Breve comentario sobre la felicidad (I)

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Hoy les dejaré solo una cita sobre la felicidad. Pertenece a Bertrand Russell y está tomada de su libro La conquista de la felicidad. La próxima entrada dejaré otro pensamiento sobre este tema, esta vez mío. Preferí no incluirlo hoy porque ponerme al lado de Bertrand Russell es como una pequeña falta de respeto (que él aceptaría gustoso, por otra parte). Como sea, aquí Russell hablando de la felicidad:

«Hay personas que son incapaces de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien, se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la sirvienta no ha limpiado, en la papa que el cocinero no ha cocido, ni en el hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de que hablábamos antes. Ese mismo tipo de concentración en grandes proyectos no personales, que permite sobrellevar el fracaso personal en el trabajo o los problemas de un matrimonio desdichado, sirve también para ser paciente cuando perdemos un tren o se nos cae el paraguas en el barro. Si uno tiene un carácter irritable, no creo que pueda curarse de ningún otro modo».

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Las palabras y las cosas

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Sin pensamiento crítico es muy fácil detonar la barbarie larvada en el ser humano. Hace unos días se desato en Argentina una serie de hechos lamentables que recibieron el aplauso y el apoyo de cierto sector de la sociedad animalizada por el odio generado y generalizado por y desde los medios. También se sumaron, como siempre, algunos políticos de esos que, al no tener altura propia, no dudan en pararse encima de los muertos para que los vean mejor los que están más lejos. La profunda tristeza que provocan estos hechos no implica que no debamos seguir atentos y combativos. Por el contrario, es en estos momentos cuando más firmes nos deben encontrar.

Gracias a Claudia Snitcofsky por acercarme la cita. Por cierto, la oración que abre esta entrada también le pertenece: Sin pensamiento crítico es muy fácil detonar la barbarie larvada en el ser humano.

«E iban matando a todos los judíos que encontraban a su paso, y se apoderaban de sus bienes. . . -¿Por qué a los judíos? –pregunté. Y Salvatore me respondió: -¿Por qué no? Entonces me explicó que toda la vida habían oído decir a los predicadores que los judíos eran los enemigos de la cristiandad y que acumulaban los bienes que a ellos les eran negados. Yo le pregunté si no eran los señores y los obispos quienes acumulaban esos bienes a través del diezmo, y si, por tanto, los pastorcillos no se equivocaban de enemigos. Me respondió que, cuando los verdaderos enemigos son demasiado fuertes, hay que buscarse otros enemigos más débiles. Pensé que por eso los simples reciben tal denominación. Sólo los poderosos saben siempre con toda claridad cuáles son sus verdaderos enemigos.»

(Umberto Eco, El nombre de la rosa)