¡Y el artista ganador es… !

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 ¿Quiénes son los artistas más populares buscados en Google en los diferentes países del mundo? He encontrado este resumen de esas búsquedas, el cual fue realizado en la base de datos del buscador más usado a lo largo y ancho del globo terráqueo, por la revista Art Supplies, en febrero de este año.

Según el artículo, «La gente tiene que recurrir a Internet como la única forma de ver el trabajo de tantos artistas de fama mundial. Con esto en mente, queríamos saber qué artistas fueron los más buscados en 2020 y quién ha sido más popular en cada país durante la pandemia. Hemos creado un mapa mundial para mostrar a los artistas más populares del mundo de un vistazo y también un desglose de los ganadores en cada continente. El mejor artista se encontró utilizando los datos de búsqueda de 2020 en cada país para cada artista».

La idea me pareció interesante y es por eso que decidí que sería bueno compartirla; pero desde ya les digo que a mí no me digan nada del lenguaje utilizado en el artículo; eso de «artista ganador» o «El mejor artista» me sabe más a texto escrito por un periodista deportivo que cultural, pero bueno, es lo que hay.

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Entonces tenemos esas bonitas imágenes continentales con los artistas más buscados en cada país. Lo primero que me llamó la atención es que solo siete artistas ocupan más de noventa por ciento de las búsquedas. No es nada raro cuando pensamos en Leonardo da Vinci o Van Gogh; pero en otros casos algo no me cierra del todo. Que casi toda Sudamérica haya buscado a una artista como Artemisia Gentileschi no parece muy probable. Y no porque la artista en sí no tenga los valores necesarios como para ser apreciada; pero una artista del barroco italiano como ella no es, lo que se diga, tema de conversación demasiado habitual en las sobremesas… Otra cosa llamativa es que, con la excepción de México, no hay país que haya basado sus búsquedas en un artista local (Diego Velázquez aparece como el más buscado en Uganda y Nigeria, por ejemplo, y no en España).

Por supuesto que no se pueden sacar demasiadas conclusiones de estos mapas (serían necesarios muchos más datos para poder hacer un análisis más profundo); pero como que algo no cierra del todo… Salvo que lo que estemos viendo sea, precisamente, el modo en que trabaja el buscador de Google; el cual, como bien sabemos, más que buscar esto o aquello lo que hace es insinuar esto o aquello. Entonces sí se entendería que toda Sudamérica haya buscado solo a dos artistas y Oceanía solo a una (curiosamente, Artemisia Gentileschi). En fin, las conclusiones están abiertas; pero algo no huele bien en Dinamarca (donde se buscó a Frida Kahlo, por cierto).

Los cuatro continentes restantes, a continuación:

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(Otra) Biblioteca portátil del siglo XVII

Hace un par semanas hablé de la biblioteca portátil de Napoleón Bonaparte ―quien quiera acercarse a ver esa joyita, puede pasar por »aquí«―. Allí dije que esa biblioteca bien podía igualarse a los modernos lectores digitales, lo cual es una comparación bastante obvia. Lo que les traigo ahora es, podría decirse, una versión mejorada de ese Kindle del siglo XVII. Tal vez sería el equivalente a tener un montón de libros en un smartphone. Algo así.

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Como bien sabemos, hemos llegado a tal punto de desarrollo que la tecnología nos permite tener miles de libros en el bolsillo, puede que más de los que podamos leer en una sola vida. La técnica nos hace creer, con sus avances más que acelerados, que esas ideas de tener todo en un espacio pequeño y manejable, son completamente originales y solemos pensar  que los siglos pretéritos vivían en una especie de barbarie. ¿Cómo le explicaríamos a una persona de siglos pasados qué es un libro electrónico?  Pero como ya vimos el otro día, ya está todo inventado; lo que podemos hacer es mejorar las cosas (de alguna manera, no vamos a entrar otra vez a discutir si un lector digital es tan bueno como un libro ni nada de eso) y poco más.

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   Hablando de que todo ya está inventado, la Universidad de Leeds acaba de descubrir entre sus volúmenes la que podría ser la primera biblioteca portátil del mundo o la más antigua, hasta el momento. Data del siglo XVII y se trata de una caja de madera con forma de libro, del tamaño de un folio y encuadernado en cuero marrón, que alberga tres pequeños estantes con cincuenta libritos en perfectas condiciones, encuadernados en vitela, de letras y cantos dorados. Además, cada una de sus cubiertas muestra a un ángel leyendo un pergamino con la leyenda «Gloria Deo». En la cubierta interior de la caja aparece a modo de índice, ricamente iluminado, una tabla con los contenidos de cada una de las tres secciones. La biblioteca contiene todo lo que podría interesar a un amante de la cultura de la época: desde historia y poesía hasta teología y filosofía, pasando por autores clásicos como Cicerón, Virgilio, Ovidio, Séneca, Horacio o Julio César.

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   Este tipo de bibliotecas son extremadamente extrañas: que se sepa, solo unas cuatro familias tuvieron la suerte de poseer una de ellas. Esta, en concreto, fue encargada en 1617 por un miembro del Parlamento llamado William Hakewill como obsequio para un amigo miembro de la familia irlandesa Madden. Y parece que el regalo tuvo tanto éxito que en los siguientes cinco años encargó otras tres más con idéntico propósito. Esta biblioteca en miniatura ha pasado a ser uno de los elementos más singulares de la colección Brotherton dedicada a libros, manuscritos y fotografías raras en la Universidad de Leeds.

La memoria débil

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Alguna vez me ha ocurrido que, por motivos que desconozco (nada extraño para un negado tecnológico como soy), han desaparecido mis contactos o enlaces de la barra donde están guardados. Lo mismo me sucedió cuando mi RSS Feed dejó de funcionar, tuve que volver a instalarlo y, por eso mismo, comenzar desde cero, perdiendo todos los enlaces que allí tenía. Lo que hice fue abrir una carpeta y guardar los enlaces dos veces: uno en la carpeta, otro en el nuevo RSS Feed; no fuera a ser cosa que un día dejara de funcionar sin previo aviso y volviera a perder todo otra vez. Es decir que tuve que multiplicar las formas de la memoria, ya que parecía que una sola no era suficientemente segura.

¿Y qué sucedió cuando tuve que cambiar el disco rígido de mi laptop? La situación es casi absurda… mi laptop ha recorrido medio mundo; ha viajado por casi todos los medios de transporte conocidos, ha estado expuesta a los climas más diversos y un día, un día como cualquiera en mi casa, con el café ya preparado y dispuesto a escribir; es decir, un día en que no pasaba absolutamente nada, un pequeño y azaroso golpe (no más fuerte del que puede darse con la punta del dedo índice) hizo que el disco rígido dejara de funcionar. El técnico me dijo que entendía que el golpe no había sido fuerte, sólo que había sido dado en el lugar preciso; y que había que cambiarlo. Todo lo que no había guardado en un disco rígido externo, se perdió: las últimas fotos, los últimos escritos, las últimas descargas, etc., etc. Claro, el viejo disco rígido está allí y con la tecnología adecuada podría recuperarse esos datos (cosa que dije que haría); pero como es demasiado caro la cosa fue quedando para después y resulta que ya han pasado un par de años de aquel accidente y no creo, ya, que me interese gastar dinero en recuperar lo que ya no me acuerdo si era importante. Y otra vez he debido multiplicar las formas de la memoria: ahora tengo el disco rígido de mi laptop, un disco rígido externo (el cual es, también, extremadamente sensible) y la inefable nube; la cual, como todo sabemos, es cualquier cosa menos segura.

Y ese es el punto al que quería llegar: a lo frágil que resulta todo hoy en este mundo virtual. Recuerdo que cuando salió al mercado el CD se nos fue presentado como la panacea de la memoria colectiva. En un CD cabía toda una enciclopedia, una biblioteca, un museo, una hemeroteca… allí íbamos a poder guardar todo, pero absolutamente todo de todo y lo tendríamos a mano para siempre. Apenas ocupaban espacio y eran tan bonitos y brillantes… hasta que en una década la cosa quedó out. Hoy, por más que tengamos un CD con información importante, si no tenemos un aparato que lea ese artilugio, estamos perdidos. Sin embargo, todos tenemos un álbum o una caja de zapatos con fotos de nuestros abuelos, de nuestros padres e, incluso, de algunos familiares que ni siquiera sabemos quiénes son, pero que están allí, sonrientes junto a aquel que sí conocemos. ¿Qué tendrán las futuras generaciones de nosotros? Supongo que nada. En cuanto Facebook, Instagram, Twitter y demás dejen de ser útiles y se pierdan en la noche de los tiempos, también se perderá nuestra memoria y nuestra biografía.

El asunto no deja de ser paradójico y algo gracioso. Por un lado las nuevas tecnologías nos prometen, como ya he dicho, la panacea de la memoria perfecta (lo cual es una burda mentira; lo que ocurre es exactamente lo contrario) y es entonces que son muchos los que, ante la enorme cantidad de contraseñas y passwords y claves que hay que recordar, han optado por la práctica y funcional costumbre de anotar todo en una libreta o agenda, tornando así inútil la pretensión de «seguridad» que se pretendía buscar.

¿Tragedia o comedia? Todo depende, por supuesto. No todo merece ser guardado del mismo modo en que no todo merece ser compartido. Cada cual sabrá qué es lo que debe permanecer de sí mismo. Por lo pronto, de lo único que podemos estar seguros es de que no hay nada que pueda competir con el viejo y querido papel. Ese sí que parece ser eterno…

Daisugi, o el arte del bonsai gigante

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Cuando me topé con las primeras fotos de estos árboles, pensé que se trataba de una especie particular de… eso, un árbol (soy un negado absoluto con respecto a la dendrología, que es como se llama el estudio de los árboles y los arbustos. Con suerte distingo un pino de un sauce, pero nada más allá de eso), como nunca había visto uno en mi vida supuse, tal como hace uno de inmediato ante estos casos, que se trataba de una variedad exótica, que es como solemos llamar a todo aquello que conocemos por primera vez.

La cuestión es que no se trata de una particularidad del árbol en sí, sino de la técnica usada para crearlos. Como siempre, tenemos que ir hasta Japón (¿Vieron? Lo de exótico no estaba tan errado, después de todo) para averiguar algo sobre ellos.

Este sistema de poda se llama daisugi (Se escribe 台 杉 y literalmente significa «cedro de plataforma») y es una técnica forestal de los siglos XIV o XV que poda las ramas superiores para crear una plataforma en los mismos árboles para cosechas más sostenibles. El resultado no sólo es ecológicamente práctico, sino también deliciosamente estético.

Aunque el daisugi se usa principalmente en jardines o bonsáis hoy en día, originalmente se desarrolló para combatir la escasez de plántulas cuando la demanda de taruki, un tipo de madera impecablemente recta y sin nudos y muy alta. Debido a que los brotes superiores de cedro de Kitayama se pueden talar cada 20 años, lo que es mucho antes que con otros métodos, la técnica ganó popularidad.

En el siglo XV, Japón ya se enfrentaba a una escasez de plántulas, así como de tierras para cultivar adecuadamente los árboles en primer lugar. Siendo la necesidad la madre de la invención, esto llevó a la creación de una solución ingeniosa: daisugi, el crecimiento de árboles adicionales, de hecho, a partir de árboles existentes, creando, en otras palabras, una especie de bonsái gigante.

Si se hace correctamente, la técnica puede prevenir la deforestación y dar como resultado una madera perfectamente redonda y recta conocida como taruki, que se utiliza en los techos de las casas de té japonesas. En aquel entonces (estamos hablando del siglo XIV o XV), «una forma de arquitectura sukiya-zukuri muy recta y estilizada era de alta costo, y había suficientes materias primas para construir estas casas para todos los nobles o samuráis que quisieran una; de ahí esta inteligente solución de utilizar técnicas de bonsai en árboles de mayor tamaño». Dejando a un lado la estética, en cualquier caso, más allá de lo que se consigue en Japón, la madera producida con este método es un 140% más flexible que el cedro estándar y un 200% más densa / fuerte, lo que la hace perfecta para vigas y techos madera. Y el producto de daisugi no solo es recto, delgado y resistente a los tifones, sino que se maravilla en todo el mundo 600 años después. ¿De cuántas técnicas forestales podemos decir lo mismo?

Cuando la soberbia y la ignorancia confluyen

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Uno intenta ser moderado; uno intenta pensar y ser consecuente con su ideas y poner en contexto los conocimientos que posee; uno intenta llegar al diálogo de manera mesurada, equilibrada, educada y, sobre todo, lógica; pero a veces uno se topa con gente que pone las cosas más que difíciles.

Ayer me topé con este video, el cual sólo dura un minuto pero que dice mucho más de lo que allí está contenido. Les pido ese minuto de su tiempo (sé que sean cuales fueren sus puntos de vista políticos y sociales no los dejará indiferentes) y luego seguimos.

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¿Ven? ¿Lo hacen difícil o no? Acaba de pasar el inevitable 12 de octubre y las agotadoras imágenes en las redes sociales sobre el tema. Soy muy crítico de ellas porque, aunque no aplaudo lo que ocurrió durante la colonización europea de América, soy consciente de que eso fue un hecho histórico que debe ser puesto en contexto, que era algo que inevitablemente iba a ocurrir y que siempre que dos civilizaciones se encontraron, ocurrió lo mismo que aquí; así que de nada vale llorar sobre ello. Pero el asunto se complica cuando es en el presente que un par de individuos pretenden seguir con un discurso perimido hace ya tanto tiempo que no haría falta decir nada más.

Pero sí, parece que hace falta volver a él una y otra vez porque hay gente que aún cree que Europa es el centro del Universo; que ser europeo es per se, condición sine qua non para poder ser considerado como culto, inteligente, capaz, civilizado. Lo que estos dos individuos dicen en el video haría que cualquier persona realmente civilizada sintiera un profundo asco de sí misma; pero parece que ser civilizado también los aísla de tales nimiedades como el tener una conciencia o algo que siquiera se le parezca.

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¿En serio alguien puede decir que no hablar español implica no tener idea de lo que es la civilización? ¿De verdad alguien puede decir sin que se le caiga la cara a pedazos de la vergüenza que hablar idiomas como el aymara o el quechua es no ser civilizados? Me gustaría recordar que el quechua es el idioma de la antigua civilización Inca; esa misma que construía ciudades y templos que los mismos españoles no entendían cómo podían hacerse y que por eso mismo, con toda su cultura y civilización dijeron «Esto no es cosa de hombre, es cosa del diablo» y comenzaron la destrucción sistemática de eso que no podían entender (por cierto, los salvajes Incas construían tan bien que ni siquiera con todo su poder de fuego civilizatorio pudieron destruirlos por completo). ¿En serio alguien puede decir que no tener un celular e internet hace que «mentalmente no tengas idea de nada»? Pues allejandro Emtrambasaguas los tiene y no parece que haya alcanzado grandes cotas intelectuales (por cierto, en otra parte de video este muchacho dice «cuando un español vota a la izquierda, tiene un móvil y una conexión a internet»; después dice eso de que cuando lo hace un boliviano «no tiene un móvil…» etc. Es decir, más claro imposible: un español puede hacer lo que hace porque sí, coño; porque España (y por extensión Europa) es la civilización, mientras que Latinoamérica sigue siendo la ignorancia, el atraso, la barbarie.

Me pregunto una cosa más: ¿Por qué tanta saña con Latinoamérica? ¿En qué le va a los europeos que los latinoamericanos seamos los salvajes que somos? Si están tan bien en Europa ¿qué les importa lo que hagamos los indios que habitamos estas tierras y que vivimos como nos place hacerlo? En un reportaje realizado por la TV boliviana (porque esto también hay que decirlo: hijos de puta hay tanto adentro como afuera), Emtrambasaguas dice: «… por mucho que yo me encuentre a diez mil kilómetros del país yo sigo comprometido con que Bolivia… mmm… se olvide de las terribles consecuencias de los catorce años del gobierno del Evo Morales y recupere la libertad» ¡Paren las rotativas, aquí encontramos el meollo de la cuestión! ¡Tenemos un iluminado! ¡Un periodista español que no llega a los treinta años viene a enseñarnos lo que está bien y lo que está mal! ¡Aprendan indios degenerados! ¡Aprendan estúpidos ignorantes que no tienen internet ni móviles! ¡Aquí está el que viene con la palabra de la verdad y la justicia! (por cierto, esas palabras que acabo de citar, las dijo Emtrambasaguas en medio de una «investigación» que él mismo hizo para demostrar que Evo Morales era un pedófilo. Literalmente. Pueden buscar la información).

Ya. Basta por hoy. Sé que los textos largos en los blogs no se leen y este ha sido uno de ellos. Seguiré en la próxima, de todos modos, aunque nadie me lea. A veces uno escribe porque tiene que hacerlo; por y para uno mismo. Acabo de darme cuenta de que hoy es uno de esos días.

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Sudamérica.

Un poema borgeano de mi primer libro, En los bordes del silencio.

Tres preguntas, una respuesta

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hiperconectividad

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«¿Dónde nos encontramos hoy en día? Europa sigue atrapada en medio de una gran pinza, uno de cuyos extremos es Estados Unidos, y el otro, China. Estados Unidos y China, vistos desde un punto de vista metafísico, son lo mismo: el mismo desatado frenesí de tecnología desencadenada y de organización desarraigada del hombre medio. Cuando el último rincón del globo ha sido conquistado técnicamente y se puede explotar desde el punto de vista económico; cuando, cualquier incidente que escojamos, en cualquier lugar que escojamos, y en cualquier momento que escojamos, nos es accesible todo lo deprisa que deseemos; cuando, a través de la «cobertura en directo» televisiva, podemos «experimentar» de manera simultánea una batalla en el desierto iraquí y una representación de ópera en Pekín; cuando, en una red digital global, el tiempo no es más que velocidad, instantaneidad y simultaneidad; cuando el ganador de un reality show se considera un gran hombre del pueblo; entonces sí asoma como un espectro sobre todo este alboroto la pregunta de: ¿para qué? ¿Adónde vamos? Y luego, ¿qué?». Dijo Slavoj zizek en un libro cuyo nombre se me ha perdido.

A veces uno se repite en este pensar una y otra vez en las mismas cosas; pero es que la realidad se impone y como uno no vive en aislado en la cima de una montaña, sino que lo hace en una ciudad más o menos grande rodeado de cierta cantidad de personas, esas mismas cuestiones con sus mismas preguntas y su mismo cansancio reaparecen como las películas de superhéroes: una por mes y todas iguales.

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Hiper

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Lo que suele aparecer, también, son las respuestas, las cuales, como siempre digo, ya fueron escritas mucho tiempo antes (creo que he dicho esto tantas veces y he escrito tantas entradas al respecto, con diferentes ejemplos y casos que ya podría reunir todos esos textos y convertirlos en un volumen). En este caso, lo cual tampoco es novedoso, la respuesta viene de un estoico, don Marco Aurelio, lo llamaban, quien dijo: «Somos todos criaturas de un día, tanto el que recuerda como el que es recordado. Todo es efímero, tanto la memoria como el objeto de la memoria. Está por llegar el momento en que habrás olvidado todo; y está por llegar el momento en que todos se habrán olvidado de ti. Piensa siempre que pronto no serás nadie y no estarás en ningún lado».

Ya. Nos es fácil aceptar eso, lo entiendo, pero no por ello deja de ser menos verdad. Que no nos guste o que hoy se prefiera la dicha permanente del circo mediático es otra cosa; pero el punto está ahí, en las palabras de Marco Aurelio; y tan así es que si volvemos ahora sobre las palabras de Zizek y las leemos bajo esta nueva luz, vemos que no quedan de ella sino sólo las preguntas. Lo demás ha desaparecido todo en la nada del sinsentido; es decir, en el olvido. Lo dicho: Marco Aurelio tenía razón.

Lo que vendrá

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Future 01

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Una de las cosas que recuerdo con mucho placer eran las visitas a la casa de una de mis tías (de quien no recuerdo su nombre, sino su apodo, el cual no viene al caso), la cual tenía una enciclopedia que mi madre no podía costearse. Llegar a casa de mi tía y tirarme en el piso a revisar aquella enciclopedia ilustrada eran uno de mis pequeños grandes placeres. Por desgracia para mí, mi tía vivía a unos cien kilómetros de donde nosotros vivíamos; así que esas visitas ocurrían, si había suerte, un par de veces al año. Una de las cosas que recuerdo eran los dibujos anticipatorios; aquellos diseños de casas o edificios por los cuales las autopistas o los trenes pasaban por el centro de ellos (había uno con forma de X, por ejemplo) y las maravillas científicas o técnicas. Cualquiera de los que por aquí pasan y peinan algunas canas (o los que como yo ya no tienen demasiado para peinar, siquiera) recordarán que en nuestra niñez o juventud, el años 2000 era el año; el punto de inflexión de algo que no se sabía bien que era o iba a ser; pero todos sabíamos que el años 2000 iba a marcar un antes y un después.

Ahora me encuentro con estos grabados y mi memoria vuelve a aquellos tiempos y a aquella enciclopedia en una ciudad que no era la mía. Vamos a ella.

 

Future 02

 

En 1899, preparándose para las festividades en Lyon que iban a marcar el nuevo siglo, el fabricante francés de juguetes Armand Gervais encargó un conjunto de 50 grabados en color al artista independiente Jean-Marc Côté que representan el mundo tal como podría existir en el año 2000.

Gervais murió repentinamente en 1899, cuando solo unos pocos sets habían sido eliminados de la prensa en su sótano. «La fábrica fue cerrada, y el contenido de ese sótano permaneció oculto durante los siguientes veinticinco años», escribe James Gleick en Viaje en el tiempo. Después, un comerciante de antigüedades parisino se topó con el inventario de Gervais en los años veinte y compró el lote, incluido un único juego de prueba de las tarjetas de Côté en perfecto estado. Los tuvo durante cincuenta años y finalmente los vendió en 1978 a Christopher Hyde, un escritor canadiense que encontró su tienda en la rue de l’Ancienne-Comédie.

Hyde se los mostró a Isaac Asimov, quien los publicó en 1986 como Futuredays, con un algunos comentarios sobre lo que Côté había acertado (automatización generalizada) y equivocado (estilos de ropa). Pero quien sabe, tal vez algunas de estas visiones todavía estén demasiado adelantadas para nosotros.

Pueden visitar el catálogo completo, aquí. Por lo pronto, les dejo una breve galería; como siempre, para ver las imágenes en mayor tamaño, pueden hacer clic en una de ellas.

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Mapas en tres dimensiones en Oceanía

Me gustan los mapas en particular y la cartografía en general. En este sitio he publicado más de diez entradas relacionadas con curiosidades relativas a los mapas y hoy, que me encuentro con esta deliciosa curiosidad, no puedo dejar de compartirla (de hecho, me hizo recordar a aquella entrada sobre la cartografía «en tres dimensiones», que solían usar los inuit; entrada que pueden encontrar aquí).

 

Marshall

 

En este caso se trata de otro tipo de cartografía en tres dimensiones; la utilizada en las Islas Marshall hasta mediados del siglo XX; el cual se trataba de un ingenioso y avanzado sistema para cartografiar el oleaje y facilitar la navegación, que no tiene parangón en el mundo.

Los marshaleses siempre fueron excelentes navegantes, no en vano los dos archipiélagos que conforman el país cuentan con un total de 1.152 islas, islotes y atolones. También fueron experimentados constructores de canoas, y de hecho todavía hoy existe una competición anual de fabricación de este tipo de embarcaciones tradicionales.

Pero lo más interesante es cómo se orientaban en el mar, para lo que utilizaban unas cartas de navegación hechas con palos que constituyen el primer sistema cartográfico del oleaje marino conocido en el mundo. Su complejidad y precisión son un logro que todavía hoy sigue asombrando a los expertos.

Marshall 02

 

Estos artefactos no son cartas de navegación tal cual se entiende el concepto en el mundo occidental, sino más bien instrumentos mnemónicos y de aprendizaje, porque sorprendentemente los mapas no se consultaban durante la navegación, sino que eran memorizados antes del viaje, algo lógico teniendo en cuenta la fragilidad de los artefactos y la limitación de movimientos a bordo de las canoas.

No todos los marshaleses conocían el sistema, solo un reducido número de la élite dominante controlaba el secreto de la creación de las cartas de navegación, que era transmitido exclusivamente dentro de la propia familia. Por ello, cuando salían a mar abierto lo hacían en grupos de 15 o más canoas, al frente de las cuales iba un único piloto, precisamente el que conocía el exclusivo método cartográfico.

Marshall 03

Las cartas de navegación se hacían con palos unidos con cuerdas de coco, que delimitaban las diferentes zonas de oleaje, con las islas representadas mediante conchas atadas en el lugar correspondiente. Mediante hilos señalaban la dirección de las ondas oceánicas al aproximarse a las islas, así como el flujo y reflujo de las rompientes.

Es posible que en principio el sistema fuera común a todos sus conocedores, pero con el tiempo se hizo tan exclusivo que tan solo el propio creador de uno de estos mapas sabía como interpretarlo y usarlo.

 

Marshall 04

Carta conservada en el Museo Histórico de Berna / foto NearEMPTiness en Wikimedia Commons

Identificaban cuatro tipos de oleaje, denominados rilib (generado por los vientos alisios del noreste), kaelib (más debil y solo detectable por los navegantes más experimentados), bungdockerik (oleaje muy fuerte del suroeste) y bundockeing (el más debil de todos, presente en las islas del norte), que eran representados en los mapas mediante palos curvos e hilos, principalmente en torno a las islas, de modo que podían identificar rutas de acceso seguras entre la mar de fondo.

Los mapas de navegación eran de tres tipos: los Mattang eran utilizados para la instrucción en el arte de la navegación; los Meddo eran mapas parciales que solo mostraban algunas de las islas en sus posiciones relativas o exactas, así como la dirección del oleaje profundo; y los Rebbelib eran similares a los meddo pero incluían la posición de la totalidad de las islas de los archipiélagos marshalenses, siendo por tanto los más completos.

Marshall 05

Carta en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Tras la Segunda Guerra Mundial este tipo de mapas dejó de utilizarse debido a la llegada de las nuevas tecnologías, aunque el conocimiento de su elaboración se sigue manteniendo vivo. Hoy en día también se hacen copias de los antiguos mapas conservados, que se venden a los turistas como souvenirs. Por suerte quedan muchos ejemplares originales en museos de todo el mundo.

Fuente: La brújula verde

El horror ¡El horror!

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Asco

 

«La inteligencia humana es limitada, pero la estupidez, no tiene límites» Arthur Schopenhauer.

 

En mi primer (y hasta ahora único, pero por poco tiempo) libro de poesías, incluí un poema titulado Free Moon (el cual pueden leer aquí), donde imagino el horror ante la posibilidad de que alguien pueda colocar publicidad en la luna. El poema termina así:

Y la verdad es que no nos gustaría
que al alzar la vista una estúpida
con una estúpida sonrisa, o un simpático osito
o un Santa Claus de barba falsa
nos quieran vender una coca cola,
o chiclets, o el nuevo modelo de celular
(¡llamadas a la Luna con descuento!)
O una 4 x 4
Ideal para sortear cráteres.

Preferiríamos, en lo posible,
poder mirar hacia el cielo y verla allí
como hasta ahora, casi virgen,
con esa cara marcada de acné adolescente
que tanto conocemos
y que tan bien le queda.

 

Pues no pasaron más que un par de años para que la repulsiva noticia tenga visos de realidad. Ahora resulta que la empresa rusa Star Rocket tiene planeado colocar en órbita unos satélites que reflejarán la luz del sol para así poder colocar publicidad en órbita. Uno de los primeros interesados en esa posibilidad es Pepsi y la empresa dice que ya han superado los primeros obstáculos y que es posible que realicen el lanzamiento en el 2020. Aquí tienen un adelanto de la repugnante idea:

 

El nombre que anda dando vueltas por ahí es el de un tal Sítnikov, el cual dice cosas tan brillantes como: «Vamos a vivir en el espacio, y la humanidad comenzará a entregar su cultura al espacio. Los pioneros más profesionales y experimentados lo harán mejor para todos» Es decir, no dice nada y sólo se justifica a sí mismo. También leo, en el mismo artículo: «El directivo confía en que las marcas pagarán por los anuncios porque «el ego es más brillante que el Sol»» ¡Es cierto, igual que la estupidez!

No sé cuánto habrá de verdad en todo esto, pero por las dudas, ya voy preparando el boycott a cualquier empresa que utilice este tipo de publicidad. Yeah, baby… Free Moon…

Sin rebelión en la granja

 

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Encendemos nuestra computadora o nuestro teléfono inteligente y allí está ese comentario que nos enoja o que nos encanta. Lo subió un amigo al que nunca hemos visto, el cual lo compartió de otro amigo, el cual… ¿Quién creó ese texto? no lo sabemos y la verdad es que no nos importa. Nos enoja o nos encanta y con eso tenemos suficiente. lo copiamos o lo reenviamos y nos transformamos en un nexo más entre el texto y el siguiente lector. El nivel de masificación al que hemos llegado en nuestros días es tal que un simple tweet de un usuario puede llegar literalmente a cientos de miles de personas en segundos. Pero parte del anonimato de Internet propicia que los movimientos en redes sociales no sean siempre perpretados por humanos. Países como Rusia o Estados Unidos han usado diversos engaños de esta clase para cambiar la opinión de la gente e influir especialmente en comicios electorales. Sólo hay que pasarse por un tweet para darse cuenta de cómo: granjas de clicks repletas de smartphones para generar o impulsar a estos movimientos.

 

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El escritor Jamie Bartlett, especialista en tecnología, subió un tweet el pasado día 11 de marzo con un vídeo extraordinario: estantes con al menos varias docenas de smartphones generando clicks en Internet. El vídeo proveniente de la cuenta English Russia mostraba que en una simple oficina se pueden generar cientos e incluso miles de interacciones en redes sociales. Diversos operadores desde unos ordenadores mandan comandos a los smartphones para que hagan automáticamente lo que se les ordena. No hace falta más que eso, varios cientos de smartphones funcionando al unísono para hacer lo que ellos quieran. Los usos de estas interacciones se cuentan en cientos; desde provocar viralidad en redes sociales hasta crear una opinión en Internet que se extienda con ciertos adeptos pasando por incluso fomentar fake news que favorecen a una ideología o movimiento político concreto.

 

La pregunta ¿Quién está detrás de todo esto? Carece de interés (debido, sobre todo, a la imposibilidad de respuesta). La pregunta que sí podemos hacernos es: ¿Qué haremos nosotros con esta información? Cada cual la responderá a su modo y según su buen parecer. Lejos de toda paranoia (ya no creo que nadie pueda negar que este tipo de cosas se hace a diario a lo largo y ancho de todo el mundo), tal vez lo mejor sea, como en antaño, volver a las viejas fuentes de información: los libros y el pensamiento que ellos alimentan. A veces el mejor avance es volver un poco sobre nuestros propios pasos.

Nota: sé que el enlace que puse más arriba a una cuenta de Twitter está «caído»; pero lo puse igual para demostrar cómo funcionan, también, las grandes redes sociales. De todos modos, si quieren verlo por ustedes mismos, pueden buscar «granja de smartphones» en su buscador o click farms en Youtube.

 

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