Daisugi, o el arte del bonsai gigante

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Cuando me topé con las primeras fotos de estos árboles, pensé que se trataba de una especie particular de… eso, un árbol (soy un negado absoluto con respecto a la dendrología, que es como se llama el estudio de los árboles y los arbustos. Con suerte distingo un pino de un sauce, pero nada más allá de eso), como nunca había visto uno en mi vida supuse, tal como hace uno de inmediato ante estos casos, que se trataba de una variedad exótica, que es como solemos llamar a todo aquello que conocemos por primera vez.

La cuestión es que no se trata de una particularidad del árbol en sí, sino de la técnica usada para crearlos. Como siempre, tenemos que ir hasta Japón (¿Vieron? Lo de exótico no estaba tan errado, después de todo) para averiguar algo sobre ellos.

Este sistema de poda se llama daisugi (Se escribe 台 杉 y literalmente significa «cedro de plataforma») y es una técnica forestal de los siglos XIV o XV que poda las ramas superiores para crear una plataforma en los mismos árboles para cosechas más sostenibles. El resultado no sólo es ecológicamente práctico, sino también deliciosamente estético.

Aunque el daisugi se usa principalmente en jardines o bonsáis hoy en día, originalmente se desarrolló para combatir la escasez de plántulas cuando la demanda de taruki, un tipo de madera impecablemente recta y sin nudos y muy alta. Debido a que los brotes superiores de cedro de Kitayama se pueden talar cada 20 años, lo que es mucho antes que con otros métodos, la técnica ganó popularidad.

En el siglo XV, Japón ya se enfrentaba a una escasez de plántulas, así como de tierras para cultivar adecuadamente los árboles en primer lugar. Siendo la necesidad la madre de la invención, esto llevó a la creación de una solución ingeniosa: daisugi, el crecimiento de árboles adicionales, de hecho, a partir de árboles existentes, creando, en otras palabras, una especie de bonsái gigante.

Si se hace correctamente, la técnica puede prevenir la deforestación y dar como resultado una madera perfectamente redonda y recta conocida como taruki, que se utiliza en los techos de las casas de té japonesas. En aquel entonces (estamos hablando del siglo XIV o XV), «una forma de arquitectura sukiya-zukuri muy recta y estilizada era de alta costo, y había suficientes materias primas para construir estas casas para todos los nobles o samuráis que quisieran una; de ahí esta inteligente solución de utilizar técnicas de bonsai en árboles de mayor tamaño». Dejando a un lado la estética, en cualquier caso, más allá de lo que se consigue en Japón, la madera producida con este método es un 140% más flexible que el cedro estándar y un 200% más densa / fuerte, lo que la hace perfecta para vigas y techos madera. Y el producto de daisugi no solo es recto, delgado y resistente a los tifones, sino que se maravilla en todo el mundo 600 años después. ¿De cuántas técnicas forestales podemos decir lo mismo?

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El animal más peligroso

La foto de la década de los sesenta y, tengo entendido, se encontraba en el zoológico del Bronx, en Estados Unidos. El texto dice: «Estás mirando al animal más peligroso del mundo. Él sólo, de todos los animales que alguna vez vivieron, puede exterminar (y lo hará) especies enteras de animales. Ahora ha logrado el poder de eliminar toda la vida en la tierra».

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Supongo que la última oración hace referencia al poder nuclear que se encontraba en boga en ese momento. Hoy, por supuesto, ese poder sigue siendo un peligro, tanto desde el punto de vista militar como civil. Pero también podemos sumar otros poderes igual de dañinos, como el poder militar clásico; el del armamento biológico (ya hay quien dice que el famoso coronavirus que está haciendo estragos en Asia y que ya ha comenzado a moverse a Europa y América no es más que un ataque planeado de EE.UU. a su nuevo archirrival, China. Más allá de la paranoia en cuestión, las grandes potencias ya han usado este tipo de armamento en el pasado; así que todo puede suceder aquí); los ataques cibernéticos o la mera manipulación de masas. Como sea, parece que el ser humano no va a parar nunca de encontrar el modo de joder al prójimo y que para ello encontrará la manera más eficaz y creativa.

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Ilustro la entrada con fotos viejas (digo viejas en cursiva porque nosotros, como hijos del capitalismo tenemos apenas poco más de doscientos años. Viejo, lo que se dice viejo, es ése árbol de ahí arriba), Recuerdo las palabras del Sr. Smith en esa película por todos conocida: «Quisiera compartir una revelación que he tenido durante el tiempo que he estado aquí. Me llegó cuando traté de clasificar a tu especie: Me di cuenta que realmente ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no. Los humanos se trasladan a un área, y se multiplican, y multiplican, hasta consumir cada recurso natural. La única forma que tienen de sobrevivir es instalarse en otra área y comenzar de nuevo. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: El virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer para este planeta, una plaga…».

¿Será una exageración lo del Sr. Smith? Tal vez; pero yo siento que lo que ha dicho no es más que una verdad pura y palpable. Vivir en cualquier ciudad del mundo (hoy que todas son iguales) nos brindará las pruebas que necesitamos para ello: aglomeración, ruidos, violencia, impaciencia, falta de educación, glotonería, soberbia, racismo, xenofobia, miedo, enfermedades cardíacas y psicológicas, etc., etc., etc.

Y hago constar que no es que hoy me sienta particularmente pesimista o negativo, no; de hecho, hoy todavía ni siquiera he salido de casa. Sólo es que pienso en que en algún momento tendré que salir y eso es más que suficiente como para que ya comience a hacerme cruces ante lo que voy a encontrar allá afuera. Séneca dijo: «El que no quiera vivir sino entre justos, que viva en el desierto». Por una parte pienso que es una pena que una persona deba verse obligada a vivir en ese desierto en particular, habiendo (o debiendo haber) otras opciones válidas; y por otra parte siento una infinita pena al pensar que eso es lo que estamos dejando detrás nuestro, y que lo estamos haciendo con tanta perfección que no quedará nadie, en suma, para disfrutarlo.

Aire

En 2014, la Universidad de Sheffield, Inglaterra, presentó «el primer poema de limpieza del aire del mundo», cuatro estrofas del profesor de literatura Simon Armitage impresas en un panel de 10 por 20 metros recubierto con partículas de dióxido de titanio que usan luz solar y oxígeno para despejar el aire de los contaminantes de óxido de nitrógeno.

 

Simon Armitages - In Praise Of Air (1)

 

«Esta es una colaboración divertida entre la ciencia y las artes para resaltar un problema muy serio de mala calidad del aire en nuestros pueblos y ciudades», dijo el profesor de ciencias Tony Ryan, quien colaboró ​​en el proyecto. «Este poema por sí solo erradicará la contaminación por óxido de nitrógeno creada por unos 20 automóviles por día». Armitage, por su parte, dijo: «La poesía a menudo se crea con lo íntimo y lo personal, por lo que es algo extraño pensar en una pieza expuesta en un lugar público, tan grande y tan audaz. ¡Espero que la ortografía sea correcta!»

 

Simon Armitages - In Praise Of Air (2)

 

He aquí una traducción mía, por el momento, al menos:

En alabanza del aire

 

Escribo en alabanza del aire. Tenía seis o cinco años
cuando un prestidigitador abrió mi puño anudado
y sostuve en mi palma todo el cielo.
Lo llevé conmigo desde entonces.

Deja que el aire sea un dios mayor, que su ser
y su tacto, que su leche materna siempre se incline
a nuestros labios. Tanto una libélula como un Boeing
cuelgan en su nada transparente…

Entre el revoltoso bric-a-brac que guardo
tengo un cofre de tesoro de espacio vacío,
y en los días cuando los pensamientos se llenan de smog
o la civilización cruza la calle
con un pañuelo blanco sobre su boca
y los autos soplan besos en nuestros labios con los suyos
giro la llave, tiro de la tapa, respiro profundamente.

Mi primera palabra, la primera palabra de todos, fue aire.

 

 

Ante la ley

 

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William Blake – Newton

 

«Cuando un león come a un hombre, y un hombre come un buey, ¿por qué el buey está más hecho para el hombre que el hombre para el león?» Es una pregunta que se hizo ya en 1656 Thomas Hobbes en Questions Concerning Liberty, Necessity, and Chance. Esa pregunta que coloca en el centro del debate cuál es el lugar que los hombres tenemos dentro de nicho ecológico conocido como Tierra, recién está comenzando a plantearse seriamente ahora, trescientos cincuenta años después de que fuera formulada por el filósofo inglés.

La frase de Hobbes me recordó de manera inmediata a otra de William Blake que ya he citado aquí un par de veces; pero sólo lo hizo de manera tangencial, ya que sólo poseen en común las referencias zoológicas. Dijo Blake en su Proverbios del infierno: «La misma ley para el buey y el león es opresión».

En sentido estricto, son diametralmente opuestas. De todos modos, la unión de ambas frases sirve para pensar el tema de la ecología y de nuestro lugar dentro de la comunidad animal. Por un lado tenemos a Hobbes, quien nos recuerda que no somos más que un tipo específico de animal; en muchos casos no mejor ni peor que muchos otros. Blake, en cambio, nos recuerda que si bien estaría de acuerdo con su coterráneo, tampoco debemos exagerar en los asuntos de la igualdad animal. La moral es un imperativo que, cuando se exagera en sus límites, pasa a ser bastante dañina, así que hay que tener mucho cuidado con dónde trazamos el límite.

Verde sobre concreto

 

Bus Roots (1)

 

No es una campaña publicitaria, aunque merecería una mejor difusión. Este autobús forma parte de la flota municipal de Nueva York y circula normalmente por las calles de la ciudad como otro cualquiera. Sólo le diferencian el inaudito jardín que lleva sobre el techo y que tiene nombre propio: se llama Bus Roots.

La idea fue del diseñador Marco Antonio Castro Cosio, que buscaba una forma de incrementar los espacios verdes de la megalópolis estadounidense en un entorno donde éstos, dominados por el empuje del hormigón, no abundan precisamente. Es decir, echándole imaginación para sacarlos casi de la nada. El pequeño jardín tardó 5 meses en desarrollarse mientras el vehículo hacía sus viajes habituales entre Nueva York y Ohio. A Cosio le pareció una buena oportunidad aprovechar los techos de los autobuses; al fin y al cabo hay 4.500 moviéndose por Nueva York y si cada uno llevara su jardín sumarían un total de 13.736 hectáreas de vegetación. De hecho propone no limitarse a los buses y extender la experiencia a camiones y trenes en lo que define como «agricultura nómada urbana».

 

Bus Roots (2)

 

Bus Roots forma parte de un proyecto piloto denominado Wake Up World (Despierta, mundo). Para entender mejor el concepto hay que partir de supuestos diferentes a los que acostumbramos. A pie de calle la cosa pasa desapercibida pero es que la mayoría de los neoyorquinos viven o trabajan en las alturas, y la perspectiva desde éstas cambia. No es lo mismo asomarse a la ventana y vislumbrar sólo cemento que ver pasar estos terrarios que alegran la jornada.

El proyecto, además, pretende mejorar la calidad de vida, ayudar a absorber el exceso de CO2, la regulación térmica, la educación y la humanización. Todo en uno. El sitio oficial de Bus Roots está aquí.