hace un tiempo hablé en este sitio de la espantosa versión feminista de El Principito; y más atrás había hablado de las nuevas versiones de Caperucita roja, donde el lobo ya no se come a la abuela, sino que esta se esconde en un ropero y donde, por supuesto, el leñador ni siquiera aparece. El lobo huye y eso es todo (hay que evitar la escena de la «autopsia»). También hablé de una versión, muy criticada, por cierto, de la ópera Carmen, donde al final es ella la que mata a José, y no al revés, como corresponde. También la misma Pedraza lo señala en su reportaje: cuando se traduce un libro del siglo XIX estadounidense, donde dice negro ahora ponen de color. ¡Es un error! Debe ponerse lo que el autor decidió poner en el original, sólo así entenderemos los conceptos dentro de su perspectiva histórica.

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Me voy con un último fragmento de Pilar Pedraza porque, como dije, su lucidez es más que suficiente y no es posible parafrasearla sin menoscabo de sus palabras y de sus ideas. Aquí un pedacito de esta escritora feminista, sobre el mismo tema:

«Tengo una idea cada vez más clara: todo lo que ha construido la cultura patriarcal, que es mucho, también me pertenece a mí. Porque yo estoy en ella. Yo adoro las mujeres gordas de Rubens con todas sus carnes que son un objeto de la mirada deseante del hombre, pero también mía. Porque yo estoy en una cultura y todo eso es mío. Una mujer musulmana a lo mejor piensa que no es suyo, o que es ajeno, la mezquita y todas sus bellezas, porque eso lo han hecho los hombres y es cosa de los hombres. Pero yo no. Sade es mío, Rubens es mío y todos los desnudos femeninos, masculinos y neutros son míos. Yo he heredado esa cultura y la tengo en mi mente y mi espíritu. 

Lo de las feministas puritanas, es talibanismo: «Esto no, porque es patriarcal», «esto no, porque induce a pensar mal de las mujeres». Mire usted: fórmese bien y verá cómo no le hace daño lo patriarcal. Pero asimílelo, hágalo suyo, critíquelo si quiere, pero todo eso es suyo. A mí que no me quiten el marqués de Sade. ¡Eso lo hace la religión o la Inquisición! Y yo no soy partidaria de la Inquisición, ni ahora —que existe aún en el Vaticano, aunque no actúe— ni entonces. Es mi legado, y está ahí». 

Pueden leer la entrevista completa, aquí.

Palabras como átomos

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leer

 

El idioma español tiene cerca de 300.000 palabras. En el Quijote, Cervantes usó 22.939 palabras diferentes. En una conversación entre dos profesionales se usan más de 3.200 palabras. Una canción de reggeatón tiene un promedio de 30 palabras. La mayoría de los jóvenes de la actual generación se comunica con 300 palabras (y de estas 78 son groserías) y con 37 emoticones. Ahora ya se pueden uno imaginar el nivel de comprensión de lectura y pensamiento crítico que poseen.

El párrafo anterior lo tomé de un periódico y me permite relacionarlo con las siguientes palabras que Edmund Husserl escribió en su Lógica formal y Lógica trascendental: «El pensamiento siempre se hace en el lenguaje y está totalmente ligado a la palabra. Pensar, de forma distinta a otras modalidades de la conciencia, es siempre lingüístico, siempre un uso del lenguaje».

Entonces tenemos que sin palabras no tenemos pensamiento, muy bien ¿y de dónde sacamos las palabras para pensar? Pues no hay otra fuente que la lectura. El lenguaje de uso cotidiano, el que aprendemos de niños, sólo sirve para comunicar lo más básico, pero no mucho más allá que eso. Ahora, si lo que pretendemos es pensar tenemos que abocarnos al arduo (y maravilloso, una vez que estamos inmersos en él) camino de la lectura. Si no tenemos buenas, amplias y profundas lecturas no tendremos las palabras adecuadas para generar pensamiento; y no hay salida a ello, mal que les pese a todos aquellos que se niegan a tomar un libro. Las personas toleran no ser buenos lectores, pero si se les dice que no saben pensar, se sienten lastimados en lo más profundo de su orgullo y, sin embargo, una cosa condiciona de manera determinante a la otra. Así, la lectura es una herramienta de desarrollo fundamental. Y donde mejor se desenvuelve esta herramienta es en los libros, no en los pequeños artículos que dominan la circulación de la Web; el encuentro con el lenguaje merece un espacio de concentración —el medio es también el mensaje, como bien sintetizara McLuhan, un encuentro a fondo con la mente de un autor que puede haber muerto hace cientos de años pero que vive, al menos meméticamente, en el texto que se trasvasa a nuestra mente. 

 

leer 02

 

 

En estos días de antipensamiento sistemático (y no me refiero a una mera queja circunstancial, sino al verdadero estado de antipensamiento social que nos llega desde la política, el feminismo, las artes y gran parte de la filosofía), volver a las fuentes se hace más que necesario. Es impensable, en síntesis, el pensamiento sin lectura (como base fundamental) y sin diálogo (con otros o con uno uno mismo, en eso que se llama meditar en lo leído); pero eso es lo que se ve en todas partes: discursos sin fundamento alguno defendiendo cualquier causa de parte de personas que no tienen la menor de las bases intelectuales para formarlos. Es entonces que todo se reduce a la repetición constante de slogans vacíos y de una constante referencia a la posverdad como camino para tener razón.

Hay una frase que anda dando vueltas por ahí que sintetiza a la perfección la idea: «Si no sabes leer, no sabes escribir; si no sabes escribir, no sabes pensar» (algunos dicen que  es de Juan José Arreola, pero no es seguro y tampoco importa demasiado).

La estupidez nuestra de cada día

Que la humanidad es, en líneas generales, idiota, no cabe la menor duda. Que cada vez está volviéndose más idiota es algo que podría llegar a discutirse; pero todo parece indicar que esto es una verdad, a todas luces, evidente. Hace mucho tiempo leí algo así como «El nivel de inteligencia de la humanidad se mantiene estable. La gente se reproduce de manera incontrolada». La broma parece tener, cada vez más, algunos visos de realidad. Y como si hiciera falta probar esto que digo —cosa que, prima facie, sería casi innecesario—, les cuento una noticia reciente: parece ser que los colibríes (al menos en el estado de Sonora, aunque no me extrañaría que pronto esta estupidez se extendiera a otras latitudes) están en peligro de extinción ya que se los utiliza, entre otras cosas, como amarres de amor (en uno de los artículos que leí también se dice que comer el corazón de esta pequeña ave previene o cura condiciones cardiopáticas (Sic)).

Ritual 01

Ya se sabe «La inteligencia humana es limitada, pero la estupidez no tiene límites»; y parece que aquí tenemos un buen ejemplo. Claro; una vez que el enojo deja paso al raciocinio, uno comienza a pensar ¿Y cuál es la diferencia entre un imbécil que cree que atar a dos colibríes juntos les brindará el amor eterno y otro imbécil que cree que consumir cuerno de rinoceronte lo hará más potente en la cama o un tercer imbécil que cree que la misma función la cumple la aleta de un tiburón? (o los caballitos de mar o los gorilas o la bilis de oso tibetano (no bromeo), o… y la lista sirgue, larga y sangrienta).

Pero bueno ¿Y qué sucede si nos salimos de los animales? ¿Allí termina el asunto? ¿De repente nos volvemos más civilizados, racionales, equilibrados, maduros? Pues no; la verdad es que no nos va mucho mejor. ¿Qué pasa con aquellos que creen que la disposición de los astros en el cielo determinan la conducta humana? (cosa curiosa: esa misma gente no cree que la pobreza, por ejemplo, tenga injerencia alguna en cómo se comporta la misma gente). ¿Y los que después de más de veinte siglos vuelven a creer que la Tierra es plana? ¿Ni siquiera se toman el trabajo de averiguar quién fue y qué hizo Eratóstenes allá, en medio del desierto, con un pozo y unos camellos? ¿Y los que creen que los muertos pueden visitarlos desde el más allá? ¿Y en qué categoría ponemos a los que creen que al poner un pedazo de pan en su boca —luego de haberle sido dichas una palabras en latín por encima— se convierten en verdadera carne humana (carne que, además, se comen? ¿Y los que no barren de noche o los que dejan un par de tijeras abiertas sobre la mesa para que no entren ladrones? ¿Y la sal, las escaleras, los gatos negros, los paraguas abiertos bajo techo? ¿Y los antivacunas? ¿Y…? (Aquí va otra lista interminable; con menos sangre que la primera pero no menos ridícula).

ritual 02

Sí, la estupidez es infinita, no cabe duda de ello. Pero no me es menos simpático el que mata a un colibrí (y vaya si estos me parecen detestables) que cualquiera de los que pertenecen a los incluidos en las otras listas o preguntas. La única diferencia entre unos y otros es que, como bien se sabe, siempre el bruto, el ignorante, el atrasado, es el otro. Nosotros no; nosotros nunca. Nuestra imbecilidad siempre encontrará refugio en el dogma de una religión, en un ensayo científico desconocido, en una conspiración, en el sentido común o en lo que inventemos para el caso. Como siempre; la justificación propia nos permite la crítica ajena y vaya que para esto no necesitamos ritual mágico alguno; bien que nos bastamos solitos para ello.

 

Detallecito al margen: si alguien se ha sentido ofendido por haberse reconocido en alguna categoría a lo largo de este texto, qué se la va a hacer. Mala suerte.