
Cometa – Collage. Borgeano
Hace poco, en una presentación de jóvenes poetas, me regalaron un volumen que incluía a unos cuantos de ellos, como muestra y resumen de lo que se está escribiendo ahora en la nueva poesía. Leí el volumen entero y debo decir que si esto es lo que nos depara el futuro en materia de poesía, pues estamos en problemas. No soy demasiado apocalíptico, si voy a ser sincero; supongo que esto es lo que ocurrió en todas las épocas, sólo que el tiempo puso las cosas en su lugar y los que seguimos leyendo hoy son los que realmente valían la pena en su momento; lo que quiere decir que es muy probable que eso siga ocurriendo en el futuro. De todos modos, aquí hay un volumen que contiene a unos cuarenta poetas, de los que se salvan dos o tres, cuanto mucho ¿Será esa cifra válida? No tengo ni idea, para ser sinceros. De lo que sí tengo alguna idea es que la nueva poesía es menos poesía que cualquier cosa escrita en forma de versos. Por ejemplo, en un poema titulado ¿Alguna vez fuiste por lana y saliste trasquilado? El poeta en cuestión ocupa casi dos páginas con una transcripción de la definición de la palabra trasquilar tomada del diccionario de la real academia española. La idea es que si se separa el texto en “versos” todo pasa a ser poema es terrible y nada más que terrible.
Por ejemplo:
El verbo esquilar tiene,
de acuerdo con el diccionario de la real academia
española,
tres acepciones distintas:
y a continuación se despacha con las tres acepciones, como dije, separadas en “versos” y al final unos versos propios.

The Wall Must Fall – Collage. Borgeano
Otro asunto que veo muy común en la poesía nueva es el exceso de semen, penes y vaginas (en todos los términos conocidos), mocos y babas. También muchas conjugaciones verbales de cagar, coger (follar), vomitar y demás lindezas. Aclaro que no soy un puritano ni mucho menos (alguna vez he usado alguno de esos términos en este mismo sitio, sin ir más lejos); pero cuando la “rebelión” se transforma en costumbre ya no es rebelión, sino postura de rebelión. Hay que descreer de los autoproclamados poetas malditos. Es la historia quien debe poner a estos en su sitio, no una autopropaganda patética. Cuando conozco a uno de estos poetas malditos en general me doy cuenta de que hay que sacarle una d a su etiqueta y dejarla en poetas malitos. En general no pasan de eso.
Creo más en aquellas palabras de Saramago, cuando dijo « Nosotros, los que tenemos la responsabilidad de escribir (tanto en literatura como en periodismo), tenemos el deber de enaltecer nuestra lengua, de cuidarla, de hacerla revivir». Y que conste que Saramago sí que sabía cómo ser rebelde y que para ello no necesitaba un culo cada dos frases ni una eyaculación por capítulo.