Una biblioteca encadenada es una biblioteca donde los libros están unidos a su estantería por una cadena, la cual es suficientemente larga como para permitir que los libros sean sacados de sus estantes y leídos pero no retirados de la biblioteca misma. Esto, claro está, se hacía con el fin de evitar el robo de los materiales expuestos. La práctica era habitual para las bibliotecas de referencia; es decir la gran mayoría de las bibliotecas desde la Edad Media hasta aproximadamente el siglo XVIII. Sin embargo, dado que el proceso de encadenamiento también era costoso, no se usó en todos los libros. Sólo los libros más valiosos en una colección eran encadenados. Esto incluia libros de referencia y libros de tamaño grande.
El procedimiento estándar para las bibliotecas encadenadas era tener la cadena encajada en la esquina o cubierta de un libro. Esto se debía a que si la cadena se colocaba en el lomo, el libro sufría un mayor desgaste por el estrés de moverlo sobre y fuera del estante. Debido a la ubicación de la cadena unida al libro (a través de un anillo) los libros se alojan con su lomo mirando hacia la parte interior del estante; es decir, al revés de lo que estamos acostumbrados en la actualidad. Esto se hacía así para que cada libro se pudiera quitar y abrir sin necesidad de ser dado vuelta, evitando de esta manera que se enredara su cadena y lastimara su cubierta. En los raros casos en que era necesario quitar el libro de la cadena, el bibliotecario utilizaba una llave.
En todo el mundo, sólo cinco bibliotecas encadenadas han sobrevivido con sus muebles originales, cadenas y libros. Estas incluyen la biblioteca construida en la iglesia de San Walpurgis, en Zutphen, Países Bajos. La biblioteca de Malatestiana, en Cesena, cerca de Bolonia en Italia. El museo de mapas y librería de Hereford, Inglaterra (La biblioteca de Hereford es la biblioteca encadenada superviviente más grande con sus cadenas y libros intactos). La Biblioteca encadenada en Wimborne Minster. Por último, la biblioteca encadenada que todavía sobrevive en la catedral de Wells en Inglaterra.
Una nota extra: cuando un donante local, Roger Gillingham, entregó 90 libros en 1695, insistió en que los libros fueran encadenados pero también que la Biblioteca fuera abierta, libre, para los habitantes de la ciudad, siempre que fueran «tenderos» o Mejor Clase de persona». Se ve que esa “mejor clase de personas” no eran lo suficientemente buenas como para no robarse los libros de la biblioteca.