Melancolías (I)

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No soy una persona que se someta a la melancolía de manera habitual, pero de tanto en tanto —el tiempo es un cruel combatiente— uno añora a su tierra y a quienes allí han quedado. Como se dijo aquí hace unos días, no hay viaje sin una Ítaca, es decir, sin un punto de referencia que es el que nos hace, en otras palabras, ser.

Lo que diré a continuación es algo totalmente tangencial con respecto al tema de la melancolía, ya que si tuviera que hacer referencia a ella de manera directa debería hablar aquí de personas físicas y de relaciones demasiado íntimas y eso es mejor dejarlo para otros momentos y circunstancias. Valga, entonces, esto como símbolo o metáfora de la melancolía o de la añoranza.

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Florencio Molina Campos fue un dibujante y pintor argentino nacido a fines del siglo XIX; recuerdo en mi niñez que sus almanaques (de hecho, eran los Almanaques Alpargatas; nombre del calzado que se usaba en mayor medida en el campo y que aún hoy se sigue usando) colgaban de cada casa y de cada negocio de mi ciudad. Sus escenas gauchescas (precisamente, del espacio geográfico que me rodeaba en esa gran extensión que es Argentina) eran las mismas que podían verse con salir unos pocos kilómetros de la ciudad donde vivía.

Por sobre todas las imágenes, para mí lo mejor de Molina Campos eran sus caballos y veo que siguen siéndolo. Al buscar las imágenes con las que pensé en ilustrar esta entrada me encontré detenido en las que los caballos tienen una presencia más marcada. A medio camino entre la caricatura y el realismo (lo que voy a dejar aquí es más que nada una muestra de lo primero; aunque hay mucho de lo segundo en la obra pictórica de Molina Campos), sus caballos serán siempre, para mí, la firma de los trabajos de Florencio Molina Campos. Sus caballos y el horizonte como una línea eterna que se pierde en la lejanía, como en la pampa, como en la melancolía.

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Alicia y el espejo de papel.

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En A través del espejo, las dos ilustraciones de John Tenniel anteriores están diseñadas para ser impresas en lados opuestos de una sola página. De esta manera, la página en sí se convierte en el espejo —Alicia entra por un lado y sale del otro—, donde se invierten todos los detalles, incluyendo la firma y las iniciales del Tenniel.

«Tenniel, de esta forma, dibuja claramente la frontera entre el mundo de los sueños y la realidad», escribe Isabelle Nières. “El sueño ocupa el centro del libro físico. Sin embargo, no todos perciben que el regreso de Alicia no era simétrico, es decir, a través del espejo, esto está simbolizado por una superposición casi perfecta de la Reina Roja en el gatito.»

Fuente: (Isabelle Nières, “Tenniel: The Logic Behind His Interpretation of the Alice Books»).

Las ilustraciones de Tenniel también fueron usadas para ilustrar textos en español. Pueden encontrar una de estas versiones con las ilustraciones de Tenniel aquí (aunque las dos primeras están separadas por texto, aclaro).

Sylvia Plath, dibujante

Siempre que se nombra a Sylvia Plath viene a nuestra mente, de manera inmediata, los contrastes de su vida, más que su obra poética sí (¿Alguien conoce de memoria alguno de sus poemas? ¿Alguien recuerda aunque sea una primera línea?). Su biografía parece, siempre, ir en sentido contrario: su triste suicidio a los treinta años; su compleja relación con Ted Hughes, su poesía intensamente autobiográfica, el recuerdo de la niña que comenzó a escribir su diario a los diez años. Lo que es muy poco conocido de la poeta norteamericana es su faceta de dibujante. Plath era una extraordinaria artista que nunca llegó a publicar ni uno solo de sus dibujos, aunque fue su deseo e intención que The New Yorker lo hiciera.

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En el libro Sylvia Plath: Drawings (2013) la hija de la poeta muestra una faceta de Plath que no se había visto antes: la de ilustradora. Los dibujos se publican, entonces, casi cincuenta años después de la muerte de la autora.
Debo reconocer que encontrar estos dibujos fue una sorpresa para mí; y también debo declararme culpable de cierta predisposición algo discriminatoria (supongo, después de todo, que ello es bastante natural). Cuando uno conoce a un artista que sobresale en un campo tiende a suponer que, si se dedica a otra faceta artística lo hace como hobby o como complemento a su aspecto creativo; algo, en suma, secundario. Encontrarme con una galería de vacas, nueces, flores, zapatos y paraguas como parte de dibujos sencillos pero interesantes (y que hubiesen merecido mejor suerte en su momento) me hizo pensar que podemos verlos bajo la misma óptica que a su poesía: una mirada profunda a lo cotidiano, a eso que está tirado en el patio de atrás o a un simple cardo que llena la página desde su costado derecho.
Persona compleja, artista sencilla; Plath sigue regalando la alegría que no pudo conseguir en vida.

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Kafka. Diarios y dibujos

Franz Kafka, además de los típicos datos y observaciones que habitualmente suelen incluirse en los diarios y donde también escribió las historias que luego fueron publicadas y recibidas como parte de ese canon occidental que no lo reconoció en vida, dejó una parte importante de una afición que le desagradaba mostrar, más aun, que los fragmentos que iba escribiendo: sus dibujos; los que reflejan casi la misma angustia que sus escritos. Algunos de ellos han hecho su camino hacia las portadas de sus libros, pero otros han sido olvidados como parte de la obra del autor, que acaso tiene que verse completa y en el contexto de la Praga que habitó, esa de la que dijo que nunca lo dejaba ir, “esa querida pequeña madre, con garras afiladas”.

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el pensador .

 El pensador

“Progresivamente, intentaré agrupar lo que hay en mí de indudable, luego lo creíble, luego lo posible, etc. Es indudable mi avidez por los libros. No tanto por poseerlos o leerlos como por verlos, por convencerme de su permanente existencia en los estantes de una librería. Si en alguna parte hay varios ejemplares del mismo libro, cada uno de ellos me alegra. Es como si dicha avidez partiese del estómago, como si fuese un apetito descaminado. Los libros que yo poseo me dan menos gusto; en cambio me alegran ya los libros de mis hermanas. El deseo de poseerlos es incomparablemente menor, casi inexistente.” (Diarios)

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«Esta tarde, mientras estaba acostado en la cama, alguien hizo girar rápidamente una llave en la cerradura; durante un instante tuve cerraduras por todo el cuerpo, como en un baile de disfraz; aquí y allá, con breves intervalos, abrían o cerraban una de las cerraduras». (Diarios)

Gustav Janouch describió en su libro Conversaciones con Kafka, que cuando alguna vez sorprendió al escritor a medio garabato, Kafka inmediatamente lo destruiría en pedacitos para que nunca nadie pudiera ver su trabajo, con un obvio resultado de sorpresa en su interlocutor las veces que ocurrió. La explicación lo hace una actitud más razonable:

«Estos dibujos son los remanentes de una pasión vieja y enraizada. Por eso trato de esconderlos de ti… No está en el papel; la pasión está en mí. Siempre quise aprender a dibujar. Quería ver y poder aprehender lo que había visto.»

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Galileo y Miguel Ángel van de compras

La historia recorta aquí y allá la vida de los personajes que trata y nos los presenta como seres casi inmateriales, como si hubiesen aparecido en el planeta para llevar a cabo una obra determinada y nada más que esa actividad hubiese sido todo su ser. Tonteando por este infinito que es la red me topé con una página que, al igual que la historia de amor de Alexander Pope que hace poco dejé por aquí, me acercó a una de esas personas que tengo ahí, en un pedestal de admiración, respeto y hasta me atrevería a decir —sin temor a exagerar ni una pizca— que también de afecto, porque sí, uno también siente cercanas a esas personas a las que tanto admira por una razón u otra. Lo que encontré, en definitiva, fue esto:

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Esta vez no se trata de una carta de amor ni nada por el estilo. Esto es más sencillo y prosaico: una lista detallada de implementos para un experimento de óptica escrita de puño y letra por Galileo Galilei. Lo que me gustó fue que, incluida en esa lista de lentes y aparatos diversos se detallan productos como arroz, pimienta y azúcar. Sin duda, una breve lista de compras de Galileo, igual que la que hace cualquiera de nosotros para no olvidar lo que debemos traer del mercado.

Buscando más información (sobre todo para verificar que esos datos fueran ciertos, lo cual es, por supuesto. El original se haya en el Museo de Ciencia de Florencia, Italia), encontré otra lista más. Ésta del enorme Michelangelo o Miguel Ángel, para los amigos.

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Ésta última página formó parte de la exhibición “Michelangelo: Sacred and Profane, Master Drawings from the Casa Buonarroti” del Boston Museum of Fine Arts durante al año 2013. Miguel Ángel, además, ilustró su lista de «arenques, tortelli, dos sopas de hinojo, cuatro anchoas y ‘un pequeño cuarto de un vino áspero'» con encantadores dibujos a tinta. Nada de todo esto va a cambiar la historia del mundo, lo sé; pero estas pequeñas cosas son las que me arrancan una sonrisa que me dura todo el fin de semana. Espero que a ustedes también.

Pawla Kuczynskiego (o Paul Kuczynski)

Conocí a este artista a través de un e-mail que me enviaron hace un par de días. Pawla Como siempre, cuando hay buenas imágenes de por medio, las palabras suelen estar de más. Así que un par de datos biográficos y varias imágenes para disfrutar.

Kuczynskiego, nacido en 1976 en Szczecin, se graduó de la Academia de Bellas Artes en Poznan.  Desde 2004 produce ilustraciones satíricas y hasta ahora ha recibido 92 premios y distinciones. En 2005 recibió el Premio de la Asociación de Caricaturistas Polaco «Eryk». Este caricaturista recientemente descubierto tiene también un record de premios en competiciones internacionales.