El triunfo del odio cíclico

El triunfo en Brasil de Jair Bolsonaro nos obligan a reflexionar sobre las razones por las cuales en Latinoamérica se oscila de manera permanente en elecciones donde la izquierda y a derecha se alternan de manera casi constante (eso no sólo sucede en Latinoamérica, también en Europa es moneda corriente). En lo personal tengo una idea de porqué puede suceder esto, pero no es de eso de lo que quiero hablar hoy, sino sólo quiero hacer un comentario basado en una imagen que vi el mismo día de las elecciones.

 

Bolsonaro

 

Al día siguiente de ver esta imagen me topo con los siguientes titulares sobre el nuevo Brasil que se avecina: «Las urnas parieron a un Pinochet», « EE.UU. mira a Brasil en clave militar y comercial. Trump dialogó con Bolsonaro sobre la necesidad de profundizar la relación bilateral», « En Brasil se replicaron tensiones y agresiones tras el triunfo de Bolsonaro», « Brasil, laboratorio de la guerra híbrida», « La posverdad es el prefascismo», entre otros de igual calibre.

Pero vuelvo a la foto. ¿Qué lleva —no dejo de preguntarme— a que un pobre vote a la derecha? Cuando veo a la idiota de la fotografía y lo que les enseña a esos niños —que hay que matar a cualquiera que piense deferente— siento que todo mi optimismo (el cual no es menor ni débil, por fortuna), se va por la alcantarilla.

Claro, después Bolsonaro o el que haya sido electo gobernará sólo para él mismo y sus socios, como suele hacer la derecha y esos mismos que lo votaron con la esperanza de vaya uno a saber qué, se van a ver afectados en lo económico (lo único que parece importarle a la modernidad estúpida que nos rodea) y allí sí, van a volver a votar a la izquierda. Entonces, cuando se compren una TV y un auto de segunda mano, vuelvan a sentirse grandes señores burgueses y vuelvan a votar a la derecha. Entonces la idiota de la foto será otra, tal vez una de esas niñas que ahora disparan con un arma imaginaria a ese que piensa diferente pero sobre lo cual ellas no tienen idea alguna y sobre quien apuntan porque así le enseñaron y nada más: «Hay que matar a cualquiera que piense deferente».

La estupidez no sólo es infinita, también es cíclica. Eso es lo peor.

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¡Resistan! (Después de no pensar demasiado)

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No hace mucho hablé sobre las deficiencias de las democracias actuales y ahora, con el advenimiento de Donald Trump (que será todo lo que ustedes quieran, pero que ganó las elecciones legalmente), los adalides del apocalipsis están de parabienes. Lo peor es que tal vez tengan razón; al menos esta vez las probabilidades se acrecentaron de su lado. La foto con la que ilustro esta entrada la tomé de Twitter y corresponde al mismo día de la asunción Trump y, al verla, sentí que esa sola imagen sintetizaba lo que había dicho aquella vez: algo no anda bien en los sistemas democráticos actuales. ¡Nosotros somos más! ¡Resistan! Dicen el cartel arrastrado por el avión que quedó fuera de foco. ¿Pero es en serio que son más? ¿Entonces cómo es que ese tipo llegó adonde está? ¿No será porque ellos son menos pero saben moverse? ¿No será porque la mayoría se conforma con ser mayoría y pretende que las cosas se solucionen sin tener que mover un dedo, es decir, pretendiendo que todo el trabajo lo hagan los demás? Y esto vale para todos los países, claro, no es cosa ahora de sentirse un genio ante la proverbial estupidez norteamericana. Esto es un ejemplo del que debemos aprender para aplicarlo a nuestros propios países y a nuestros propios sistemas democráticos: nada se logra con la apatía, con la desidia, con el desinterés. Como bien dice el adagio popular: si quieres algo bien hecho hazlo tú; y si no lo haces pues grita y llora después, es tu derecho, pero no culpes a nadie por ello; y sobre todo, si formas parte de la mayoría, lo mejor es que hagas algo antes.

A uno de los nuestros.

crisis_communication1En plena crisis política de mis dos países, Argentina y México y considerando una posible situación crítica internacional en cuanto asuma el peligroso idiota de Donald Trump, recordé estas notas que tenía desde hace un tiempo y las retoco apenas para dejarlas aquí.

Alguien le preguntó al astrofísico Neil de Grasse Tyson sobre a qué le tenía más miedo, si al calentamiento global o a la posibilidad de que la Tierra fuese golpeada por un asteroide de 192px-neil_degrasse_tyson_at_howard_university_september_28_2010gran tamaño. La respuesta de Tyson, como siempre, fue un paso más allá y dejó, como debe hacerlo un buen educador, una puerta abierta al pensamiento. Tyson dijo que esos dos escenarios ocupan el segundo lugar en su lista de temores, debajo de su temor mayor: un mundo con líderes sin educación científica. Si tenemos líderes con educación científica podremos solucionar esos problemas; de lo contrario nada podrá hacerse. Dijo como para terminar de aclarar el punto.

El astrofísico ya había dicho algo parecido años atrás. Si miramos la lista de los senadores y de los políticos en general ¿qué encontramos? Abogado, abogado, abogado, empresario, abogado, abogado… ¿Dónde están los científicos, dónde los artistas, los educadores, los trabajadores? ¿Dónde están representados los demás integrantes de la sociedad? ¿Y cómo esos abogados y empresarios van a tomar decisiones sobre temas lobo_ovejade los que no saben nada?

Como todos sabemos pero parecemos olvidar, los políticos que nos gobiernan están allí porque nosotros los hemos puesto en ese sitio. La idea base de la democracia es que ellos nos representan; así que como bien nos lo dice Neil de Grasse Tyson, deberíamos dejar de culpar de todo a los políticos y empezar a compartir parte de la responsabilidad y, sobre todo, empezar a votar a aquellos que realmente nos vayan a representar; es decir, a uno de los nuestros.

Resulta que ahora hay iluminados por doquier

tumblr_og6vzay2h41qfzcnbo1_500A ver, gente ¿Qué nos está pasando? ¿A qué viene todo este querer rasgarse las vestiduras por la elección de un imbécil en el país más poderoso del mundo? ¿Ahora resulta que somos todos brillantes electores desde nuestra propia latitud y además somos todos expertos en cuestiones democráticas? Si así fuera deberíamos saber que, por principio, la elecciones democráticas son una farsa y en algunos sitios más que en otros. Por ejemplo, los Estados Unidos de Norteamérica. El tema es largo, pero seré breve en la medida de lo posible. Para empezar, una elección de tal magnitud entre solo dos candidatos que sólo difieren en aspectos muy pequeños de sus plataformas es cualquier cosa menos democrática ¿Dónde están las variantes, dónde las ideas renovadoras, dónde el pensamiento original? Pues en ningún lado. Comes hamburguesas con ketchup o hamburguesas sin ketchup; las opciones no van más allá de eso.

Segundo: No hay en los Estados Unidos un sistema de elecciones porcentuales; quien gana un estado gana TODO; como si de un partido de fútbol se tratara, quien pierde se va con las manos vacías. Digamos que si en un estado hay cien electores y el candidato A le ganara al candidato B por un porcentaje de 60% a 40% ¿No sería justo que el candidato A obtuviera_92356436_us_elections_2016_exit_polls_race_624-2 60 electores mientras el candidato B obtuviera 40? Claro que sí, eso sería moral, práctica y matemáticamente justo; pero eso no sucede nunca; el candidato A se queda con los cien electores y listo, se acabó el problema ¿Qué pasa con las minorías? Pues que se joden, eso es todo. Entonces, como se ve en el gráfico, quienes realmente eligen son los blancos. Los negros, hispanos y otras minorías no tienen la más mínima posibilidad de elegir nada. La democracia, insisto, es una farsa.

Tercer punto: La publicidad democrática nos dice que ese es el mejor sistema, etc., etc. Falso. ¿Desde cuando la masa elige de manera inteligente? Eso es sentido común, no me vengan ahora con que estoy siendo racista o clasista o cualquier otra cosa similar. Les dejo un ejemplo tangencial pero clarísimo: hace algunos años el campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov se enfrentó, internet por medio, con mil jugadores. Kasparov hacía una jugada y las mil personas que se habían anotado para enfrentarlo tenían veinticuatro horas para indicar su jugada. La jugada que obtenía mayores votos era la elegida. Claro está, Kasparov ganó fácilmente, ya que para enfrentarlo hacía falta jugar de manera brillante y eso sólo lo conseguían dos o tres jugadores de esos mil; la mayor parte sólo veía jugadas triviales, poco aptas para enfrentar a un oponente como el campeón del mundo. Lo mismo sucede con las elecciones políticas. La mayor parte de los electores son jugadores mediocres y votan de forma mediocre, eso es todo. Y mejor no entro en los temas de manipulación porque sería no terminar más con el asunto.

idiotasCuarto: ¿Y por casa cómo andamos? Ahora resulta que todos suben memes súper graciosos a las redes sociales burlándose de Trump y de las elecciones y de los electores norteamericanos, como si nosotros en nuestros países hubiésemos votado a un premio Nobel. Vamos, no seamos tan hipócritas; las masas son masas en todos lados, en el tercer mundo como en el primero, según vemos.

Quinto y termino: Los imbéciles o canallas que nos gobiernan fueron elegidos por nosotros. No tenemos que pedir mejores políticos o mejores presidentes. Tenemos que pedir un mejor electorado. Ése es el único modo de cambiar las cosas si es que realmente queremos hacerlo.

Suicidio asistido.

Suicidio inducido

Estaba inseguro de escribir esta entrada. Lo estaba y lo estoy, a tal punto de que escribo esto casi como un ejercicio introspectivo y no sé si al finalizar irá a la papelera o me animaré a subirlo al blog.

¿Cómo escribir desde la tristeza, desde la desazón, desde el miedo? Sólo con la esperanza de estar equivocado. Y espero estarlo, con todas mis fuerzas espero equivocarme y que el próximo presidente argentino sea el mejor de toda la historia de mi país. No por él, que es sólo un funcionario que está allí para hacer precisamente eso; sino por la gente, por los viejos, por los niños, por todos los que allí viven. Ojalá yo me equivoque y me equivoque por mucho; les doy mi palabra que seré el primero en reconocerlo.

Es muy común decir, cuando un grupo social toma una decisión determinada, que ese grupo social es «ignorante» o algo así. Yo hoy lo digo con toda la seguridad de las pruebas que ellos mismos nos han brindado ayer: la clase media argentina no sólo es ignorante, sino que es algo mucho peor: es una clase pretenciosa, envidiosa, mediocre, inculta, soberbia y sí, profunda y gozosamente ignorante. Sólo así se entiende que alguien vote para presidente a un tipo que nadie en su sano juicio (ni siquiera los que lo votaron, lo sé porque conozco a varios) lo dejaría dormir en su casa. Quien será el nuevo presidente, junto a sus «colaboradores» ya avisó que viene por todo; lo dijo bien clarito y sin ningún prurito. Mintió descaradamente una y otra vez pero eso a la clase media no le importa; porque esa clase media argentina está presa del odio más visceral por sus semejantes, ellos son los típicos hijos de los Mass Media y de la religión más obtusa, esa religión que habla de amor pero que enseña el odio a los pobres o a los diferentes. La clase media argentina después de una crisis como pocos países han vivido puede comprar una TV, una computadora y un pequeño auto y ya se cree oligarquía y así termina votando a un tipo que tiene 214 causas judiciales y que está procesado en otras dos causas penales.

Alguna vez bromée diciendo que si ganaba este individuo no volvería a mi país. Hoy, a pesar de que no puedo asegurar que esas palabras sean cien por ciento ciertas, la sensación profunda que me embarga es ésa: la de no querer volver. Tal vez México me acepte, tal vez sea Colombia o tal vez, emulando a aquella leyenda del judío errante me convierta en el ateo errante que deambule por latinoamérica sin detenerse nunca.

Tengo tanto para decir. Tanto. Pero sólo quiero decirme otra vez a mí mismo: ojalá te equivoques. Ojalá me equivoque al pensar que Argentina acaba de suicidarse.

Es ahora, México.

México 01

Hoy se llevan a cabo elecciones en México. Como visitante de esta tierra azotada sólo espero que todo transcurra en calma y que no despertemos el lunes con noticias de esas que alegran el día a día de quienes quieren ver cada vez más hundido a éste país y al resto de latinoamérica. México es un país demasiado golpeado y espero ver que alguna vez se alce en beneficio propio. Me gustaría dejarles a mis amigos mexicanos unas palabras de Michel Onfray, para que mastiquen mientras van a votar o no:

«Revoluciones nómadas, transmigrantes, parcelarias, puntuales, capaces de inducir reacciones en cadena; revoluciones microscópicas, porque pequeñas causas pueden generar efectos grandes; revoluciones concretas, aquí y ahora, y no deseo de revolución para mañana; revoluciones descentradas, desterritorializadas del claustro nietzscheano, que no se puedan localizar en ninguna parte, pero a su vez locales, identificables en los puntos neurálgicos del intersubjetivismo social; revoluciones posibles hic et nunc para no seguir esperando imposibles revoluciones mañana…»