El cartero llama dos veces XXI

En 1938, la señorita Mary V. Ford de Searcy, Arkansas, recibió una carta de rechazo de Walt Disney Productions informándole que las mujeres no tenían ninguna posibilidad de trabajar en el área creativa de su Departamento de Entintado y Pintura, y sólo una pizca de posibilidad de trabajo rellenando celuloides, «el único trabajo abierto a las mujeres». La carta, firmada irónicamente por una mujer llamada «Mary», fue descubierta por el nieto de la Sra. Ford, Kevin Burg, después de su muerte.

Disney letter 01

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Querida señorita Ford,

Su carta de fecha reciente ha sido recibida en el Departamento de entintado y pintura para su respuesta.

Las mujeres no realizan ningún trabajo creativo en relación con la preparación de los dibujos animados para la pantalla, ya que ese trabajo es realizado en su totalidad por hombres jóvenes. Por esta razón, las jóvenes no son consideradas para la escuela de formación.

El único trabajo abierto a las mujeres consiste en trazar caracteres en láminas de celuloide transparentes con tinta china y completar los trazados en el reverso con pintura de acuerdo con las instrucciones.

Para postularse para un puesto como «Entintador» o «Pintor», es necesario que uno venga al Estudio, trayendo muestras de pluma y tinta y trabajos con acuarelas. No sería aconsejable venir a Hollywood con lo anterior específicamente a la vista, ya que en realidad hay muy pocas vacantes en comparación con el número de jóvenes que  se postulan.

Atentamente,

WALT DISNEY PRODUCTIONS, LTD.

Mary Cleave

 

El nieto de la señora Ford dijo que su abuela nunca le había hablado del rechazo y que ésta sólo se dedicó a criar a su familia. En una entrevista al Huffington Post UK dijo que su abuela nunca persiguió el arte como una carrera «pero que tuvo un aprecio de por vida por el arte, cosa que nos transmitió. No tenemos ningún ejemplo de su trabajo, pero recuerdo que creaba hermosos bocetos o garabatos en un estilo de ilustración de moda de los años 1940 o 1950».

Me pregunto cómo sabe que su abuela nunca persiguió al arte como carrera, si ni siquiera tuvo la suerte de poder dedicarse a él por un tiempo. El hecho de que sintiera aprecio por el arte a lo largo de toda su vida me parece un indicativo más que fuerte en favor de la segunda opción… Bueno, la cosa sigue por ahí. La carta permaneció oculta hasta que después de la muerte de la señora Ford su hija (supongo que la madre del que dio la entrevista) la encontró y la enmarcó. No sé, es una cuestión personal; pero creo que yo nunca enmarcaría una carta de rechazo por más que fuera de Disney o de cualquier otro; pero cada uno a lo suyo.

Por cierto, parece ser que la señorita Mary Cleave, si es que realmente existió (pienso que tal vez Disney hiciera firmar esas cartas con nombre de mujer para que el rechazo fuera menos violento. Es sólo una suposición), tenía no poco trabajo, ya que esta otra carta, de 1939, salvo un par de detalles menores en el último párrafo, es exactamente igual.

 

Disney letter 02

 

Por último, cabría decir que, durante la década de 1930, las mujeres sólo trabajaban como entintadoras y pintoras en Disney. Se les desalentó de ser animadores y no se les permitió entrar al edificio de animación a menos que se tratara de asuntos puntuales. No fue sino hasta 1941, con el estallido de la guerra, que Disney comenzó a entrenar a mujeres en el sector de animación para así poder mantener a un grupo de trabajadoras mientras los hombres habían ido a la guerra. Es decir, por pura conveniencia. Parece que de manera repentina, la mujeres ya eran capaces de ser creativas.

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Elogio de la (bella) maldad

Desde niño me he sentido atraído por una clase diferente de belleza. Soy de la época en que Disney nos presentaba sus luego clásicas Blancanieves La bella durmiente. Recuerdo mis fascinación por las malas de la película, nunca por las heroínas. También recuerdo mi desazón cuando el «bien» vencía al «mal» (coloco estos términos entre comillas porque algún día escribiré al respecto: en Disney los términos «bien» y «mal» son bastante ambiguos, cuando no equívocos). Tuve que esperar mucho tiempo antes de que en las películas comenzaran a ganar –a veces– los malos (las primeras que recuerdo son El juego de Hollywood, de Robert Altman y una con Liam Nesson; quizá sea Suspect, aunque no estoy muy seguro. De todos modos, ése es otro tema).

A lo que apunto es a esto: en el primer caso tenemos a Maleficent y la Bella durmiente. ¿Quién podía sentirse atraído por esa rubia con cara de ama de casa  aburrida?  Luego tenemos a La Reina (sin nombre propio) y a Blancanieves. Éste caso, aún en mi infancia, fue y sigue siendo, peor. Blancanieves, con esa cara de pastel mal decorado siempre me resultó patética.

Todo esto viene a cuento porque, hace unos días, fui al cine. La película en vi fue Total Recall, es decir, una de esas cintas aptas para pasar un buen rato de entretenimiento y poco más. La cuestión es que allí trabaja la bellísima Kate Beckinsale, pero por primera vez (creo) le toca el papel de la villana de la película. Y eso fue lo que me llevó a recordar mi infancia y mi comercio con la «belleza maligna».  Kate endurece sus rasgos perfectos y hace lo suyo: pega y dispara y persigue y vuelve a disparar y a pegar y a perseguir. nada nuevo para una película de acción, pero nunca la maldad fue tan atractiva.

Pido disculpas por mi ignorancia, pero desconozco cómo se colocan dos galerías separadas en este bendito WordPress (estuve buscando información al respecto, pero no pude lograr nada). Hagan de cuenta que las cuatro fotos inferiores van en este lugar.

Sigo y termino. Todo esto no ha hecho más que abrir una serie de interrogantes en mí a los que, por suerte, aún no he terminado de responder. Y quizá nunca lo haga, eso es lo bueno, ¡Viva la filosofía! Interrogantes como: ¿Qué me lleva a sentirme atraído por esas máscaras de maldad? Siendo de carácter más bien pacífico, ¿Qué me lleva a desear –en la ficción, siempre– el triunfo del mal?

Cuando logre responder a algunas de estas preguntas es casi seguro que tendré tema para un nuevo post.