Verla allí

 

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De mi modesto pero no por eso menos querido En los bordes del silencio, les dejo un poema que me fue traído del recuerdo por una de esas estupendas miniaturas que suele compartirnos Rubén en su blog Sendero.

 

Free Moon

Vamos a iniciar un movimiento, usted y yo,
vamos a juntar firmas, a enviar petitorios,
vamos a organizar una marcha,
a enviar cartas y notas a quien corresponda.
Vamos a pedir que suspendan
para siempre jamás
los viajes a la Luna.

Y es que ciertos hombres son tan predecibles
que podemos decir hoy lo que ellos
harán mañana, o pasado mañana.
Y con la excusa de la exploración científica
van a mandar allá a un montón de disfrazados
van a construir un iglú de cartón piedra
van a sacar muchas fotos y poner banderas
van a juntar toneladas de cascotes
y después
con la excusa de lo caro que está todo
(por ejemplo la nafta para el cohete
o la comida deshidratada)
van a poner un cartel de cientos de kilómetros de largo
por decenas de kilómetros de alto
y hasta es posible que encuentren el modo
de iluminarlo de manera económica.

Y la verdad es que no nos gustaría
que al alzar la vista una estúpida
con una estúpida sonrisa, o un simpático osito
o un Santa Claus de barba falsa
nos quieran vender una coca cola,
o chiclets, o el nuevo modelo de celular
(¡llamadas a la Luna con descuento!)
O una 4 x 4
Ideal para sortear cráteres.

Preferiríamos, en lo posible,
(estoy seguro de que usted está de acuerdo
con lo que digo, por eso me atrevo
a que el plural lo incluya),
poder mirar hacia el cielo y verla allí
como hasta ahora, casi virgen,
con esa cara marcada de acné adolescente
que tanto conocemos
y que tan bien le queda.

 

©Diablura Ediciones

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Silbando bajito.

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El momento tan esperado llegó y casi sin darme cuenta ya pasó. Bien secundado por mis queridos amigos Freny Herrera García y José Agustín Solórzano presentamos a mi primer libro de poesía En los bordes del silencio. La tarde acompañó de manera magnífica (las lluvias se suceden a diario en Morelia y también ayer lo hizo, salvo que nos dio tiempo para que pudieran llevarse a cabo todas las actividades programadas) y un buen número de personas pudo reunirse en ese estupendo sitio como es el Jardín de las Rosas.

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La tarde empezó con un magnífico concierto a cabo de Beatriz Villicaña y Chava Carrillo (Beatriz es una buena amiga y me dio mucho gusto oírla como nunca; segura de sí misma y con un repertorio mas amplio del habitual), a continuación se presentó la novela El recital, de Ricardo Iriarte Méndez y luego me tocó el turno a mí, bien rodeado de amigos en la mesa y en el público.

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Ya con la tarde despidiéndose y con las primeras gotas de lluvia, nos quedamos a festejar con algunos amigos (muy tranquilamente, por cierto) en uno de los cafés de las Rosas, guarecidos bajo las sombrillas del paseo conversando, como suele ocurrir en esos casos, de veinte temas diferentes y todos cruzados en algún momento.

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Como dije ayer, poco habituado a hablar de mí mismo, prefiero agradecer a todos los que hicieron posible que mi libro pudiese ver la luz en estos días y a todos los que de una u otra manera me brindaron su apoyo durante todo este tiempo. Me voy silbando bajito, feliz, satisfecho y sumamente agradecido, con mi modesto trabajo bajo el brazo.

El fin de la espera.

Silencio 00

Quienes me conoces suelen decir que hablo mucho (aunque nunca demasiado, por suerte); es por eso que les llamará la atención si digo que en este momento no sé por dónde empezar a hablar. El problema siempre es el mismo: no me gusta hablar de mí mismo del mismo modo que no me gustan las personas que constantemente tienen al yo en la boca. Pero no hay opciones; debo hacerlo quiéralo o no, así que mejor lo largo y me voy antes de que me arrepienta. Lo que tienen aquí al lado, a la izquierda, es la primera edición de En los bordes del silencio; mi primer libro de poesía, el cual está recién salido de la impresora y que mañana será presentado en el Jardín de las Rosas, en Morelia con las presentaciones de José Agustín Solórzano (el mejor poeta mexicano de su generación, no me cansaré de decirlo y además un buen amigo de quien esto escribe) y de Freny Herrera García, ilustradora y poeta local quien también me honra con su amistad incondicional. Decir que me siento inmensamente feliz sería empezar a entrar en un terreno donde lo obvio le irá ganando terreno al buen gusto; así que mejor será que me vaya yendo con la promesa de volver y contarles cómo salió todo mañana,  (sé que todo estará bien: rodeado de buenos amigos y en sitio que con su belleza iluminará toda la presentación en sí, no hay posibilidades de que algo salga mal).

Un par de imágenes del proceso de producción del libro:

Silencio 01

.Silencio 02