XX.
Desperté después de dos días en coma. Excepto mi brazo y mi pierna izquierdos, todo lo demás estaba envuelto en yeso. Estuve así algunos meses, entonces aproveché y modifiqué unos cuentos que ya tenía escritos y los convertí e guiones de historietas. De los cuatro trabajos que envié tres fueron seleccionados y uno de ellos ganó el primer lugar. Era la primera vez que ganaba un premio (y uno importante, además). De todos modos, por una u otra razón, mis quince minutos de fama duraron, en realidad, dos minutos y medio.
XXI.
Detenía el autobús y de inmediato comenzaba a plegar el cochecito del bebé. Ya estaba bastante práctico y subir al autobús con el niño en brazos, el cochecito plegado y mi instrumento musical en el otro era algo que hacía bastante bien. Cuarenta minutos después hacía el trabajo en sentido inverso. En alguna rara ocasión obtenía ayuda de algún buen samaritano; pero eso no era habitual. La madre del cantante me cuidaba al niño mientras ensayábamos. Más allá de toda la pompa y el glamour que se ve en un video o en una revista, no es nada fácil ser el bajista de una banda de heavy metal.
XXII.
Observo una rosa y veo que es abstracción pura ¿quién determina que un triángulo o un círculo es una figura abstracta y que una flor no lo es? Sigo observándola y veo que todo es abstracto hasta que el hombre decide que ya no lo es. El orden de las cosas no es más que un sistema de clasificación.
XXIII.
Tirado en el pasto miro el cielo celeste, despojado de nubes. La noche anterior, desde ese mismo sitio, había dibujado con el dedo algunas de las líneas que unían a las constelaciones. Vuelvo al cielo celeste y me recuerdo que las estrellas siempre están ahí, sólo es que la luz del sol es demasiado fuerte como para que ellas puedan verse. Pero están allí, sobre mí, ahora.