Esto de andar por una semana sin internet tiene mucho de bueno, pero a veces nos enteramos tarde de ciertos hechos que quisiéramos haber sabido antes. Uno de ellos fue el de haberme enterado hoy de la muerte de Elsa Sánchez de Oesterheld, esposa del escritor argentino Héctor Germán Hoesterheld. La historia de Elsa reviste cierto carácter increíble por lo extenso del drama que le tocó vivir.
Elsa no sólo sufrió el secuestro y muerte de su marido; sino que antes de eso tuvo que pasar por la terrible experiencia de saber que sus cuatro hijas, Diana, Estela, Marina y Beatriz fueron secuestradas y asesinadas por el gobierno militar de ese momento.
Junto a una fotografía de las cuatro hermanas, la carta que Estela, la mayor, envió a su madre poco antes de ser asesinada, donde dice: «Voy a arreglar la manera de vernos» y termina: «Hay muchas razones para seguir adelante». Lleva por fecha el 14 de diciembre de 1977. Ese mismo día la mataron.
Lleva por fecha el día que la asesinaron, el 14 de diciembre de 1977. La última carta de Estela a su madre. Es breve, escrita con una intensa premura, pero sin desaliño, con una caligrafía que intenta no desfallecer. Cada carta, cada nota, en aquellos días, tenía una textura nerviosa. Da la impresión de que la carta a Elsa es también una carta necesaria que Estela se escribe a sí misma. No es difícil imaginarla murmurando hacia dentro, empujando el trazo para darle a Elsa la noticia de la muerte de Marina sin nombrar la muerte. Como en El Eternauta, el tiempo de la carta es un Continum 4, una especie de futuro del pretérito: «Marina ya no está con nosotros y ese dolor ya no hay nada que lo pueda mitigar, pero quiero que sepas que murió heroicamente como vivió».
Elsa Sánchez, Germán Oesterheld y sus cuatro hijas.
«Primero mataremos a los subversivos; después, a sus simpatizantes, y por último, a los indiferentes», era el lema de los cerdos torturadores. Para Héctor Oesterheld, la mayor tortura a la que le sometieron fue mostrarle las fotos de sus hijas muertas poco antes de matarlo.
Cómo pudo soportar Elsa el seguir con toda esa carga durante tantos años sólo se comprende al saber que en algún momento ella pudo recupera a su nieto Martín, hijo de Estela, y que lo crió en silencio y a al sombra como lo que es: suyo.
Hace unos algunos años, el Presidente Néstor Kirchner le brindó el espacio que se merece; el de una mujer que es un emblema total: una víctima de la dictadura más cruel que haya gobernado a la Argentina; una mujer que se sobrepone a lo más terrible que puede pasarle a un padre, una mujer que jamás clamó venganza, sino que sólo pidió justicia.
A pesar de haber pasado una semana de su fallecimiento, quiero recordar a Elsa Sánchez. Siempre la tuve como un ejemplo en todo el amplio espectro de la palabra; Hoy que no está con nosotros me niego a dejarla en el olvido; ésa es la palabra que los dictadores y fascistas adoran: olvido y Elsa, para mí, seguirá siendo un ícono viviente y eternamente presente.