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Hace un tiempo intenté hablar, en este sitio, de lo que significaba o podía significar la muerte de un padre. Recuerdo que lo hice mal (y ahora me digo que tendré que volver a intentarlo, porque el tema no es menor) y que la cosa quedó, entonces, algo trunca. Hace unos días encontré un caso por demás curioso, el de un suicida —un muchacho de treinta y cinco años, graduado en psicología— que en pleno Yom Kippur, la fiesta sagrada judía, entró en el Memorial Church de Harvard y se pegó un tiro en la sien. Lo curioso del caso es que el muchacho en cuestión, Mitchell Heisman, dejó una nota suicida de 1.905 páginas, con 1.433 notas al pie y 20 páginas de bibliografía. ¿Y qué tiene que ver esto con el tema del padre del que comencé hablando? Pues parece ser que el punto de quiebre, aquí, también tiene que ver con la muerte del padre de Mitchell, de la cual el muchacho nunca pudo recuperarse.
Mitchell Heisman no era un caso de esos que solemos ver en las noticias de este tipo; alguien que vive encerrado en sí mismo y de quien nada sabemos hasta que los hechos dramáticos ponen las cartas definitivas sobre la mesa. Al contrario, quienes lo conocían

Mitchell Heisman – Foto de David Abel
hablaban de él en los mejores términos: «Era un joven de lo más saludable, nunca había mostrado ninguna inclinación depresiva. Sólo se trataba de un chico un poco reservado, absorbido en los últimos tiempos, eso sí, por lo que él citaba como un trabajo académico “sobre la historia de la conquista normanda de Inglaterra”». O, en palabras de su propia madre: «Era muy cordial, encantador, nunca hubiese pensado que algo andaba mal. Con frecuencia me decía que me amaba y me había visitado recientemente para ayudarme a prepararme para una mudanza. […] Todavía estoy en estado de shock y no puedo entender cómo pudo haber escondido esto. Tenía todo a su favor. Estaba en perfecto estado de salud. Era guapo, inteligente, una buena persona. Nunca lo entenderé». (Estas palabras las tomé de un artículo del Boston.com, de donde también tomé la foto que se encuentra aquí arriba).
Lo más curioso, por supuesto, es su nota suicida, la cual se encuentra lejos de ser una simple y tradicional despedida. No, la nota es un largo estudio sobre el sinsentido de la vida, de un profundo nihilismo (acentuado por la muerte del padre) del cual Heisman no pudo salir. En palabras del propio Heisman (del cual pueden leer varias de sus citas en el sitio Goodreads, aquí): «Cada palabra, cada pensamiento y cada emoción vuelven al mismo problema central: la vida carece de sentido. Quiero recalcar que la cuestión central de este texto no es la biología, la raza, o la tecnología, sino el nihilismo. Este experimento sobre el nihilismo consiste en buscar y exponer cada ilusión y cada mito, nos lleve a donde nos lleve, sin que importen las consecuencias y aunque eso implique nuestra propia muerte».
He leído parte del trabajo de Heisman y me ha parecido fascinante; tal vez poco a poco llegue a leerlo todo (la obra no es un todo en sí misma, sino que se compone de varios capítulos independientes que pueden abordarse por separado; por cierto, si alguien quiere adentrarse en él puede encontrar el PDF completo, aquí); pero tengo que volver al tema del padre en sí, ya que el núcleo central está allí. En palabras de Heisman: «La muerte de mi padre fue el detonante, o tal vez el acelerador, de un colapso moral. Porque la materialización total del mundo desde la materia a los humanos pasando por la experiencia subjetiva literal fueron de la mano de una incapacidad nihilista de creer en el valor de cualquier objetivo vital. No existe una justificación racional para la voluntad humana de seguir avanzando» (página 1861).
El suicidio es y será siempre uno de los grandes temas, una de las grandes incógnitas de nuestra realidad (según Camus, es el único tema que realmente importa en la filosofía; pero parece que Heisman no pudo adentrarse en el pensamiento existencialista; el cual le hubiese ayudado mucho en cuanto al hecho de tomar tan drástica decisión); el caso de Heisman es, tal vez, uno de los más notables; ya que desde el momento de tomar la decisión hasta el momento en llevarla a la práctica pasaron más de cinco años; cinco años de trabajo constante para dejar (para dejarnos) la más increíble nota suicida de la que se tenga memoria.