Sesenta y siete años atrás George Orwell publicaba su archifamoso (más famoso que leído, creo) 1984, uno de los dos libros (junto a Un mundo feliz, de Huxley) que uso para ilustrar el alcance de los sistemas de control del capitalismo actual. Orwell nos dejó muchísimas enseñanzas en esa novela distópica y cada vez más actual. Para muestra vayan estas diez perlas tomadas del gran George Orwell y que pensé en comentar brevemente a cada una de ellas; pero luego pensé que eso no es necesario. Sé que ustedes son por demás inteligentes y no necesitan guía alguna para pensar en el alcance de cada una de estas frases. Sólo hay que tener en cuenta que estas frases están a punto de cumplir setenta años y que, por desgracia, están más vigorosas que nunca.
1) «En nuestra época no hay tal cosa como mantenerse por fuera de la política».
2) «Toda la propaganda de guerra, todos los gritos y las mentiras y el odio, viene invariable de la gente que no está luchando».
3) «La guerra contra un país extranjero sólo ocurre cuando las clases adineradas piensan que van a beneficiarse de ella».
4) «El mismo concepto de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. Las mentiras son las que pasarán a la historia».
5) «En una época de mentiras, decir la verdad es un acto revolucionario».
6) «Periodismo es dar a la imprenta lo que alguien no quiere que se vea impreso; todo lo demás es relaciones públicas».
7) «En la vida real es siempre el yunque el que rompe al martillo».
8) «Los nacionalistas no sólo no desaprueban las atrocidades cometidas por su propio lado, además tienen una capacidad notable para ni siquiera oír hablar de ellas».
9) «Las amenazas a la libertad de expresión, la escritura y la acción, aunque a menudo trivial en el aislamiento, son acumulativos en su efecto y, a menos que se hagan notar, conducen a una falta de respeto general de los derechos del ciudadano».
10) «Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano para siempre».
Todas y cada una de estas frases es una síntesis de temas complejos y extensos. Meditar en ellas puede ser un ejercicio más que interesante y productivo. La décima, la más terrible de todas es, tal vez por eso mismo, la que menos nos permite extendernos; pero también es la que menos lo necesita. Su terrible precisión es, al mismo tiempo, la mejor de sus virtudes.