Hablando se entiende la gente

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No hace mucho tiempo conocí un idioma inventado recientemente: toki pona, el cual generalmente se traduce como «el lenguaje del bien». Su sencillez y sus características particulares (sobre todo su aspecto lúdico y su relación con las ideas taoístas) me llevó a estudiarlo, lo cual me ha hecho adentrarme en un mundo particular y por demás interesante. Añadido a ello, he visto en varios artículos relacionados, algunos de los idiomas inventados por personas particulares con la idea básica, casi común en todos ellos, de hacer que la humanidad se comunique de manera más fluida y así, de alguna forma, poder evitar conflictos y malentendidos varios. Sin duda, un espíritu humanista subyace en todos esos intentos.

Tal vez el más conocido de esos idiomas sea el esperanto, del cual se dice que las virtudes que posee son muchísimas y que es una pena que no se hable como una lengua común a todos, al menos como una lengua secundaria. Otro es el volapük, creado por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer; el cual tuvo muchos adeptos a principios del siglo pasado, pero el que decayó debido a su compleja gramática y a un profundo disenso entre sus hablantes (nuevamente, una completa diferencia con el esperanto). Ya he nombrado a toki pona, el cual fue creado a principios de este siglo por la lingüista Sonja Lang como lengua artística filosófica; y no puedo dejar de nombrar al idioma analítico de John Wilkins, el cual era genial en su concepto, pero impracticable en la realidad.

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Ahora he encontrado este nuevo ejemplo histórico: En 1922, el profesor y lingüista de alemán báltico Edgar de Wahl ofreció un nuevo idioma para facilitar la comunicación entre personas de diferentes naciones. Lo llamó Occidental, y lo diseñó para que muchas de sus palabras sean reconocibles por quienes ya conocen una lengua romance. Tómense un minuto para leer el siguiente párrafo y verán que, en líneas generales, pueden entender el sentido completo de lo que allí se dice (ayuda un poco el leerlo en voz alta):

Li material civilisation, li scientie, e mem li arte unifica se plu e plu. Li cultivat europano senti se quasi in hem in omni landes queles have europan civilisation, it es, plu e plu, in li tot munde. Hodie presc omni states guerrea per li sam armes. Sin cessa li medies de intercomunication ameliora se, e in consequentie de to li terra sembla diminuer se. Un Parisano es nu plu proxim a un angleso o a un germano quam il esset ante cent annus a un paisano frances.

Una traducción aproximada (no hablo Occidental; pero supongo que la cosa va por aquí):

«La civilización material, la ciencia e incluso el arte se unen cada vez más. El europeo educado se siente casi como en casa en todas las tierras que tienen civilización europea, es decir, cada vez más, en el mundo entero. Hoy casi todos los estados guerrean con los mismos armamentos. Sin pausa los modos de intercomunicación mejoran y, en consecuencia, el mundo parece disminuir. Un parisino está ahora más cerca de un inglés o un alemán que cien años antes de un campesino francés».

El Occidental ganó una pequeña comunidad de hablantes en las décadas de 1920 y 1930 y se había extinguido en gran medida ya para la década de 1980; pero en los últimos años ha visto un resurgimiento en Internet como interlingüa.

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Es inevitable terminar con algunas preguntas: ¿Será realmente una solución a los conflictos humanos el poder hablar una misma lengua? Por supuesto, alguien podría aducir que si con eso bastara no habría violencia alguna dentro del seno mismo de cada sociedad o país; pero, por otro lado, también tenemos la idea más general de que las personas suelen ver como menos extrañas (si me permiten la expresión) a aquellos que tienen más cosas en común con ellos mismos. En ese sentido, la posibilidad de comunicación es indispensable y también podemos dar un ejemplo: en una sociedad multiétnica (las cuales son cada vez más) el hecho de poder comprenderse los unos a los otros no es algo menor y no son pocas las veces que esto hace que un grupo pueda adaptarse y ser reconocido en una nueva cultura. De todos modos, la violencia se ejerce por cuestiones de raza, religión o nacionalidad; así que, si bien una lengua común podría se de ayuda, también habría que atacar otros aspectos irracionales de nuestra sociedad; lo cual nos lleva al principio de estas dudas: ¿Y no servirá para ello el tener una lengua en común?

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Todas las lenguas en una sola imagen

Una de las herramientas educativas más interesantes que se ha magnificado con la aparición de internet es la infografía. Prácticas, elegantes, atractivas, modernas, claras, sintéticas; las infografías condensan en una imagen y en unas pocas palabras meramente nominales, tidi un mundo de información. Estos últimos días he encontrado dos que me resultaron muy atractivas. Una por la información que contiene; la otra, más que nada, es apenas una curiosidad, pero que no deja de ser interesante. Para más adelante dejaré la segunda; ahora vamos a la primera de ellas, una infografía que muestra a los idiomas que se hablan a lo largo y ancho de nuestro mundo.

En el mundo hay actualmente unos 7.000 millones de personas que utilizan 7.102 lenguas para comunicarse. Imposible hacerse una idea y visualizar cifras de tal magnitud. Acotemos un poco. De todos esos idiomas, 23 son los más hablados del mundo.

Concretamente, al menos 50 millones de personas utilizan cada uno de ellos como lengua materna y, entre todos, alcanzan a 4.000 millones de personas. ¿Y si a estos datos les diéramos color y forma para visualizarlos? El resultado luce así. A world of languages es el nombre de la infografía creada por Alberto Lucas López, Director Gráfico en el South China Morning Post . En el gráfico, cada lenguaje puede verse acotado por líneas divisorias negras dentro de las cuales se indica el número (en millones) de las personas que utilizan ese idioma como lengua materna en cada país. Además, cada país recibe el color de la región en la que se encuentra, lo que permite apreciar cómo cada idioma ha penetrado en las diferentes partes del mundo. Para realizar esta infografía, se ha utilizado como base de muestra a 6.300 millones de personas. Además de la representación visual, se extraen otros datos como el número total de países en los que se habla cada idioma (31 en el caso del español) o cuáles son los lenguajes más estudiados del mundo: inglés (1.500 millones de estudiantes) , francés (82) , chino (30) y español (14,5).

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La infografía completa es la siguiente y, quien desee verla en mayor tamaño y acceder a los datos que corresponden, pueden ir

aquí.

Catulo ya lo sabía

Leyendo el estupendo ¡Viva el latín! Historia y belleza de una lengua inútil, de Nicola Gardini, me encuentro con un par de perlas que no puedo dejar de compartir (hoy dejaré una de ellas, en otro momento compartiré la otra y, supongo, lo que me queda de lectura me deparará alguna más).

El libro de Gardini está organizado de un modo sencillo: luego de unos primeros capítulos donde expone su propia historia de amor y pasión por el latín, Gardini dedica el resto de los capítulos a analizar a los autores clásicos y a señalar los detalles de la lengua latina y otras cuestiones particulares. Del capítulo cuarto, el dedicado al poeta veronés Catulo, copio el siguiente fragmento:

«[…] Y el poema 51 nos acerca a una de las palabras más latinas que podamos imaginar: otium. Catulo, dirigiéndose a sí mismo por el nombre (cosa que hace también en otro lugar), dice: «otium, Catulle, tibi molestum est». […] ¿Pero qué es el otium que tan funesto resulta para el poeta y que, como se explica en los últimos versos, ha hecho que se perdieran reyes y urbes enteras? Traducirlo como «ocio», es decir, con la palabra que deriva directamente de él, es restrictivo, aunque no se pueda traducir de otra manera. Para nosotros, el «ocio» es un holgazanear, un pasar el tiempo instalados en la vacuidad. En la mentalidad romana, el otium es una manera de vivir, es lo opuesto al negotium, la actividad política o pública en general, y se identifica con el estudio y la contemplación. Entre ambos ideales fluye una tensión muy conflictiva. En teoría, deberían compensarse; en la práctica, son mutuamente excluyentes. El otium puede no ser una elección, sino un exilio del negotium, que para los romanos de la era republicana representa sin duda la más alta forma de vida. Para Catulo, en cambio, el otium es una opción polémica, una desvinculación orientada al ejercicio de la poesía, aunque ni mucho menos apolítica, sino más bien llena de pasión civil y de indignación, porque su poesía, aunque parezca fresca e individualista, tiene como objetivo una renovación de la ética social mediante la defensa de valores como la lealtad o la justicia. Catulo detesta la corrupción, la traición y la frivolidad, tanto en las personas que gozan de su afecto como individuos que rigen el Estado, empezando por Julio César».

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Catulo – 84 a.e.c. – 54 a.e.c.

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Repito aquí lo que me he encontrado repitiendo a lo largo del último año: ya todo ha sido dicho, sólo hay que mirar a la historia. La que para muchos es un novedoso debate o forma de pensamiento y que enfrenta a las artes liberales contra las disciplinas prácticas, ya estaba planteada y respondida hace más de dos mil años. La dicotomía «ocio / negocio» (al ser de raíz latina vemos cómo aún se mantiene la etimología en nuestro idioma) queda zanjada con la expresión: «En teoría, deberían compensarse; en la práctica, son mutuamente excluyentes. El otium puede no ser una elección, sino un exilio del negotium» y, al final de la exposición de Gardini, cuando dice: «Catulo detesta la corrupción, la traición y la frivolidad, tanto en las personas que gozan de su afecto como individuos que rigen el Estado, empezando por Julio César».

Es decir: la ética como herramienta fundamental de la conducta humana, no importa si se trata de nuestro propio círculo íntimo o del presidente. La ética que nos obliga a buscar la verdad y, después, a exponerla; porque esa misma ética hace que lo segundo sea una consecuencia de lo primero. ¿Y dónde se encuentra esta forma de sabiduría? Pues nada menos que en la poesía y, por extensión, en las artes liberales. Es allí donde podremos convertirnos en seres independientes y soberanos; no en la practicidad de lo trivial y, mucho menos, en la productividad desbocada.

Catulo ya lo sabía. Nosotros todavía lo estamos discutiendo.

Cuando la soberbia y la ignorancia confluyen

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Uno intenta ser moderado; uno intenta pensar y ser consecuente con su ideas y poner en contexto los conocimientos que posee; uno intenta llegar al diálogo de manera mesurada, equilibrada, educada y, sobre todo, lógica; pero a veces uno se topa con gente que pone las cosas más que difíciles.

Ayer me topé con este video, el cual sólo dura un minuto pero que dice mucho más de lo que allí está contenido. Les pido ese minuto de su tiempo (sé que sean cuales fueren sus puntos de vista políticos y sociales no los dejará indiferentes) y luego seguimos.

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¿Ven? ¿Lo hacen difícil o no? Acaba de pasar el inevitable 12 de octubre y las agotadoras imágenes en las redes sociales sobre el tema. Soy muy crítico de ellas porque, aunque no aplaudo lo que ocurrió durante la colonización europea de América, soy consciente de que eso fue un hecho histórico que debe ser puesto en contexto, que era algo que inevitablemente iba a ocurrir y que siempre que dos civilizaciones se encontraron, ocurrió lo mismo que aquí; así que de nada vale llorar sobre ello. Pero el asunto se complica cuando es en el presente que un par de individuos pretenden seguir con un discurso perimido hace ya tanto tiempo que no haría falta decir nada más.

Pero sí, parece que hace falta volver a él una y otra vez porque hay gente que aún cree que Europa es el centro del Universo; que ser europeo es per se, condición sine qua non para poder ser considerado como culto, inteligente, capaz, civilizado. Lo que estos dos individuos dicen en el video haría que cualquier persona realmente civilizada sintiera un profundo asco de sí misma; pero parece que ser civilizado también los aísla de tales nimiedades como el tener una conciencia o algo que siquiera se le parezca.

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¿En serio alguien puede decir que no hablar español implica no tener idea de lo que es la civilización? ¿De verdad alguien puede decir sin que se le caiga la cara a pedazos de la vergüenza que hablar idiomas como el aymara o el quechua es no ser civilizados? Me gustaría recordar que el quechua es el idioma de la antigua civilización Inca; esa misma que construía ciudades y templos que los mismos españoles no entendían cómo podían hacerse y que por eso mismo, con toda su cultura y civilización dijeron «Esto no es cosa de hombre, es cosa del diablo» y comenzaron la destrucción sistemática de eso que no podían entender (por cierto, los salvajes Incas construían tan bien que ni siquiera con todo su poder de fuego civilizatorio pudieron destruirlos por completo). ¿En serio alguien puede decir que no tener un celular e internet hace que «mentalmente no tengas idea de nada»? Pues allejandro Emtrambasaguas los tiene y no parece que haya alcanzado grandes cotas intelectuales (por cierto, en otra parte de video este muchacho dice «cuando un español vota a la izquierda, tiene un móvil y una conexión a internet»; después dice eso de que cuando lo hace un boliviano «no tiene un móvil…» etc. Es decir, más claro imposible: un español puede hacer lo que hace porque sí, coño; porque España (y por extensión Europa) es la civilización, mientras que Latinoamérica sigue siendo la ignorancia, el atraso, la barbarie.

Me pregunto una cosa más: ¿Por qué tanta saña con Latinoamérica? ¿En qué le va a los europeos que los latinoamericanos seamos los salvajes que somos? Si están tan bien en Europa ¿qué les importa lo que hagamos los indios que habitamos estas tierras y que vivimos como nos place hacerlo? En un reportaje realizado por la TV boliviana (porque esto también hay que decirlo: hijos de puta hay tanto adentro como afuera), Emtrambasaguas dice: «… por mucho que yo me encuentre a diez mil kilómetros del país yo sigo comprometido con que Bolivia… mmm… se olvide de las terribles consecuencias de los catorce años del gobierno del Evo Morales y recupere la libertad» ¡Paren las rotativas, aquí encontramos el meollo de la cuestión! ¡Tenemos un iluminado! ¡Un periodista español que no llega a los treinta años viene a enseñarnos lo que está bien y lo que está mal! ¡Aprendan indios degenerados! ¡Aprendan estúpidos ignorantes que no tienen internet ni móviles! ¡Aquí está el que viene con la palabra de la verdad y la justicia! (por cierto, esas palabras que acabo de citar, las dijo Emtrambasaguas en medio de una «investigación» que él mismo hizo para demostrar que Evo Morales era un pedófilo. Literalmente. Pueden buscar la información).

Ya. Basta por hoy. Sé que los textos largos en los blogs no se leen y este ha sido uno de ellos. Seguiré en la próxima, de todos modos, aunque nadie me lea. A veces uno escribe porque tiene que hacerlo; por y para uno mismo. Acabo de darme cuenta de que hoy es uno de esos días.

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Sudamérica.

Un poema borgeano de mi primer libro, En los bordes del silencio.

Nos están rodeando

 

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Estoy en una librería, como siempre, viendo qué hay de nuevo o qué nuevas ediciones encuentro de mis libros favoritos cuando me encuentro con este volumen, cuyo sugestivo título es El arte de la seducción. Aunque en la tapa se lo publicita diciendo «Del autor del éxito mundial Las 48 leyes del poder», cosa que no es muy atractiva que digamos, hojearlo no cuesta nada y eso hago. Enseguida me topo con la siguiente página, a la cual me apresuro a tomarle una instantánea para compartirla con ustedes.

 

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Es una tontería, lo sé; ¿pero cuántos comenzarán a considerar esto como válido o, peor aún, lógico? Intenté leer el párrafo, pero no pude terminarlo (de hecho, apenas pasé de los tres o cuatro renglones). Ahora vuelvo a intentarlo y no, no hay caso, es imposible avanzar en la lectura constantemente entorpecida por las arrobas y por la ridícula expresión m/p-adre.

Busqué de inmediato otros volúmenes de la editorial Océano, con el vivo temor de encontrar ese mismo horror en otros textos, pero por suerte se ve que la estupidez es propia del autor, no de la editorial, ya que al menos Moby Dick y unos cuentos de Edgar Allan Poe no habían sido violados en su pureza original.

Esperemos que el ejemplo no cunda, mis querides amigues; de lo contrario hasta tendremos que abandonar la literatura y dedicarnos al oboe, que al menos tiene la virtud de venir neutro desde la cuna.

 


Nota al margen: Por tiempo indeterminado estaré sin conexión a internet, así que responderé a sus comentarios en cuanto pueda. Dejaré varias entradas programadas, así que éstas se subirán aunque no esté aquí. Pasaré a visitarlos en cuanto me sea posible.

Dos ladrones (o dos chorros, como quieran)

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Hace unos días escuchaba una milonga muy divertida llamada Entre curdas , cantada por Jorge Vidal. Ante las risas que provocó en mí la letra de la canción, L. me pidió que le explicara de qué se trataba todo aquello, lo cual, me di cuenta al intentar «traducir» la letra, eso es imposible, ya que las implicancias y las sutiles referencias culturales hacen que se pierda todo sentido (toda «picardía»; porque el sentido sí puede traducirse de alguna manera) ¿Cómo traducir una expresión como «el jonca quedó forfai» o «rechupado como un faso»? Y es que el argot argentino es bastante peculiar (todo argot lo es; claro está, pero el argot argentino posee algunas particularidades que lo hacen un poco más complejo, como explicaré a continuación); por un lado tenemos las modificaciones habituales del lenguaje dadas por el mismo paso del tiempo, por la técnica y por las movidas culturales propias de cada edad (sobre todo los adolescentes). Y a eso hay que sumarle el lunfardo; un argot particular creado a principios del siglo XX y que mezcla términos y deformaciones sonoras de idiomas como el italiano, el gallego, el árabe, el idish y, en menor medida, del inglés y del francés (esto gracias a la ingente población inmigrante que llegó a Argentina después de la Primera Guerra Mundial, sobre todo). Por último, para complicar un poquito más las cosas, también se le suma el vesre; lo cual no es otra cosa que tomar una palabra, separarla en sílabas y decirlas en el orden opuesto (en uno de los ejemplos dados más arriba, la palabra jonca no es otra que cajón. Ese es un ejemplo sencillo porque es bisílabo. ¿Qué quiere decir, por ejemplo, dorima? Pues nada más que do-ri-ma; es decir, marido).

 

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Hay muchas milongas y tangos que usan este argot como lengua común, es decir, como una especie de lingua franca. Un caso por demás particular es el que ocurrió hace algunas décadas, en pleno tiempo de la última dictadura militar. Por ese entonces, los puristas de la moral (escenificados por un ridículo General o algo similar) consideraban que este lenguaje, al igual que un pecho femenino o la matemática moderna, corrompían la mente de las personas y por eso debían desaparecer. El siguiente soneto, publicado bajo el seudónimo de Lope de Boedo (ya desde aquí sabemos que esto no es del todo serio; Boedo es un barrio de Buenos Aires y Lope, claro está, hace referencia a Lope de Vega); es un maravilloso ejemplo del uso artístico de este argot del que estoy hablando.

El soneto nos habla del momento de la crucifixión de Jesús y de su diálogo con los dos ladrones que se encontraban a su lado. La escena, vista desde el lenguaje callejero, cobra un nuevo sentido (aunque el original sentido religioso no desaparece, claro está; sólo es que parece más cerca de la verdad que la versión bíblica, me atrevería a decir). Lo gracioso es que alguien del gobierno militar de aquella época obligó a Edmundo Rivero (una de las voces del tango más famosas) a grabar una versión del soneto en lenguaje correcto; es decir, despojado de todo rastro de argot. Les dejo la versión cantada más abajo, para que puedan entenderla aquellos que no entienden este idioma pero, sobre todo, para que puedan compararla. Me permitiría aconsejarles (con las disculpas del caso), que primero lean el soneto y que después lo «sigan» a medida que lo canta Rivero. ¿Cuál de las dos versiones prefieren?

Dos ladrones

Hay tres cruces y tres crucificados
en la más alta, al diome, el Nazareno.
En la del wing lloraba el chorro bueno
mangándole el perdón de sus pecados.

Escracho torvo; dientes apretados,
mascaba el otro lunfa el duro freno
del odio, y destilaba su veneno
con el rechifle de los rejugados.

¿No sos hijo de Dios? Dale. Salvate.
Sos el Rey de los Moishes, arranyate.
¿Por qué no te bajás? ¡Dale, che, guiso!
Jesús ni se mosquió. ¡Minga de bola!
Y le dijo al buen chorro: Estate piola
que hoy zarparás conmigo al Paraíso.

 

 

La ironía, esa incomprendida

 

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Hace poco, y a raíz de un comentario algo irónico de mi parte, un amigo me dijo que ser irónico era, de alguna manera, ser violento con el interlocutor o con el objeto de la ironía. Yo defendí a la ironía considerando que mi amigo la confundía con el sarcasmo. Hoy encuentro un texto de Søren Kierkegaard que me permite seguir defendiendo a la ironía despojándola de todo carácter negativo. Dejaré el comentario al final, porque antes quisiera hacer una distinción precisa:

Para empezar, veamos qué dice la inevitable (no sé por qué) Real Academia Española al respecto:

Ironía: “Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.”

Sarcasmo: “Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo.”

Bien, ahí está la madre del borrego: la similitud entre ambos conceptos se debe a que el sarcasmo es un tipo de ironía, por lo que en ambas figuras se da a entender algo diferente a lo que en realidad se está diciendo. Sin embargo, hay una diferencia en cuanto a la finalidad: el sarcasmo se usa con la intención de herir los sentimientos de alguien.

Veamos el siguiente cuadro:

 

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Y aquí dejo el cometario del que hablé al principio, el cual propone un estadio más amplio de la ironía:

En su ensayo El concepto de la ironía, Kierkegaard coloca a este concepto en un estadio intermedio entre la estética y la ética. Para él, quienquiera que se distingua por poseer un juicio auténticamente ético respecto al mundo es irónico todo el tiempo y no sólo de vez en cuando y en una determinada situación. Quien así se conduzca estará listo para la vida misma, la cual será permanente objeto de su inteligente y regocijado menosprecio. Así como una verdadera presencia irónica nunca utiliza su intrínseco recurso simplemente para ser aplaudido momentáneamente, la ironía ética vuelta estética acaba por surgir en todo momento.

Como se ve, la ironía es un recurso maravilloso para destacar fragmentos de una historia o para darle sabor a un momento. El sarcasmo también lo es, pero hay que saber usarlo con mucha más precisión y sutileza; pero eso quedará para otra ocasión.

Somos mucho más que dos

Según la información suministrada por las Naciones Unidas, el español es la segunda lengua más hablada en el planeta. La lista de las diez lenguas más habladas es la siguiente:

 

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Es el mandarín el idioma que más practicantes tiene, pero al estar tan limitado geográfica y culturalmente, a nivel internacional es casi irrelevante. El inglés, el que muchos consideran como la lengua más hablada, se encuentra muy cerca de nuestra lengua madre en cantidad de hablantes originales; pero, para acallar nuestro infantil y chovinista orgullo, no debemos olvidar que si consideramos al español y al inglés como segundas lenguas, éste nos supera por mucho. En ese caso el inglés pasaría a ser hablado por casi 2.000 millones de personas, mientras que el español sería hablado por “tan solo” unos 500 millones.

Todos estos datos estadísticos no hacen otra cosa que poner el asunto en negro sobre blanco; es decir, no hacen nada más que indicarnos el estado de las cosas de manera práctica. Luego, la interpretación que hacemos de esos datos es cosa nuestra; lo cual, también, debemos justificar según entendamos.

En mi caso particular la lectura que hago de estos dos aspectos es hija de dos recuerdos. Por un lado recuerdo aquel ensayo de Isaac Asimov que respondía a la pregunta de cuál era el idioma indicado para ser un «idioma universal». Por supuesto, para él era el inglés y los motivos con los que justificaba esa elección eran prácticos: ya es el idioma que más se ha extendido a lo largo y ancho del planeta, no es muy complejo (puede ser aprendido con facilidad) y la mayor parte de la literatura científica está escrita o traducida a ese idioma.

 

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Asimov tenía razón en esos puntos, pero hace ya tiempo, cuando viví en los Estados Unidos, recuerdo haber leído a un periodista —de segunda categoría con ganas de lograr algo de fama pero sin el talento para ello— quien dijo que el español era «un idioma de sirvientes» (en clara referencia, claro está, a que quienes hablan español en ese país son, en general, quienes hacen las tareas de servicio). Es entonces que digo que si bien Asimov tenía razón, no debemos olvidar que esos mismos argumentos pueden y son usados por imbéciles con menos empatía que el escritor ruso-americano y que ello hace que esas ideas se vuelvan peligrosas.

Acceder a un idioma universal es algo deseable, aun si ese idioma sea el de un país en particular. Pero ello debe hacerse sin olvidar de defender a nuestro propio idioma (el cual está siendo más que vapuleado por nosotros mismos). Una cosa no quita a la otra. Ser universales pero sin olvidar lo particular. Ser ciudadanos del mundo pero sin dejar de ser hijos de nuestra tierra, hablando con pasión la lengua que nos corresponde.

Cancún Babel

Cancún BabelLos grandes centros turísticos se han transformado, como todos sabemos, en centros de reunión de nacionalidades diversas que cruzan sus caminos momentáneamente para luego proseguir su andar hacia otras ciudades y otros cruces hijos del azar. Cancún, Playa del Carmen y Tulum no son excepciones y, salvo por el tamaño de cada una de estas locaciones, lo cual influye en la cantidad de personas con las que podemos cruzarnos, las tres son ideales para conocer gente de distintas latitudes, todos ellos más que abiertos a compartir charlas, datos, información.

En Playa del Carmen, por ejemplo, me sentí como si esta ciudad fuese una sucursal de un balneario argentino debido a la gran cantidad de turistas de ese país pero, sobre todo, debido a que un gran porcentaje de los jóvenes que trabajan en la Quinta Avenida son argentinos y es común verlos en sus puestos tomando mate mientras hacen sus tareas. Luego, no sé si debido a que el clima caribeño parece predisponer a la gente a un carácter más abierto, un empleado del hotel donde nos hospedábamos, compartió el desayuno con nosotros. Era nativo de Belice y nos brindó interesantes datos de su país y de qué debíamos hacer si íbamos allí. Así es todo en la Riviera Maya. Esos datos se los pasamos a una pareja de italianos con quienes compartimos el transporte hacia la playa, quienes nos tradujeron los datos de una pareja de alemanes que nos recomendaban un cenote poco conocido.

Pero lo que más recordamos, por lo curioso e improbable del cruce, fue lo que nos sucedió con dos personas en nuestra visita a Chichén Itzá. Este viaje fue medianamente largo y nos detuvimos para ver algunas artesanías y para almorzar. Una pareja nos preguntó si podíamos compartir la mesa, a lo cual aceptamos gustosos. Eso nos llevó al diálogo inevitable que se da en esos casos «¿De dónde son; cuánto llevan aquí? Y demás». Ellos eran polacos y pensaban pasar un par de semanas allí antes de volar a Europa. Todo eso no pasa de ser algo trivial en esos casos; pero al día siguiente, a doscientos kilómetros de allí, en una playa alejada de los centros turísticos tradicionales, y mientras nos bañábamos en esas deliciosas aguas turquesas, sentimos una fuerte exclamación a nuestro lado. El polaco, sonriente y vociferante, se acercaba a saludarnos. No nos habíamos visto, pero en la arena estábamos apenas a treinta metros de distancia. Eso es lo que sucede en esos sitios, uno no sabe cómo es que se lo consigue, pero de una u otra manera termina conversando con personas con las que apenas comparte lenguajes. Es casi inevitable y se da de una manera natural que se hagan esfuerzos de una y otra parte y en general, con una estupenda predisposición, terminamos cruzando palabras con alguien que antes no pensábamos que podíamos llegar a entendernos.

Algunas horas después, luego de caminar un par de kilómetros, estábamos en la ruta esperando que se llenara el transporte que nos llevaría a la ciudad. Es habitual que estos vehículos sólo se pongan en marcha cuando se llenan, así que esperamos un rato charlando con quienes ya estaban allí. Quedaban seis lugares vacíos, los que fueron ocupados a lo largo de varios minutos por una empleada del balneario, un grupo de tres amigos y los últimos en llegar: el polaco y su esposa. Regresamos conversando entre sonoras risas (que nadie entendía) y cuando llegamos a destino nos despedimos bromeando sobre el siguiente, curioso, encuentro. Ésa fue la última vez que nos vimos.

Dos consideraciones personales sobre el lenguaje

Mi Be - “Communication v3.2”

Mi Be – “Communication v3.2”

Uno de los tópicos más delicados al viajar por el mundo y, sobre todo, al establecerse en una latitud diferente a la de origen, es el del lenguaje. Se llega con una carga semántica diferente, con un acento extraño, con sutilezas mínimas pero fundamentales. Esas diferencias bien pueden marcar un punto de inflexión entre el bienestar y el malestar, aunque esto parezca una exageración. Por un lado uno debe adaptarse a los localismos, los cuales pueden incluir términos mal empleados, como los que escucho aquí a diario, los diminutivos, por ejemplo. Es común oír panecito, trenecito, solecito, y así por el estilo. Claro está que esto no significa que sea yo el que hable bien. En mi caso, por mi raíz argentina, tengo la costumbre del vos, lo cual implica conjugar mal todos (todos) los verbos y usar el tiempo incorrecto (los argentinos usamos la segunda persona del plural como singular y le quitamos, generalmente, una letra a la conjugación correcta). En síntesis: en todos lados se cuecen habas (se “cocen”, dirían los mexicanos) y todos hacemos agua por algún lado. La cuestión es que uno se adapta y que la convivencia entonces pasa por otros asuntos.

I. Pero (llegó la tan temida palabrita) ¿Qué ocurre cuando las costumbres se van perdiendo de tal manera que lo que antes nos parecía correcto o bello ya no nos lo parece tanto? Lo digo porque acabo de ver un programa de TV argentino donde el uso del lenguaje y el acento me parecieron espantosos. Sé que los argentinos tenemos fama de soberbios, lo cual es una generalización torpe, todos sabemos eso; pero precisamente es lo que sentí al oír a esas personas; su acento y su tono me pareció absolutamente soberbio y pedante. Seguramente esas personas son más que correctas, pero hay algo en ese lenguaje que impulsa esas sensaciones. ¿Será ese el germen de ese mote inmerecido?

II. Por otro lado, ese mismo día vi una publicidad de Pepsi que decía algo así como “La persona que aparece en esta publicidad puede recordar la refrescancia de una Pepsi…” Tomé nota y esperé que el aviso apareciera otra vez, ya que me costaba creer que se hubiese dicho semejante atrocidad. El aviso apareció y sí, la palabra era y sigue siendo refrescancia. Aquí ya no tengo paciencia; que una persona, por costumbre local diga una palabra de manera incorrecta es una cosa; pero que en un aviso publicitario, el cual debería pasar por diferentes controles de calidad, se hable de esa manera es imperdonable. Después recordé un par de cosas más relacionadas con esto. Una es que la AT&T estadounidense, en su mensaje de voz, decía “Usted a accesado a…”. Por desgracia, el verbo “accesar” ya se ha vuelto bastante común incluso fuera de los estados unidos (hasta tal punto que incluso hay una consultora que se llama así, mal que les pese). Y también esta dirección web, la cual dice “entretención” en lugar de “entretenimiento”.

 

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El idioma es algo inquieto, eso es por todos conocido; y es por demás ridículo intentar fijarlo como si fuese una norma inmóvil; pero más allá de eso hay límites que, sobre todo, están fijados por el buen gusto y por la necesidad de cierta normativa (aunque esta sea flexible) que nos permita comunicarnos con mayor facilidad. Cuando necesitamos traducir de manera constante el propio idioma, es que estamos entrando en terreno peligroso.