De palabras compartidas y presencias tutelares

 

Biblioteca

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Dijo Samuel Butler, en su Ramblings en Cheapside, de 1890: «No me gustan los libros. Creo que tengo la biblioteca más pequeña de cualquier literato en Londres, y no deseo aumentarla. Mantengo mis libros en el Museo Británico y en el de Mudie, y me enoja mucho si alguien me da uno para mi biblioteca privada. Una vez escuché a dos damas disputando en un vagón de ferrocarril si una de ellas había malgastado o no dinero. «Lo gasté en libros —dijo el acusado— y no es un desperdicio de dinero comprar libros». «De hecho, querida, creo que sí lo es», fue la réplica, y en la práctica estoy de acuerdo con eso».

No está mal eso de considerar a la biblioteca pública como parte de nuestra biblioteca personal; después de todo, lo es, aunque compartida con el resto de la sociedad, esa biblioteca es nuestra. Pero quienes amamos a los libros tenemos que tenerlos cerca. Nos atrae la posibilidad de poder tomarlos y dejarlos cuando queremos o simplemente de verlos ahí, más o menos prolijamente ordenados en los estantes. Como dijo Borges, quien siendo ciego tenía, por supuesto, varios libros en su casa: «Al irme a dormir tengo que estar rodeado de libros. Aunque sé que no puedo leerlos, necesito la presencia tutelar del libro». Otra gran idea: la presencia tutelar. El libro como un padre (y no hace falta adentrarse mucho en la metáfora para ver sus perfectas referencias).

Tal vez no sólo sea la idea tutelar la que necesitamos. Tal vez sea algo más, la presencia  viva del libro. Como dijo Gilbert Highet sobre Juvenal, idea que puede aplicarse a cualquier libro: «La vida de un buen libro es mucho más larga que la vida de un hombre. Su autor muere, y su generación muere, y sus sucesores nacen y mueren; el mundo que conocía desaparece, y nuevas órdenes que no podía prever se establecen en sus ruinas; la ley, la religión, la ciencia, el comercio, la sociedad, todos se transforman en formas que lo sorprenderían; pero su libro sigue vivo. Mucho después de que él y su época hayan muerto, el libro habla con su voz».

 

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Desde las cenizas

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Universidad de Mosul

En el más que interesante y doloroso Historia universal de la destrucción de los libros, de Fernando Báez, el primer capítulo cuenta los detalles de la destrucción de la Biblioteca Pública de Bagdad en manos del ejército norteamericano. Como si esto no fuese suficiente, años después, ante el avance de otra forma de salvajismo, en este caso del infame ISIS, la destrucción llegó a Mosul. Como bien se sabe, las bestias atacan, antes que nada, a la cultura; y es así que los centros de educación suelen ser los primeros lugares destruidos por la guerra, por lo que no es de extrañar que cuando ISIS tomó el control de Mosul y declaró su califato en 2014, la muy respetada Universidad de Mosul fue atacada rápidamente. Fundada en 1967, la biblioteca de la universidad contenía 200,000 volúmenes, la mayoría de los cuales se destruyeron cuando ISIS incendió la estructura. Antes de esto habían utilizado la biblioteca como lugar de reunión, y allí obligaron a los profesores de la universidad a reescribir libros de texto para un nuevo sistema educativo bajo el califato. Ahora que el primer ministro iraquí ha declarado el final del califato, el bloguero anónimo Mosul Eye continúa su cruzada para reconstruir la colección de la biblioteca.

 

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El blogger, que oculta su identidad para protegerse a sí mismo y a su familia, huyó de Mosul en 2016, pero ha continuado la crónica de la vida en la ciudad bajo ISIS. El graduado de la Universidad de Mosul estaba trabajando en la universidad cuando cayó la ciudad, y la biblioteca tiene un significado especial para él. «Cada vez que estaba en la universidad, pasaba la mayor parte de mi tiempo en la biblioteca» dijo. «Cuando no me gustaban las clases de mis profesores, solía ir a la biblioteca para investigar y estudiar libros por mi cuenta».

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Como un paso hacia la reconstrucción, hace un llamamiento a la comunidad internacional para que done libros en todos los idiomas. «Debido a que reconstruir las bibliotecas y llenarlas con libros es una de las formas más significativas de reconstruir Mosul civilmente, lanzamos esta campaña internacional para recolectar libros y todo tipo de productos impresos (revistas, publicaciones periódicas, periódicos, referencias, archivos) en todas las disciplinas de Conocimiento y Ciencia» explica en su sitio web.

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La campaña dio sus frutos y pronto comenzaron a llegar donaciones, tanto de Iraq como del exterior. Estas se agregarán a los 2,000 volúmenes que sobrevivieron a la destrucción de la biblioteca, algunos de los cuales son libros raros y manuscritos. En Bagdad, se realizó un evento en el que se pedía a los ciudadanos que compraran libros de un mercado callejero para luego donarlos a la biblioteca.

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Mosul Eye informa que alrededor de 10,000 libros han sido donados hasta ahora. El objetivo es llegar a 200,000 para la reapertura de la biblioteca. Las donaciones se envían actualmente a la ciudad de Irbil, donde los voluntarios están clasificando y catalogando la nueva colección. Todas las asignaturas son bienvenidas, pero especialmente están en busca de libros sobre medicina, ciencias y humanidades.

 

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Cuando la parte de la ciudad donde se encuentra la biblioteca se liberó en enero de 2017, los voluntarios ingresaron a la biblioteca incendiada para ver si podían recuperar parte de la colección. La biblioteca de la universidad tenía 200,000 volúmenes antes de su destrucción a manos de ISIS y sólo, como se dijo antes, se pudieron recuperar aproximadamente 2,000 libros. La colección original contenía materiales importantes, incluidos mapas históricos y publicaciones periódicas de la era otomana, y manuscritos islámicos antiguos, incluido un Corán del siglo IX.

 

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Los voluntarios trabajan incansablemente para ordenar y catalogar los 10,000 libros que se han recibido para la nueva biblioteca. Esperan llegar a 200,000 donaciones a tiempo para la reapertura a principios de 2018. En mayo de 2017, Mosul Eye organizó un festival cultural en frente de la biblioteca, donde se les pidió a los participantes que trajeran un libro como cuota de inscripción. Varios cientos de libros fueron recolectados en un día.

Para quien quiera o pueda ayudar, he aquí donde puede hacerlo:

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También pueden encontrar a Mosul Eye aquí:

Blog

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Twitter.

Buscar en el universo

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Umberto Eco dijo a fines del siglo pasado: el verdadero conocimiento radica en saber qué es lo que vale dentro del enorme cúmulo de información del que se dispone hoy. Otros pulieron la idea y de allí el concepto de analfabetismo funcional. Ya no importa si se sabe escribir o no, sino que ahora una persona culta es aquella que puede diferenciar y separar lo útil de lo inútil; es decir, y hablando en buen castellano, la paja del trigo.

Antes, Diderot se había anticipado a todos los demás: «A medida que pasan los siglos, la masa de obras crece sin cesar, y se puede prever un tiempo en el que será casi tan difícil educarse en una biblioteca como en el universo y casi tan rápido buscar una verdad subsistente en la naturaleza, como perdido entre un inmenso número de libros».

Notable la anticipación del filósofo francés en pleno Siglo XVIII. Entre tantos miles y miles de volúmenes que se escribieron y se escriben ¿Cómo podremos ver lo que realmente vale la pena? Creo que aquí es cuando se abre la puerta a lo paradójico: la red, la misma que guarda todo y que lo multiplica hasta el hartazgo, es la que puede permitirnos, mediante sus buscadores y sus algoritmos, encontrar lo que necesitamos; pero eso sigue implicando que somos nosotros, en última instancia, quienes debemos saber qué es lo que estamos buscando. ¿Cómo salir de este atolladero?

La historia interminable

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En una página de su El infinito viajar, Claudio Magris narra la historia (tal vez apócrifa) de un hombre que, durante la guerra civil española y para protegerse de esa violencia o de otra violencia personal, se ocultó en la Biblioteca pública de Madrid a lo largo de varios meses. Magris se imagina a ese hombre protegido por las altas paredes de libros, de donde sólo saldría por la noche para buscar algo para comer y adonde volvería cuanto antes.

No deja de parecerme por demás atractiva esta idea de separarse del mundo pero, al mismo tiempo, estar rodeado de toda la historia de la humanidad. Me sabe a historia con toques de isla desierta; ya sea con los tesoros de Stevenson o con alguno de esos chistes que aparecen en los periódicos. Las variantes que podemos crear pueden ser infinitas: desde la historia del hombre que nada sabe pero que por aburrimiento comienza a leer hasta convertirse en un sabio; la historia del hombre que encontró en uno de esos libros la respuesta a su problema personal; o tal vez la historia del hombre que quedó para siempre allí, un eterno bibliotecario entre esos libros que resultaron ser, más que una protección, una celda. Tal vez en esta misma historia estamos representados todos nosotros.

 

Objetivo: Austria

St. Florian Monastery, Austria 01

Cuando me encontré con estas imágenes mi mandíbula cayó como las del lobo de los dibujos animados de Tex Avery. Luego, cuando me recuperé un poco, busqué más información y más imágenes y esto es lo que encontré. Queda como primer paso, como primeros datos de un objetivo futuro. Por el momento me quedo con las imágenes.

El monasterio de St. Florian es un monasterio agustino en la ciudad de Sankt Florian, Austria. Fundado a principios del siglo IX y posteriormente refundado por los agustinos en el siglo XI, St. Florian es el monasterio más grande de la Alta Austria, y rivaliza Melk Abadía y Monasterio Klosterneuburg como uno de los ejemplos más impresionantes de la arquitectura barroca en Austria.

La construcción del ala de la biblioteca no se inició hasta 1744, y los trabajos fueron comenzados por Johann Gotthard Hayberger. La biblioteca cuenta con unos 130.000 artículos, incluyendo muchos manuscritos. La galería contiene numerosas obras de los siglos XVI y XVII, como también algunas obras medievales tardías de la Escuela del Danubio, en particular por Albrecht Altdorfer.

En enero de 1941 las instalaciones fueron ocupadas por la Gestapo y los monjes fueron expulsados. Éstos pudieron regresar después del final de la guerra.

Si alguien quiere visitarlo (mis afortunados amigos europeos, por ejemplo, ya que mi visita quedará para más adelante), aquí tiene la el enlace al sitio oficial. 

Galería de imágenes. Para verlas en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.

 

La penumbras de antaño.

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La Biblioteca Beinecke de Manuscritos y Libros Raros pertenece a la Biblioteca de la Universidad Yale, en Estados Unidos. Esta biblioteca es la actual poseedora, entre otros muchos documentos, del Manuscrito Voynich (con la signatura «MS408»), o un ejemplar de la primera biblia de Gutenberg el cual, como todos sabemos, fue el primer libro impreso en una imprenta de tipos móviles). Pero la razón por la cual la traigo hoy aquí es por el diseño de los paneles que recubren sus fachadas. El edificio que alberga la Biblioteca fue construido entre 1960 y 1963, con el diseño de Gordon Bunshaft. Posee una fachada exenta de lo que usualmente llamamos ventanas y está construido a base de granito y mármol blanco de Vermont, tensado por una cuadrícula de hormigón. Gracias a las propiedades del material, similares a las del alabastro, y a los finos cortes de material introducidos en las ya mencionadas cuadrículas, permite el paso de la luz a través de él, dando una iluminación interior que gracias a la baja intensidad y la gama cromática que adquiere al atravesar la piedra, trasmite al visitante una ambientación acorde con los libros antiguos y los pergaminos que se exhiben en su interior. Además es importante destacar que la intensidad de luz que permite pasar esta fachada, es adecuada para la conservación de esos libros antiguos, ya que la luz del sol los daña y hace que envejezcan prematuramente.

Seis imágenes del hermoso interior. Para verlas en mayor tamaño, hacer clic sobre una de ellas.